Cuando OOM y yo quedamos el
sábado en el Lago de la Casa de Campo para hacer el paseo ciclista nos topamos
con que la parada de metro estaba repleta de gente que acudía al expomanga
2014, feria centrada en el cómic y mundo manga pero que incluye muchas otras
formas de participación relacionadas con las series televisivas y cosas por el
estilo. De camino a la feria, que se celebrara en los cercanos recintos de
IFEMA, acudían cientos de personas disfrazadas (cosplay
en el argot) de personajes de videojuegos, de la guerra de las galaxias, de
juego de tronos, de superhéroes, mangas, otakus, góticas… de todo.
De unos años a esta parte se ha
disparado el fenómeno del fan de una franquicia cultural, sea serie, película,
cómic, da igual el formato, cada vez son más las personas que gastan tiempo y
dinero en caracterizarse como los personajes que siguen y admiran, que acuden a
convenciones como la del expomanga o similares, para encontrarse con otros
miles que comparten su afición y que, en un proceso que podríamos denominar de
“salida del armario” se atreven a hacer pública su pasión y a no esconderse de
vergüenza ante los que les rodean, que en muchos casos consideran ese
comportamiento como infantil y absurdo. Por decirlo de una manera, el friquismo
empieza a vivirse no sólo en la intimidad. Y ya les advierto que eso me parece
muy bien. No me van a ver vestido de Ben Kenobi, Jaime Lannister, o del Gran
Héroe Americano, porque nunca me ha gustado disfrazarme, pintarme o vestirme de
manera rara, pero me parece muy bien que haya gente que lo haga, que disfrute
con ello, que se junte con otros que lo disfrutan igualmente, y que se atrevan
a salir así a la calle. ¿Por qué no? Al día siguiente, comentándolo en el
trabajo, la mayoría de los que me rodeaban veían estos comportamientos con
malos ojos, y no era raro oír expresiones de algunos, que son padres de niños
pequeños, afirmando que preferían ver a sus hijos fumando porros en un parque o
de botellón que vestidos de esa manera. Dando por sentado que ambos
comportamientos, el botellón y el disfraz, no tienen por qué ser incompatibles,
me extrañaba la visión peyorativa que me rodeaba a la hora de juzgar estas aficiones.
Series como The Big Bang Theory han permitido que muchas personas conozcan las
interiores del comportamiento friki y nerd (más centrado en el mundo de la
tecnología) pero no han conseguido que sean vistos como aficiones respetables.
Sin embargo todo el mundo ve normal que miles de personas salgan a las calles
vestidas de los colores que enarbola un equipo de fútbol y monten una juerga tremenda
si su equipo mete algún gol más que el contrario. Salir con las camisetas,
bufandas, trompetas, gorros y demás parafernalia es correcto si se hace de
algo, el fútbol, que no sólo es socialmente aceptado, sino fomentado, desde los
medios de comunicación y las estructuras sociales. Qué ilusión les hace a
muchos padres ver a sus hijos vestidos del equipo de sus colores y, al parecer,
que repelús les entra si un día su hijo se fabrica una imitación de un sable
Jedi o se pone un kimono ajustado con pelucas de colores. Eso es intolerable,
ridículo e infantil, pero lo del fútbol no… Pues que quieren que les diga, a mi
me gusta lo primero y, como ya saben, nada de lo relacionado con el fútbol,
pero si uno quiere ir de otaku por la calle y otro llevar las insignias de las
copas ganadas por su club, que lo hagan. El que quiera compartirá una u otra
vestimenta, pero ¿por qué una es más respetable que otra? ¿Quién lo dicta? ¿Quién
lo juzga? Eso es la libertad, y ejercerla es gratificante.
En el fondo a mi, que soy una persona tímida,
apocada, supongo que bastante acomplejada y que ya no me voy a quitar el
sombrero de cortado chico de pueblo por mucho que viva en la capital, la visión
del expomanga y de los fieles que a él acudían me daba envidia, por muchas
razones, pero desde luego, y no la menor, por el arrojo y ganas de vivir la
vida que mostraban los que allí acudían, que seguramente habrán pasado como
todos, días buenos y días malos a lo largo de las semanas pasadas, pero que en
la confección de su disfraz han enjuagado parte de ese dolor, y lo han
superado. Y salían del metro satisfechos, felices, ilusionados, indiferentes a
críticas y comentarios. ¿No es envidiable? No es motivo de orgullo…. Friki?
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