Era posible que sucediera y al
final ha pasado. La acogida por parte de Rusia en su territorio al
excolaborador de la NSA Edward Snowden ha elevado demasiado la tensión entre
los dos países, que ya era alta desde hace tiempo, y ha obligado a Obama a
hacer un gesto sonoro, una especie de puñetazo en la mesa, o pataleta infantil.
Para ello ha utilizado la prevista cumbre bilateral EEUU Rusia, que se va a
celebrar en Septiembre tras la reunión del G20 en San Petersburgo, y ayer
anunció que cancela esa reunión bilateral post G20 como señal de protesta oficial
ante Rusia.
De esta manera, Snowden se
convierte en un nuevo episodio que contribuye a enfriar aún más unas relaciones
que en los últimos tiempos no dejan de deteriorarse. Tras la caída del
comunismo y el desmembramiento de la URSS, las relaciones de EEUU con Rusia, el
país que en cierto modo heredó los restos del imperio soviético, mejoraron
espectacularmente. Décadas de hostigamiento, incomunicación, guerra fría y
tensiones larvadas o dirimidas a través de guerras regionales dieron paso a una
relación cordial, amable y, por momentos, amistosa. Entonces Rusia estaba
postrada, con una economía arrasada y un potencial político y militar
devaluado, y EEUU era la única superpotencia, la hiperpotencia, el todo, como
lo quieran ustedes denominar, pero no tenía rival a la vista. Sin embargo a lo
largo de la última década las cosas han cambiado un poco y la relación se ha
ido agriando. Para EEUU estos últimos años han sido duros. El 11S, la guerra de
Irak y la crisis económica desatada desde 2008 han supuesto una pérdida de
poder y credibilidad de la nación tal que sólo a lo largo del último par de
años ha empezado a detener su sangría. La aparición de China en el contexto
internacional como una nueva superpotencia ha hecho añicos el sueño de los
analistas norteamericanos de un mundo regido desde Washington, y poco a poco se
vuelve a levantar una cierta estética de tensión de la guerra fría, esta vez
con el pacífico de por medio, entre un EEUU dolorido y una China orgullosa que
crece sin fin (hasta que sus bases no aguanten tanto desarrollo y colapsen,
sospecho). ¿Y Rusia? La respuesta en el caso ruso es más compleja si cabe que
en el norteamericano, tanto por lo poco que se sabe realmente del país como por
el hecho de que, al menos, existen dos rusias, la de los dirigentes, oligarcas
y controladores del poder y la del ciudadano de a pie, inmensamente mayoritario.
Si para este último los años transcurridos desde los noventa han sido un lento
pero inexorable proceso de empobrecimiento y pérdida de derechos y libertades,
para las clases dirigentes, oligárquicas es un término que aquí encaja a la
perfección, se puede afirmar que las últimas dos décadas han sido paradisíacas
para sus intereses. La simbiosis entre un gobierno corrupto, aparentemente
democrático pero sometido a un férreo control por parte de Putin, y un grupúsculo
de empresarios y hombres de negocio afine sal kremlin ha otorgado un enorme
poder a ambos, tanto en lo político como en lo económico. Aprovechando su vasta
extensión y abundancia de recursos naturales, Rusia ha transformado
parcialmente su economía para convertirla en exportadora de materias primas, un
poco como si de un país en vías de desarrollo se tratase. Las inmensas rentas que
le proporciona, por ejemplo, ser el primer exportador mundial de petróleo le
permite mostrar un enorme poderío en lo que hace a su ejército, y el mensaje
ultranacionalista que Putin y sus peones destilan en el día a día, añorando una
madre Rusia fuerte y poderosa, ha hecho que necesario reverdecer parte de la
retórica del enfrentamiento de los años setenta, porque no hay nada como un
enemigo para compactar al país, para unificarlo. La autocracia de Putin,
partidaria de regímenes que a lo largo del mundo usan el nombre de la
democracia pero actúan como dictaduras, ha hecho que Rusia y occidente se
enfrenten cada vez más en asuntos como el de Corea del Norte, Irán, Libia o,
ahora mismo, el desastre de la guerra Siria. Pero Putin, dueño de la mayor
gasolinera del mundo, compra voluntades con barriles y aguanta en el poder.
Así, Snowden, llegado de rebote a
Moscú como etapa de un supuesto viaje a Latinoamérica que parece aplazada sin
fecha, se ha convertido en una perfecta piedra con la que poder fastidiar a los
EEUU, usando al técnico de la NSA como arma arrojadiza de una Rusia
oscurantista y orwelliana para denunciar el espionaje que se practica desde Washington,
en una maniobra tan cínica e hipócrita como rentable de cara a los intereses
del Kremlin. Es poco probable que las cosas vayan a más, pero es muy difícil
que, con el actual régimen de poder en Rusia, se pueda volver a reconstruir una
relación de confianza mutua entre los dos países que, no lo olvidemos, siguen
detentado el poder militar absoluto y la capacidad de mandarnos a todos al otro
barrio en menos tiempo de lo que usted acaba en leer esta última frase.
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