La gran sorpresa electoral del
pasado Domingo, sin duda alguna, ha sido el éxito de “Podemos” la formación
creada, encabezada, dirigida, liderada, controlada, encarnada y sustentada en Pablo
Iglesias, mediático profesos de políticas de la Complutense de Madrid, asiduo a
tertulias televisivas, donde ha adquirido enorme notoriedad y recibido el
clamor popular de una buena parte de los espectadores. Las encuestas les
otorgaban presencia en la cámara de Bruselas con un escaño seguro, las más
arriesgadas les llevaban a la franja del 1 – 2. Los cinco escaños que ha
obtenido no se los esperaba nadie, ni ellos. Para mi fue una enorme sorpresa.
La ideología de podemos es, pese
a que parezca novedosa, un refrito de las cosas más viejas del mundo,
especialmente en lo que hace al marxismo comunismo. Su programa es un refrito
de la antigua alternativa KAS que Batasuna propugnaba en los ochenta, un
marxismo leninismo de corte soviético, basado en la nacionalización de todo lo
existente, mezclado con toques bolivarianos que, como se puede ver hoy en día
en Venezuela, son capaces de destruir un país si se ponen en práctica, aunque
el país ya estuviera bastante destrozado antes de implantarlas. Son de una
ingenuidad profunda, cargada de demagogia e impregnadas de una visión de la
economía y de la sociedad muy equivocada y plantean recetas que se han mostrado
fracasadas para atajar los problemas económicos del presente. Pero eso no es lo
fundamental. De hecho “Podemos” seguramente hubiera sacado un resultado igual
de bueno si se hubiera presentado a las elecciones sin programa electoral, con
una hoja en blanco, sin alternativas. Lo básico es que son nuevos, y que
encarnar la alternativa a lo que muchos llaman “la casta”, el político profesional,
que amparado en las siglas del PP y del PSOE (y PNV, CiU y muchos otros) lleva
instalado en el poder unas tres décadas. Podemos supone una forma de ataque a
esa casta, una vía para destruirla, para desbancarla del asiento del poder en
el que lleva instalada ya tanto tiempo, y eso es lo que le ha servido como
plataforma de recolección de votos. El mensaje mediático de su líder, de
izquierda cuasirevolucionaria, ha tenido su influjo, pero es la idea esa de que
“Podemos” es la única herramienta capaz de luchar contra la clase política la
que ha calado en gran parte de la sociedad, que está hastiada de corrupción, de
engaños, de medias tintas y de falsedades, que busca un liderazgo en la política
y sólo encuentra mediocridad y palabras vacías. Sumen a todo esto que Pablo
Iglesias y sus colaboradores no son tontos, ni mucho menos, y han hecho una
magnífica campaña electoral, explotando las redes sociales, la tecnología, y
todo aquello que las maquinarias de los grandes partidos desprecian, y el
resultado está ahí. En torno al millón cuatrocientos mil votos, tercera fuerza
política del país en varias comunidades, entre ellas la de Madrid, desbancando
a una IU que se ha visto muy superada por su flanco izquierdo, dejando a UPYD
con unos buenos resultados pero, ni mucho menos, los que hubiera esperado sin
la presencia de este fenómeno. Desde el PP y el PSOE se minusvalora lo
conseguido por las huestes de Iglesias, pero harían bien en mirarlo con
cuidado. Esa formación ha obtenido votos que en el pasado fueron a cualquier
otra, quizás más de izquierdas, sí, pero seguro que algún votante del PP de
anteriores comicios les ha votado. Y ha logrado que electores abstencionistas
por vocación, que nunca han votado a nadie, se movilicen y les apoyen. Parte del
movimiento 15M ha encontrado en “Podemos” la plataforma de enganche político
ideal, y seguramente se han movilizado para votarles. Por tanto, no creo que “Podemos”
sea flor de un día, ni mucho menos.
En todo caso, su presencia en las elecciones es
una muy buena noticia, porque da la razón a los que decimos que la única manera
de cambiar las cosas en democracia es con los votos. La protesta por protesta no
conduce a nada. Aunque les cueste reconocerlo, “Podemos” se ha integrado en el
sistema que tanto critica, quizás con la idea de reventarlo desde dentro, pero
con su gesto lo legitima como la vía única para poder modificarlo. A partir de
ahora esta formación se enfrentará, cada vez más, a la vida política real, a la
necesidad de llegar a acuerdos, a la presión mediática y social, a pasar del
idealismo a la realidad y los números, y veremos a ver qué tal responde. En
todo caso su presencia animará mucho el panorama político nacional.
Bienvenidos, a ver de lo que sois capaces.
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