jueves, agosto 01, 2013

El examen agosteño de Rajoy


Hoy, uno de agosto, con previsión de cuarenta grados en casi toda España, en lo que puede ser el día más caluroso del año, comparece Rajoy arrastrado ante sede parlamentaria, en el Senado dadas las obras que se realizan en el Congreso, para dar explicaciones sobre el caso Bárcenas, que como si fuera una impenitente ola de calor, mantiene a todo el PP sometido a un bochorno insoportable, ataques de sudor y calenturas. Si Rajoy logra hoy despejar dudas sus palabras serán como un golpe de aire fresco para su partido y para la política española. Si no lo logra continuará el calor y alguno acabara derritiéndose.

Es difícil calibrar la importancia del acto de hoy. Los más extremos apuntan que es la última oportunidad para que se explique, y de una versión coherente y consistente de lo sucedido, tal como apuntó ayer Rosa Díez, quien señaló que de no hacerlo la siguiente comparecencia de Rajoy puede ser ante el juzgado y no ante los diputados. Los que más apoyan las tesis del gobierno, aliviados por su comparecencia al no poder soportar ya el clamor del resto del país, que la demandaba sin parar, aplaudirán sea cual sea el contenido de lo que allí se diga, se adorne el caso Bárcenas o no, llegue a salir de la boca del presidente ese apellido o no (a este nivel de estupidez hemos llegado, sí) y jalearán los datos económicos que se exhibirán como prueba de una recuperación económica deseada por todos, pero que muchos vemos como ilusoria y más débil que una hierba en medio del secarral madrileño de, sí, Agosto. Y entre medias, todos los demás. Mi opinión es que Rajoy ha perdido un enorme crédito político en estos meses, tanto por la gravedad de las acusaciones que se le achacan como por la nefasta gestión de la crisis que esas mismas acusaciones han desatado. Su confianza en el silencio, en la dilación del problema, en el esperar sentado hasta que pase la tormenta, lo ha situado en el disparadero mucho más de lo que nadie hubiera imaginado. En un régimen de opinión pública como es la democracia, la sensación del electorado es que el silencio de Rajoy esconde miedo y, puede, culpabilidad, por acción o por omisión. Recuperar la credibilidad ante la ciudadanía, los mercados y demás agente sociales, políticos y económicos es una tarea inmensa que no se hasta qué punto está en condiciones de llevar a cabo un gobierno y un presidente asediado desde la prensa, parte de su propio partido y muchas capas de la sociedad. El deseo del PP de que el caso Bárcenas encallase en los juzgados se ha revelado ilusorio, y la decisión del juez Ruz de llamar a declarar a mitad de agosto a Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos ha sembrado de dudas los ambientes en Génova, sobre todo por lo que diga Cascos, que hace tiempo que rompió la relación con el que fue su partido, que como secretario general del mismo en sus tiempos algo debía saber de todo esto y que es uno de los que, en primera instancia, nada tiene que perder ni ganar por contar lo que sabe, aunque eso hunda aún más al PP. En el seno del propio gobierno, el teórico núcleo duro que arropa al presidente, y que deben su puesto a la elección personal del jefe, surgen rumores y dudas, casi todas ellas en torno al papel de Alberto Ruiz Gallardón, de hasta qué punto es leal a su jefe, o espera que la crisis le aúpe a lo más alto del ejecutivo tras la caída del marianismo. En fin, rumores, dichos e historietas que corren por los mentideros del poder y de internet que no se hasta qué punto son fiables, pero que sí demuestran una cosa. Mariano Rajoy empieza a perder el control de la situación, y con él parte del inmenso poder que logró obtener hace poco menos de dos años.

¿Qué pasará finalmente hoy? No espero mucho, aunque seguro que el debate dialéctico será bronco, áspero y lleno de golpes bajos entre todas las partes. A esta cita también acude débil el PSOE, encabezado por un Rubalcaba que sigue sin dar al talla, sin poder controlar a los barones rebeldes y que ve como el caso de los ERE en Andalucía empieza a adquirir dimensión nacional tras la precipitada marcha de Griñán al frente de la Junta de Andalucía. La comparecencia le permite retirar el órdago de la moción, en la que corría muchos riesgos, y le ofrece el costado de Rajoy para golpear con fuerza. En fin, a ver si sacamos algo en claro del Senado, aunque lo más probable es que sean el juez Ruz y el ínclito Pedro Jota quienes nos acaben sacando de dudas.

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