jueves, agosto 29, 2013

Tormenta de verano


Ayer, por primera vez desde que empezó el verano de verdad, y cuando parece que empieza a acabarse, llovió en Madrid. Lo hizo de una manera caprichosa, irregular, con fuertes trombas en la zona noroeste, cercana al aeropuerto, y jirones indecisos en el resto de la ciudad, que mojaron el suelo, refrescaron y aliviaron la sequedad ambiental que llevaba semanas, meses, reinando sin oposición alguna. Parecía por momentos que las gotas, tímidas, pedían permiso al recalentado asfalto para tirarse contra él y, una vez concedido, lo hacían con cuidado, con elegancia, como si no quisieran romper la calma del suelo…. Sí, llovió con cuidado…

Ilusionado por el chubasco y nuevas formaciones nubosas que se encaminaban hacia la ciudad desde el suroeste, llegue por la tarde a casa y cámara en ristre me subí a un pequeño promontorio que está cerca de mis pisos, en una zona que iba a ser la culminación de un gran parque verde que flanquea todo mi barrio, pero que por motivos de agotamiento presupuestario sigue siendo una especie de vertedero que linda con las zonas que sí llegaron a arreglarse. Hay por así decirlo, un punto de transición entre el jardín arreglado y el arenal salvaje que indica eso de “hasta aquí llegó la pasta”. Esa elevación de la zona salvaje no es tan prominente como la del parque de las tetas, ni si quiera como la que se encuentra al final de la zona arreglada, en la que se ha aprovechado para hacer una especie de mirador, pero a cambio está mucho más cerca de mi portal, hecho relevante si, como preveía, una nueva tormenta se iba a pasar sobre mi cabeza. En fin, allí subí, me aposté y esperé. Y como veía por el radar de la web de AEMET un potente chubasco se acercaba a Madrid desde la zona de Toledo, pero no era necesario que prestase atención a la pantalla de mi móvil, no. Ante mi se encontraba una enorme formación nubosa, oscura, que cubría todo el flanco sur y este de mi visión, de la que se descolgaba una columna negra de precipitación, lo que le hacía tomar al conjunto una forma muy parecida a las que adoptan las grandes explosiones nucleares. Aunque parecía estar cerca, la columna de lluvia se encontraba a bastantes kilómetros de mi posición, los suficientes para que se pudiera apreciar toda la base de la nube y su inmensa extensión, al lado de la cual una ciudad enorme como Madrid no es sino una pequeña porción de terreno presto a ser barrido. Se intuían rayos de fondo, pero se veían también lejanos y no se oían. Con el paso de los minutos la tormenta se acercó, y empezó a virar, de tal manera que recorrió una trayectoria en sentido este oeste más que suroeste noreste, por lo que pasó por la parte sur de la ciudad y localidades limítrofes, pero no llegó a afectar a Madrid centro ni a mi barrio, sito al este. Eso sí, estaba mucho más cerca, podía distinguir las cortinas de precipitación y se veían los rayos con mucha mayor claridad, llegándose incluso a escuchar algún trueno, amortiguado por la distancia y el ruido incesante de una ciudad que no para. Y a medida que la tormenta se movía hacia el este dejaba abierto un flanco en el oeste, por el que cada vez se colaban más rayos de un sol al que ya no le quedaba demasiado tiempo para ponerse. A una media hora de su puesta emergió el sol de entre las nubes, inmenso, sin que nada se le interpusiera, y empezó a iluminar las cortinas de lluvia con unos rayos muy horizontales, preludio de su despedida, y la imagen empezó a ser sobrecogedoramente bella.

Pero es que pasados unos minutos, el sol se puso entre los edificios del fondo, y los últimos rayos antes de que llegara el anochecer provocaron un espectáculo maravilloso, en el que la luz, roja, cobriza, de unos tonos y gamas que no soy capaz de describir por no saber ni los términos adecuados, lo inundaba todo, chocaba con la base de la tormenta, que iba a lo suyo, y componía una escena de color y luz como pocas he visto en mi vida. Varios curiosos que estaban cerca de mi posición parecían estar igualmente asombrados, e incluso aparecieron un par de coches de policía por allí cuyos ocupantes, a todo correr, llegaron a mi punto de observación y empezaron a sacar cámaras y móviles para retratar una escena de una belleza total, embriagadora, absoluta…. Créanme, lo de ayer fue un espectáculo difícil de superar.

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