martes, mayo 27, 2014

Rubalcaba (parece que) se va


Poco a poco las consecuencias de las elecciones del Domingo empiezan a pasar factura entre los partidos perdedores. En el PP tratan de hacer como que han ganado y ya está, a sabiendas de que no es así. De momento tienen la posición más cómoda de todas y los recursos a mano para poder salvarse, pero no está claro que vayan a mover un dedo para hacerlo. Si se empeñan en seguir así se estrellarán, como claman algunas voces en el partido, desatendidas por una mayoría acomodada y una dirección ramplona y cortoplacista en extremo que resulta ser la menos adecuada en estos momentos de zozobra. Ellos sabrán lo que hacen.

En el PSOE la cosa es distinta, también su situación. La derrota electoral ha sido sangrante, otra más, y cada vez que el partido concurre a unos comicios nacionales cosecha un resultado que es históricamente negativo. Una secuencia de fracasos que no hay organización que la resista. Por eso la decisión que ayer hizo pública Rubalcaba de convocar un congreso extraordinario para el 19 y 20 de Julio, al que no se presentará a repetir cargo de secretario General, no cogió por sorpresa a muchos. Algo había que hacer. Algo había que cambiar. La duda es si el congreso es la mejor vía para hacerlo, si eso supone que las primarias abiertas para seleccionar al candidato a la presidencia del gobierno quedan olvidadas en una esquina y si esta es la definitiva y última actuación de un Rubalcaba que ha sido casi todo en la política española, menos lo que más hubiera deseado ser, presidente del gobierno. En su larguísima carrera pública, que empieza a mediados de los ochenta, Rubalcaba lo ha sido todo. Ministro de varias ramas, vicepresidente, el hombre con fama de ser el mejor informado de España, dueño de míticos recursos para espiar y conocer lo que pasaba en los entresijos del poder, amigo de las conspiraciones, calificado como Rasputín por sus enemigos, temido por sus amigos y compañeros, Rubalcaba ha creado un mito en torno a su propia figura política que resulta muy incómodo a la hora de analizar realmente cuál ha sido su desempeño en los cargos que ha ocupado. Con fama de eficiente, trabajador y disciplinado, es evidente que el ansia de poder ha sido una de sus constantes, como por otra parte les sucede a todos los que entran en política. Su lengua, magnífica y afilada, ha tejido muchos de los mejores discursos que se han lanzado en el Congreso estos años, y su capacidad de trabajo en la sombra es indiscutible. En los días del 11 al 14 de Marzo demostró su inmensa capacidad como agitador político, vio la debilidad del enemigo, y atacó con saña por la herida abierta de un PP que se desangraba políticamente a medida que la confusión del atentado iba dando paso a una cruda realidad. Su papel en estos últimos años al frente del PSOE, como secretario general, ha evidenciado que, como a alguno le leí hace tiempo, Rubalcaba es el mejor número dos del mundo pero un mal número uno. Leal, servicial y eficaz para servir al líder, su propio liderazgo ha tenido enormes carencias, empezando por encarnar en su propia persona la imagen del fracasado gobierno de ZP, y la negación a admitirlo. Durante estos años ha tratado de salvar el trago de la oposición al PP pensando que era un tiempo corto, un accidente, que la crisis que les sacó del poder y arruinó España sería algo transitorio, y que volverían en breve a ocupar el poder quienes lo ostentaron en el momento del hundimiento. Craso error. Nadie en España va a volver a confiar en la generación y rostros que, dirigidos por un Zapatero errado hasta el fondo, no vieron ni supieron ni, probablemente, quisieron, asumir que el engaño en el que habían vivido durante varios años tocaba a su fin. Por ello, la decisión de ayer de Rubalcaba de dejarlo, que muchos desconfiados no creen sea cierta hasta que lo vean, tiene toda la lógica del mundo y es el primero de los muchos pasos que debe dar el PSOE para su renovación.

¿Hacia dónde? ¿Con qué liderazgo? ¿Qué ideología? Esas y otras muchas son las preguntas profundas, que tardarán tiempo en ser contestadas pero, inevitablemente, deben ser cubiertas. Ahora mismo el partido está deshecho, sin poder, influencia y dinero. Conserva su feudo andaluz, como cuartel de invierno donde sanar sus heridas, pero carece de proyección nacional y de figuras líderes. El Congreso debiera servir para empezar a aclarar el campo de trabajo, poniendo al frente del partido a nuevas personas que no provengan de la etapa ZP, pero aun así eso sería también el principio de la reconstrucción de un PSOE que, atrapado por su pasado y por el empuje de una izquierda desatada al grito de “podemos” debe encontrar su sitio centrado en la sociedad española. Ojalá lo consiga, lo necesitamos.

No hay comentarios: