Ayer
se presentó en California el diseño del Hyperloop, un nuevo y controvertido
medio de transporte de diseño y prestaciones futuristas del que se llevaba
tiempo hablando en la red. De características similares a uno de esos sistemas
que en los supermercados sirven para enviar paquetes por tubos de aire a
presión, el transporte consta de una
serie de vehículos encajados en el interior de un tubo que, gracias a unas
turbinas y compresores, usan el aire que les envuelve para desplazarse a
velocidades superiores incluso a los 1.000 kilómetros por hora, superiores
incluso a las que alcanza un avión comercial, y poco por debajo de la barrera
del sonido.
No se si este sistema de
transporte será revolucionario, como se anuncia, y dejará obsoletos a los
actuales trenes de alta velocidad. Recordemos que el futuro es imprevisible y
que anteriores inventos llamados a modificar por completo nuestro concepto del
transporte y la movilidad se han quedado en anécdotas de corto recorrido, y el
mejor ejemplo de esto último es el sewgay, ese patinete de dos ruedas en
paralelo que se anunció como la solución a los atascos de tráfico y que
permitiría moverse por la ciudad sin límites ni problemas, y que actualmente es
usado sobre todo por empresas turísticas. Tiene su utilidad, sí, pero no ha
cambiado el mundo. Del Hyperloop por ahora sólo se puede afirmar que hay un
diseño preliminar, poca cosa más. En lo que quería centrarme sobre todo es en
la figura de Elon Musk, un sudafricano nacido un año antes que yo, que a sus 42
años ha revolucionado todos aquellos sectores en los que se ha introducido, un
innovador como pocos los hay en la actualidad, y que para muchos ha tomado
forma y rostro con la presentación de este novedoso sistema de transporte, pero
que lleva muchos años en la brecha y que va camino de convertirse en una de las
figuras más importantes de nuestro tiempo. Aunque el personaje naciera en
Sudáfrica, su carrera es la típica del inventor y emprendedor norteamericano,
combinando arrojo, iniciativa, ambición, talento y suerte. Musk, dotado de
formación muy avanzada y con las características propias de una inteligencia
desbordante, se hizo de oro en la época del boom de Internet gracias al sistema
de pago que creo y patentó, el PayPal, cuya empresa y servicios acabó vendiendo
a EBay, lo que le hizo millonario. A partir de ahí se dan varias opciones; la
de la vida fácil y despreocupada, la del mecenazgo, la del derroche, etc. Musk
eligió la más compleja y difícil, que es la de gastarse su fortuna en crear
nuevas empresas innovadoras, pero esta vez a lo muy grande. Sus obejtivos desde
ese momento han sido dos sectores apasionantes: El aeroespacial y los coches
eléctricos, dos retos enormes en los que la tecnología aún no es capaz de
generar productos eficientes y mínimamente rentables a bajo coste. Y de
momento, pese al enorme reto en el que se ha embarcado, Musk va ganando. En el
espacio creo la empresa SpaceX, que está
desarrollando sus propios prototipos de nave espacial tripulada (los SpaceX 1 y
2) y cohetes lanzadores (la serie Falcon) y que ya produce las cápsulas Dragón,
las nuevas naves que serán usadas en un futuro por la NASA en sus programas
tripulados y que de momento son capaces de servir como medio de
aprovisionamiento a la Estación Espacial. Es decir, SpaceX ha logrado
contratos, produce naves y las naves funcionan. De momento un éxito total en un
mercado que, en la práctica, es inexistente en lo que hace a demandantes
privados, ante los costes, que siguen siendo prohibitivos. Pero es que en la
otra industria, la de los coches eléctricos, Musk está revolucionando el
panorama. Su empresa, Tesla Motors,
en lo que es un cariñoso homenaje al gran Nikola Tesla, ha logrado con su modelo S enamorar a los
californianos y elevarlo en las encuestas de valoración como uno de los mejores
coches que ahora mismo se producen y venden en EEUU. Caro, dirigido a las élites,
el S se vende mucho y muy bien y empieza a ser tan rentable que la cotización en bolsa de
Tesla Motors muestra una curva ascendente que, de momento, es sinónimo de
beneficios.
Mañana es fiesta, pero el Viernes trabajo, por lo que tras un día de descanso, nos leeremos el 16.
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