jueves, agosto 08, 2013

Snowden congela a EEUU y Rusia


Era posible que sucediera y al final ha pasado. La acogida por parte de Rusia en su territorio al excolaborador de la NSA Edward Snowden ha elevado demasiado la tensión entre los dos países, que ya era alta desde hace tiempo, y ha obligado a Obama a hacer un gesto sonoro, una especie de puñetazo en la mesa, o pataleta infantil. Para ello ha utilizado la prevista cumbre bilateral EEUU Rusia, que se va a celebrar en Septiembre tras la reunión del G20 en San Petersburgo, y ayer anunció que cancela esa reunión bilateral post G20 como señal de protesta oficial ante Rusia.

De esta manera, Snowden se convierte en un nuevo episodio que contribuye a enfriar aún más unas relaciones que en los últimos tiempos no dejan de deteriorarse. Tras la caída del comunismo y el desmembramiento de la URSS, las relaciones de EEUU con Rusia, el país que en cierto modo heredó los restos del imperio soviético, mejoraron espectacularmente. Décadas de hostigamiento, incomunicación, guerra fría y tensiones larvadas o dirimidas a través de guerras regionales dieron paso a una relación cordial, amable y, por momentos, amistosa. Entonces Rusia estaba postrada, con una economía arrasada y un potencial político y militar devaluado, y EEUU era la única superpotencia, la hiperpotencia, el todo, como lo quieran ustedes denominar, pero no tenía rival a la vista. Sin embargo a lo largo de la última década las cosas han cambiado un poco y la relación se ha ido agriando. Para EEUU estos últimos años han sido duros. El 11S, la guerra de Irak y la crisis económica desatada desde 2008 han supuesto una pérdida de poder y credibilidad de la nación tal que sólo a lo largo del último par de años ha empezado a detener su sangría. La aparición de China en el contexto internacional como una nueva superpotencia ha hecho añicos el sueño de los analistas norteamericanos de un mundo regido desde Washington, y poco a poco se vuelve a levantar una cierta estética de tensión de la guerra fría, esta vez con el pacífico de por medio, entre un EEUU dolorido y una China orgullosa que crece sin fin (hasta que sus bases no aguanten tanto desarrollo y colapsen, sospecho). ¿Y Rusia? La respuesta en el caso ruso es más compleja si cabe que en el norteamericano, tanto por lo poco que se sabe realmente del país como por el hecho de que, al menos, existen dos rusias, la de los dirigentes, oligarcas y controladores del poder y la del ciudadano de a pie, inmensamente mayoritario. Si para este último los años transcurridos desde los noventa han sido un lento pero inexorable proceso de empobrecimiento y pérdida de derechos y libertades, para las clases dirigentes, oligárquicas es un término que aquí encaja a la perfección, se puede afirmar que las últimas dos décadas han sido paradisíacas para sus intereses. La simbiosis entre un gobierno corrupto, aparentemente democrático pero sometido a un férreo control por parte de Putin, y un grupúsculo de empresarios y hombres de negocio afine sal kremlin ha otorgado un enorme poder a ambos, tanto en lo político como en lo económico. Aprovechando su vasta extensión y abundancia de recursos naturales, Rusia ha transformado parcialmente su economía para convertirla en exportadora de materias primas, un poco como si de un país en vías de desarrollo se tratase. Las inmensas rentas que le proporciona, por ejemplo, ser el primer exportador mundial de petróleo le permite mostrar un enorme poderío en lo que hace a su ejército, y el mensaje ultranacionalista que Putin y sus peones destilan en el día a día, añorando una madre Rusia fuerte y poderosa, ha hecho que necesario reverdecer parte de la retórica del enfrentamiento de los años setenta, porque no hay nada como un enemigo para compactar al país, para unificarlo. La autocracia de Putin, partidaria de regímenes que a lo largo del mundo usan el nombre de la democracia pero actúan como dictaduras, ha hecho que Rusia y occidente se enfrenten cada vez más en asuntos como el de Corea del Norte, Irán, Libia o, ahora mismo, el desastre de la guerra Siria. Pero Putin, dueño de la mayor gasolinera del mundo, compra voluntades con barriles y aguanta en el poder.

Así, Snowden, llegado de rebote a Moscú como etapa de un supuesto viaje a Latinoamérica que parece aplazada sin fecha, se ha convertido en una perfecta piedra con la que poder fastidiar a los EEUU, usando al técnico de la NSA como arma arrojadiza de una Rusia oscurantista y orwelliana para denunciar el espionaje que se practica desde Washington, en una maniobra tan cínica e hipócrita como rentable de cara a los intereses del Kremlin. Es poco probable que las cosas vayan a más, pero es muy difícil que, con el actual régimen de poder en Rusia, se pueda volver a reconstruir una relación de confianza mutua entre los dos países que, no lo olvidemos, siguen detentado el poder militar absoluto y la capacidad de mandarnos a todos al otro barrio en menos tiempo de lo que usted acaba en leer esta última frase.

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