lunes, agosto 05, 2013

La dura receta del FMI


El viernes por la tarde, tras el final de una semana de transición entre Julio y Agosto que ha sido más intensa que muchas del periodo laboral, cuando miles de españoles iniciaban su ritual viaje hacia el atasco y dejaban sus atestadas ciudades para abarrotar las playas, el FMI publicó la versión actualizada de su informe para España, en el que recalcula las previsiones de distintas variables macroeconómicas hasta el lejano, hoy en día infinito, horizonte de 2018, y en base a los números que ofrece pinta un oscuro panorama para la economía nacional, con tasas de crecimiento muy bajas, paro altísimo aunque en suave descenso y deuda que no deja de crecer. Menuda manera de aguar la sangría a muchos.

El informe pinta un panorama sombrío, sí. Viene a decir que hemos tocado fondo, y que nos esperan varios años en los que nos toca reptar por él hasta encontrar la salida. Frente al fin de la crisis en V con el que sueñan todos los eonomistas y gestores mientras se encuentran en el gobierno, el FMI prevé que tras la horrible W que hemos dibujado, sin la barra / del final de la letra, claro, nos espera una figura de L, con una base muy larga. Estancamiento, atonía de las variables y, sin destruir anda, una buena tanda de años en los que el crecimiento será lánguido, rácano y, desde luego, insuficiente para abordar los dos graves problemas que nos ha dejado la maldita crisis: el paro y el nivel de endeudamiento público y privado. Es decir, una forma de salir tan cutre que tardará bastante tiempo en parecer que salimos. ¿Qué recomienda el fondo para acelerar esta salida, crecer más y crear empleo? La verdad es que no han sido muy originales, y es que su receta pasa por la bajada de salarios, y este ha sido el principal titular que el informe del fondo ofreció a los medios, que como en este ejemplo, pusieron casi todo el acento de la noticia en la reducción salarial. Tras unos años de contención y bajada, el FMI considera que nuestra única opción sigue por el camino de la llamada devaluación interna, la reducción de costes y de nivel de vida, y esa bajada de salarios es lo que ellos calculan sería suficiente para aumentar la contratación de manera significativa y dinamizar el maltrecho mercado de trabajo. Como corolario, sugieren una reforma de la reforma laboral, para que la contratación y el despido sean más asequibles, rebajando en algún punto las cotizaciones sociales que abonan trabajadores y empresarios, y subiendo el IVA para paliar el efecto de la menor recaudación derivada de las bajadas en las cotizaciones. En definitiva, más o menos lo que lleva proponiendo el FMI desde hace algunos años, antes de que se incorporara a la troika y después de ser parte de ella. Si se acuerdan un poco hace algunos meses tertulianos de esos que hablan sin saber y no callan alababan el nuevo giro que detectaban en el FMI al respecto de las políticas de austeridad. Bastaron unas palabras amables de Lagarde en contra de la excesiva presión hacia Grecia y Portugal para que salieran en tromba alabando el mensaje que llegaba de Washington, frente a los intransigentes dictados de Bruselas, y proclamaban el fin de la austeridad como política económica en la eurozona, a la vez que llenaban de brotes verdes y demás especies vegetales los campos de una España en recuperación y una Europa cuasiflorida. Supongo que muchos de esos analistas se sintieron el vienes como si se les hubiera cortado la digestión tras su primer baño de verano, tras no haber hecho caso a los consejos de la madre (o madrastra) Lagarde, y haberse tirado al agua mucho antes de lo que marcaba la prudencia y el sentido común. Y es que el mensaje del FMI del viernes para España es el mismo que el que emitió hace unos días para Portugal, y el que lleva lanzando los últimos años. Más allá de declaraciones a la galería para apaciguar a periodistas incautos, el FMI no ha cambiado de discurso desde que estalló la crisis del euro.

¿Y tiene razón el FMI? Como suele ser habitual, depende. En mi opinión acierta en la idea de que, si hemos tocado fondo y no surgen nuevos problemas en el horizonte (beban champan ahora, en unos meses a saber) nos esperan años de estancamiento, que es no perder más, sí, pero no es crecer ni empezar a recorrer el camino de vuelta en el mercado laboral. Y en la bajada de sueldos creo que se equivoca. Se puede recuperar competitividad recortando sueldos, sí, pero también desregulando, eliminando organismos superfluos, abriendo a la competitividad sectores que siguen regulados, bajando cotizaciones y persiguiendo el fraude fiscal, eliminado estructuras políticas y de gobierno redundantes… hay otras vías que no pasan por el (aún mayor) hundimiento de la demanda interna, pero creo que mi extra navideña quedó sentenciada el viernes. El tiempo lo dirá

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