martes, agosto 27, 2013

Lo de Siria se pone serio


La comparecencia de ayer del Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, ex candidato demócrata ante Goeorge Bush en2004 si no recuerdan mal, elevó la tensión en lo referido al conflicto de Siria y supuso la mayor amenaza que, hasta el momento, ha hecho efectiva el gobierno de Washington frente al dictador Asad. Kerry afirmó que es indudable el uso de armas químicas por parte del régimen de Damasco, término éste no destinado a los sirios, sino a los países que son sus aliados, y prometió una respuesta proporcional a la gravedad de los sucesos. ¿Cuál? ¿Cómo? Eso no se sabe.

El desmadre sirio ha encerrado a EEUU en un peligroso avispero del que cada vez lo tiene más difícil para salir indemne. Al inicio de la guerra, cerca hace ya de dos años, muchos analistas auguraron que la caída del régimen de Damasco sería rápida, y la guerra cruenta pero breve, por lo que no sería necesario intervenir. El tiempo ha demostrado que ese vaticinio estaba profundamente equivocado. Convertida en una cruel guerra civil, Siria se desangra en una enfrentamiento a cara de perro entre un régimen sátrapa y asesino, que no duda en usar toda la fuerza de la que dispone, convencional o no, frente a los que lo atacan para perpetuarse. En frente a él se sitúa una amalgama de opositores cuyo único nexo es desear colgar a Bashar Al Asad en una plaza de Damasco. Milicias regulares, desertores del ejército, combatientes extranjeros, fuerzas de Al Queda, islamistas, soldados de fortuna… el caos. Esa baza, yo o el caos, es la que Asad sigue jugando, sabiendo que su caída pudiera poner al islamismo el país en bandeja, país que recordemos tiene frontera con Israel. Así pues, en este asunto el único que tiene claro qué es lo que quiere es el propio Asad. Los Estados Unidos, por su parte, se debaten en un mar de dudas. Sin ninguna gana de poner tropas en un terreno infestado de peligros, en el que las bajas serían elevadísimas, y sin tener claro en nombre de quién emprenderían una lucha, la postura de la Casa Blanca va virando poco a poco del estilo Rajoy, esperar a que se pudra todo y llevarse el fruto maduro, hacia una visión más intervencionista, pero sin el uso de fuerzas regulares. Es probable que en los planes de ataque que le hayan presentado a Obama el Pentágono haya diseñado una estrategia de intervención quirúrgica, basada en misiles lanzados desde buques de guerra, y bombardeos muy selectivos, quizás mediante bombarderos que partan y retornen directamente de suelo estadounidense, quizás incluso con drones, a algunos de los acuartelamientos y bases de las tropas de Asad, no tanto para decantar la guerra como para lanzar un mensaje del tipo “ándate con ojo, porque sino…” Sería, usando un símil poco pedagógico, algo así como pegarle un sopapo a un niño para esperar a ver si cambia de conducta, antes de darle una paliza de verdad. De esta forma se intervendría, acallando las críticas internacionales que piden una acción cada vez con más fuerza, se haría de una manera suave y controlada, y con un riesgo de bajas para las tropas norteamericanas cercano a cero. En todo caso, sea más o menos aséptica, sería una intervención en toda regle y metería de lleno a Washington en ese avispero, que es exactamente lo que la Casa Blanca no desea. Y recordemos que la situación actual ofrece pocas perspectivas de victoria clara para ambos bandos y sí mucha inestabilidad y juego sucio pase lo que pase.

Además intervenir tendría dos problemas añadidos. Uno sería el tensar aún más las relaciones con Rusia, fiel aliado del régimen de Asad, en un contexto ya muy escabroso tras el caso Snowden, y supondría remover la estabilidad, por decir algo, de una zona convulsa, en la que es casi seguro que Irán no se quedará de brazos cruzados viendo como EEUU ataca a su aliado. Por si esto fuera poco, el frente interno no va bien, dado que las encuestas muestran que no hay apoyo popular a una intervención, cansada como está la ciudadanía norteamericana de guerras en Oriente Medio sin resultados. También está por ver el efecto que tendría una guerra en la débil recuperación económica que vive el país. En fin, un embrollo de los gordos, en la que no hay soluciones buenas. Sólo malas o peores.

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