El viernes por la tarde, tras el
final de una semana de transición entre Julio y Agosto que ha sido más intensa
que muchas del periodo laboral, cuando miles de españoles iniciaban su ritual
viaje hacia el atasco y dejaban sus atestadas ciudades para abarrotar las playas,
el FMI publicó la versión actualizada de su informe para España, en el que
recalcula las previsiones de distintas variables macroeconómicas hasta el
lejano, hoy en día infinito, horizonte de 2018, y en base a los números que
ofrece pinta un oscuro panorama para la economía nacional, con tasas de
crecimiento muy bajas, paro altísimo aunque en suave descenso y deuda que no
deja de crecer. Menuda manera de aguar la sangría a muchos.
El informe pinta un panorama
sombrío, sí. Viene a decir que hemos tocado fondo, y que nos esperan varios
años en los que nos toca reptar por él hasta encontrar la salida. Frente al fin
de la crisis en V con el que sueñan todos los eonomistas y gestores mientras se
encuentran en el gobierno, el FMI prevé que tras la horrible W que hemos
dibujado, sin la barra / del final de la letra, claro, nos espera una figura de
L, con una base muy larga. Estancamiento, atonía de las variables y, sin
destruir anda, una buena tanda de años en los que el crecimiento será lánguido,
rácano y, desde luego, insuficiente para abordar los dos graves problemas que
nos ha dejado la maldita crisis: el paro y el nivel de endeudamiento público y
privado. Es decir, una forma de salir tan cutre que tardará bastante tiempo en
parecer que salimos. ¿Qué recomienda el fondo para acelerar esta salida, crecer
más y crear empleo? La verdad es que no han sido muy originales, y es que su
receta pasa por la bajada de salarios, y este ha sido el principal titular que
el informe del fondo ofreció a los medios, que como en este ejemplo, pusieron
casi todo el acento de la noticia en la reducción salarial. Tras unos años
de contención y bajada, el FMI considera que nuestra única opción sigue por el
camino de la llamada devaluación interna, la reducción de costes y de nivel de
vida, y esa bajada de salarios es lo que ellos calculan sería suficiente para
aumentar la contratación de manera significativa y dinamizar el maltrecho
mercado de trabajo. Como corolario, sugieren una reforma de la reforma laboral,
para que la contratación y el despido sean más asequibles, rebajando en algún
punto las cotizaciones sociales que abonan trabajadores y empresarios, y
subiendo el IVA para paliar el efecto de la menor recaudación derivada de las
bajadas en las cotizaciones. En definitiva, más o menos lo que lleva
proponiendo el FMI desde hace algunos años, antes de que se incorporara a la
troika y después de ser parte de ella. Si se acuerdan un poco hace algunos
meses tertulianos de esos que hablan sin saber y no callan alababan el nuevo
giro que detectaban en el FMI al respecto de las políticas de austeridad.
Bastaron unas palabras amables de Lagarde en contra de la excesiva presión
hacia Grecia y Portugal para que salieran en tromba alabando el mensaje que
llegaba de Washington, frente a los intransigentes dictados de Bruselas, y proclamaban
el fin de la austeridad como política económica en la eurozona, a la vez que
llenaban de brotes verdes y demás especies vegetales los campos de una España
en recuperación y una Europa cuasiflorida. Supongo que muchos de esos analistas
se sintieron el vienes como si se les hubiera cortado la digestión tras su
primer baño de verano, tras no haber hecho caso a los consejos de la madre (o
madrastra) Lagarde, y haberse tirado al agua mucho antes de lo que marcaba la
prudencia y el sentido común. Y es que el mensaje del FMI del viernes para
España es el mismo que el que emitió hace unos días para Portugal, y el que
lleva lanzando los últimos años. Más allá de declaraciones a la galería para
apaciguar a periodistas incautos, el FMI no ha cambiado de discurso desde que estalló
la crisis del euro.
¿Y tiene razón el FMI? Como suele
ser habitual, depende. En mi opinión acierta en la idea de que, si hemos tocado
fondo y no surgen nuevos problemas en el horizonte (beban champan ahora, en
unos meses a saber) nos esperan años de estancamiento, que es no perder más, sí,
pero no es crecer ni empezar a recorrer el camino de vuelta en el mercado
laboral. Y en la bajada de sueldos creo que se equivoca. Se puede recuperar
competitividad recortando sueldos, sí, pero también desregulando, eliminando
organismos superfluos, abriendo a la competitividad sectores que siguen
regulados, bajando cotizaciones y persiguiendo el fraude fiscal, eliminado
estructuras políticas y de gobierno redundantes… hay otras vías que no pasan
por el (aún mayor) hundimiento de la demanda interna, pero creo que mi extra
navideña quedó sentenciada el viernes. El tiempo lo dirá
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