martes, agosto 20, 2013

El tercer bando en la guerra de Egipto


Si ayer reflexionaba un poco sobre lo que supone el desastre que está teniendo lugar en Egipto en el contexto de las llamadas primaveras árabes, hoy quiero fijarme en el interior de ese inmenso país, con unas ochenta millones de almas, más o menos como Alemania, el más poblado de los países árabes y foco de cultura y tradiciones para todos ellos. Lo que sucede en Egipto, tarde o temprano, es imitado por sus vecinos, y lo que emana de las calles de El Cairo se convierte en un mensaje que se transmite a todo el mundo árabe. Su importancia es vital, pero eso no arregla en nada la situación que vive el ciudadano cairota.

Y es que en Egipto se está produciendo un enfrentamiento que, con todas las distancias y matices posibles, me recuerda mucho al que se dio en España al inicio de la guerra civil. En aquel entonces el golpe militar se levantó contra un gobierno elegido por las urnas, en unos comicios más o menos limpios, que representaba la corriente ideológica dominante en el panorama internacional, el comunismo, con todas sus variantes. El alzamiento militar degeneró en guerra civil y hundió a España en su mayor tragedia de la era contemporánea. En Egipto el ejército se ha levantado, de una manera más moderna, contra un gobierno elegido por las urnas que representa la corriente ideológica dominante en el mundo musulmán hoy en día, el islamismo. Reconozco que el ejemplo es algo forzado, pero lo más importante que quiero señalar es que entonces, como ahora, dos fuerzas completamente antagónicas, irreconciliables y enfrentadas se levantaron en armas con el ánimo de destruir una a la otra. El ejército egipcio no va a permitir que los islamistas vuelvan al poder (de hecho no creo que permita que nadie que no sea el propio ejército ocupe dicho poder, al estilo franquista) y los islamistas no van a renunciar al poder que creen que es suyo por la gracia de Alá, y que se les otorgó hace un año en un proceso electoral civil. Y en medio de estas dos enormes fuerzas, en medio de la batalla que se plantea día a día en las calles de El Cairo y el resto de ciudades, está el tercer bando, la tercera España, como la han denominado algunos, que es mucha, mayoritaria en ocasiones, que son los ciudadanos ayer en España, hoy en Egipto, que no son islamistas ni militares, que pueden profesar una fe en Alá pero no están radicalizados, que son liberales pero no apoyan un golpe que ha degenerado en una carnicería, que tienen creencias o no, ideologías o no, pero que tratan día a día de ganarse un pan en medio de una economía deshecha y que ven cómo se encuentran entre dos fuerzas cada vez más fanatizadas y violentas que tratan de acabar con todo lo que se interponga en su camino. ¿Qué hacer? ¿Qué camino escoger? Muchos intelectuales españoles, cuando se desató la guerra, vieron horrorizados como su país caía en la locura y ya no había sitio para los argumentos y la palabra, sólo para los disparos. Republicanos, monárquicos, liberales, socialistas... muchos que, desde sus diversas ideologías no estaban dominados por el odio al contrario, se vieron en la tesitura de elegir un bando u otro. Algunos, forzados, así lo hicieron, y se traicionaron a sí mismos con tal de salvarse, otros escogieron trinchera en función de dónde les pilló la guerra. Y otros, los más afortunados de cara a mantener su esperanza de vida, huyeron al extranjero, desaparecieron, se largaron en medio de la desolación y la tristeza. Libros de testimonio como el “A sangre o fuego” de Chaves Nogales o novelas como “La noche de los tiempos” de Antonio Muñoz Molina, retratan ese drama del exiliado, del hombre culto que ve como huir es la única alternativa para escapar de la locura que se ha apoderado de su país y que acaba con los suyos, con lo más querido. Son libros duros, tristes, desesperanzados… necesarios, que cuentan la historia del fracaso de un país, de una sociedad, y de cómo los náufragos que se han arrojado al mar retratan el hundimiento de lo que para ellos era su casa, su patria, en la sombra y la muerte.

Esos libros adquieren, hoy y ahora, especial relevancia en Egipto, porque retratan el sentimiento que, sin duda, sola el corazón de muchos egipcios. Hay una pequeña entrevista en la BBC de este fin de semana al actor egipcio Khalid Abdalla, que hizo de piloto del cuarto avión en la película United 93, que deben ver. En ella Khalid cuenta cómo su país se desangra entre esas dos fuerzas, el ejército que siempre ha tenido el poder y el islamismo, a las que califica como fascistas, mientras que la sociedad civil se ve aprisionada, cercada, sometida, entre ambos bandos. “No quiero escoger entre ellos, son lo mismo” dice a la cámara, reflejando la misma desolación y angustia que Chaves Nogales, el gran cronista, tan bien plasmó en sus escritos. Tristemente, en contextos muy distintos y con protagonistas que parecen no tener nada que ver, la historia tiende a repetir todos sus errores, dramas y miserias.

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