Ayer
tuvo lugar en TVE el segundo debate de las elecciones europeas (adiós
lectores, adiós, snifff) esta vez en formato múltiple, con representación de
las seis formaciones (coaligadas con otras o no) que consiguieron escaño en los
comicios de hace cinco años. Por el PP y PSOE acudieron los números dos de las
candidaturas, Esteban González Pons y Ramón Jaúregui respectivamente, y les
acompañaron Willy Meyer por IU, Francisco Sosa Wagner por UPyD, Ramón Tremosa por
CiU y Josep María Terricabras por ERC. Presentó María Casado, que dejó muy
claro al principio que ella era poco más que una figurante dado que todo el
formato estaba pactado (amañado dirían algunos) entre las formaciones participantes.
Empezando por el final, situaría
este encuentro entre los dos que se celebraron la semana pasada. No llegó al
nivel que ofrecieron los candidatos europeos, entre otras cosas porque aquello
era mucho más parecido al concepto real de debate que somos capaces de
imaginar, pero estuvo muy por encima del “espectáculo” que ofrecieron los
números uno del PP y PSOE, Cañete y Valenciano, que sólo sirvió para dejar en
ridículo a los estrategas de ambos partidos y provocar graves heridas
electorales al candidato del PP, que posteriormente él mismo se encargaría de
extender hasta el casi suicidio político. Volvamos al encuentro de ayer. Al
haber mucha gente las intervenciones debían ser breves, de un minuto para cada
uno, y los tiempos se respetaron. Debo destacar que en este debate sí se habló
de Europa, no de manera monográfica, desde luego, pero sí era un asunto al que
se refirieron casi todos los candidatos, incluido un Esteban Pons del PP que
trataba en todo momento de orillar el debate europeo para centrarse en la
recuperación de la economía española, estandarte de campaña del PP que, sin
dejar de ser cierto, muestra las carencias de la formación a la hora de
afrontar estos comicios que, en el fondo, le importan tanto como a casi el
resto de los españoles: Nada. Conceptos como austeridad, estabilidad de las
cuentas públicas, el MoU, el papel del BCE, las políticas de solidaridad entre
estados y muchos otros salieron a la luz, lo que ya es algo reseñable. Sin
embargo, el no poder entablar un debate en sentido estricto limitaba las posibilidades
de confrontar las diferentes posturas, expuestas en minimonólogos cerrados. Era
de esperar que saliese el tema de la propuesta soberanista catalana, lógico
teniendo en cuenta que de los seis participantes dos eran nacionalistas
catalanes y, pena, fue este el único tema en el que se llegó a alcanzar un
cierto debate entre las partes, con los representantes de CiU y ERC actuando al
unísono, envueltos en un nacionalismo arrebatado y, como siempre, ciego,
mientras que el resto de intervinientes mostraban un discurso inconexo y muy
divergente entre sí. El representante de IU trataba de esquivar el asunto
echando la culpa al capitalismo, Ramón Jáuregui mostraba la incoherencia que
existe en el PSOE, que ante este problema no tiene nada claro lo que debe
opinar, sumido en complejos y tremendas disputas en el PSC, Pons apelaba al
discurso del sentimiento de unidad entre hermanos, más allá de las siglas, y
Sosa Wagner era el único que esgrimía la legalidad para oponerse a la consulta,
a la hipotética secesión, y denunciaba el anacronismo del nacionalismo y de
todas las posturas excluyentes, no sólo esa, que se presentan el Domingo a las
elecciones en distintos países europeos y que, según las encuestas, pueden
obtener magníficos (y alarmantes) resultados. Fuera del tema soberanista la
economía centró la mayor parte del encuentro, pero en este campo la labor de
zapa de Pons, que no me gustó, fue efectiva, y consiguió llevar a Jáuregui y el
resto de candidatos, el terreno nacional, por lo que en parte el tema se frustró,
en lo que a Europa se refiere. Pons tardó mucho en virar y empezar a salirse
del discurso que llevaba escrito (y que no necesita leer) pero en la primera
media hora ofreció una imagen muy pobre.
Resultado final. Los “segundones” de PP y PSOE
son mucho mejores candidatos y oradores que sus cabezas de lista (un cara a
cara entre Pons y Jáuregui hubiera sido mil veces más interesante que lo que
vimos la semana pasada) y el resto de candidatos también dieron muestra de
saberse los temas que se estaban tratando. Pese a las limitaciones del formato,
el encuentro fue interesante, y puede que productivo para el escaso porcentaje
de espectadores que lo estábamos presenciando (a ver si llegamos al 5% de
cuota). Ya no habrá más debates electorales, salvo uno que se organiza hoy
entre Juncker y Schulz en la TV alemana, y los cuatro que votemos el Domingo
(yo ya lo he hecho por correo) no volveremos a ver a los candidatos enfrentarse
en estos “cuerpo a cuerpo”. El grado de ironía contenido entre las comillas también
lo dejo a su elección.
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