De mientras media España estaba
de puente y yo me lo pasaba bien con mis amigos, en Ucrania la situación se
deterioraba cada vez más. El Viernes pudo ser el día de no retorno, el que haya
marcado el antes y el después, y no en una de las ciudades del este que más
renombre están alcanzando, no, sino
en Odesa, ciudad portuaria del mar negro, de nombre que evoca espías,
historia profunda y leyendas misteriosas, en la que decenas de personas
murieron en un ataque de milicianos proucranianos contra partidarios de Rusia,
que acabaron siendo quemados tras provocar los primeros un incendio en el
edificio en el que se refugiaron.
Ni está claro lo que pasó ni lo
que sucede hoy mismo en el este del país, más que nada por la guerra de
propaganda que mantienen los dos bandos y un cierto oscurecimiento
informativos, sorteado con problemas mayores por periodistas de determinados países,
especialmente EEUU, pero no tanto por los de otros, como los corresponsales
españoles, que están haciendo un magnífico trabajo. La situación recuerda un
poco a la de la semana pasada, en la que el gobierno de Kiev adoptaba firmes
decisiones de reconquista de las zonas rebeldes para acabar siendo apenas unos
pocos tanques los que eran movilizados, de los cuales más de la mitad
desertaban al llegar a la zona prorusa y se pasaban a los brazos de los amigos
de Putin, dejando al gobierno ucraniano en el más absoluto de los ridículos. Si
ayer desde Kiev se hablaba de combates y bloqueos en torno a la ciudad de Slaviansk
los testigos allí presentes afirmaban que bloqueos había, y tensión y miedo
sobraban, pero que ni había muertos ni altercados en la calle. En todo caso
parece evidente que la calma, si la hubo real en algún momento, se ha roto del
todo en el este del país, que las fuerzas prorusas se han hecho fuertes en las
ciudades que lindan con las antiguas tierras de los zares, que no se van a
dejar desalojar por las buenas, y que desde el bando liderado por Kiev también
está claro que se ha perdido el control de la fuerza. Las unidades regulares
(policía y ejército) no parecen actuar al dictado de las órdenes del gobierno,
mientras que son los grupos paramilitares asociados a “sector derecho” rama política
ultra que mantiene acampadas y posiciones en el Maidan, los que están empezando
a tomar posiciones sobre el terreno, llevando a la práctica ejercicios de
violencia e intimidación. Eso parece que sucedió en Odesa, donde se enfrentaron
los milicianos prorusos y los ultras del sector derecho, siendo estos últimos
los que acabaron rodeando a los primeros y, teniéndolos acorralados, decidieron
matarlos. En ningún momento parece ser que ni la población civil ni las fuerzas
de seguridad ucranianas pudieron (está por ver si quisieron) parar la tragedia que
allí se estaba fraguando. En este clima de creciente inseguridad, de toma de
las armas por grupos incontrolados y de violencia que puede surgir en cualquier
punto o momento es muy difícil analizar hacia donde se encamina el país, más
allá de saber que su futuro es un desastre, y que lo que no podemos determinar
de ninguna manera es la dimensión del mismo. Un escenario de balcanización
empieza a ser cada vez más probable. Como sucedió en la antigua Yugoslavia, se
puede desarrollar aquí una guerra “intermedia” de milicianos de uno y otro
bando, que tratan de hacerse con localidades y, una vez tomado el control,
limpiarlas de enemigos. Un conflicto civil sucio, repugnante, de tintes étnicos,
que sería muy difícil de controlar si se desata del todo. Y a día de hoy pocas
son las fuerzas que parecen estar interesadas en pararlo.
La diferencia, obvia, con el caso Yugoslavo, es
la vecindad de una Rusia eslava y con ganas de recuperar terreno, y que difícilmente
iba a permitir que fuerzas paramilitares de signo radical se hicieran con
ciudades fronterizas con su territorio. A medida que la escalada militar crezca
lo hacen igualmente las posibilidades de que Rusia se involucre con tropas en
el terreno para proteger sus lindes y las poblaciones de su mismo corazón y
lengua. Eso sería una pesadilla, que empieza a quitar el sueño a media Europa. En
este contexto, las elecciones previstas en Ucrania para el 25 de Mayo,
coincidiendo con las europeas, y no por casualidad, se antojan ilusorias, y no
veo la manera en la que puedan llevarse a cabo en la zona este del país. En su
conjunto, la situación pinta mal, muy mal.
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