lunes, mayo 12, 2014

Lo Hipster triunfa en Eurovisión


Le pasa a Eurovisión lo mismo que a muchos programas de telebasura, que todo el mundo niega verlos y despotrica contra ellos pero, cuando se emiten, alcanzan cotas de audiencia enormes, que los hacen rentables y eternos. Pregunte en su entorno la opinión que les produce a sus conocidos el festival de la canción (casposo será de lo más suave que vayan a oír) y, sin embargo, todos sabrán quién ha ganado, el puesto en el que hemos quedado (nunca los ganadores) y cuáles han sido, entre todas, las actuaciones más horteras, espectaculares o, simplemente, frikys. Y muchos le contestarán con un “twelve points” dicho en inglés macarrónico con pose de presentadora.

Yo no soy fan de Eurovisión, ni del concurso en sí mismo ni de los estilos musicales que por él desfilan, pero no tengo nada en contra del festival y, lo confieso, me divierte ver algunas de las canciones, comentar lo que me parecen y, sobre todo, asistir al complejo y surrealista proceso de votación, en el que casi siempre la geopolítica, la vecindad y los afectos locales entre naciones son los que determinan a quienes se votan. Este año la edición se celebró en Copenhague, en un recinto gigantesco, sito en un antiguo muelle, en un escenario en el que la luz y los efectos especiales se salían y con un despliegue de medios apabullante en todos los sentidos. Vi en directo hasta Alemania, más o menos un tercio de los concursantes, y me reafirmo en que no es mi estilo musical lo que allí se expone. Como no vi actuar a la cantante española no puedo juzgar si lo hizo bien o no, pero esta vez hemos quedado en un honroso puesto 10, cima a la que no llegábamos desde hace mucho tiempo, por lo que se puede considerar un éxito. Dirán algunos que vaya bodrio, dado que España es uno de los países que paga el festival (y por eso no bajamos nunca) no somos capaces de ganarlo ni soltando pasta. Sí vi las dos actuaciones más impactantes, por diversas cuestiones, de las que desfilaron por el escenario. Una fue la austriaca, la ganadora de la edición, en la que un cantante convertido en musa hipster, tribu urbana de moda en este momento, con sus melenas sueltas, barba y figura escultural, cantó una balada simple, efectiva, de manera estática en el escenario, sin acompañamiento, y con el morbo de ver como la cámara le enfocaba mientras medio continente se preguntaba quién era realmente Conchita, nombre artístico del intérprete. La canción, a mi entender, es correcta pero no vale mucho, y no es lo que se dice “festivalera” pero el marketing y la interpretación fueron suficientes para coronar a Austria a la cabeza de la clasificación. La otra actuación de impacto, que lo buscaba, fue la de Polonia, país católico y recatado donde los haya que, como la España de los setenta, quizás dio por inaugurada el sábado su época del destape de manera muy europea. En el escenario un trío de rubias polacas cantaban, es un decir, una canción mala de solemnidad que hablaba de la belleza de las mujeres eslavas, algo indudable, de mientras que el papel de los coros lo ejercía una rubia que hacía como que lavaba unas prensas sobre la orilla de un río, insinuando que el detergente y el suavizante salían de sus pechos, y en el otro extremo otra polaca completamente hormonada y con un sujetador a prueba de bombas desarrollaba una escena propia de una peli porno en la que imitaba, con un grueso palo entre sus manos, el movimiento de la mezcla que se realiza en un cuenco para elaborar mantequilla, o algo similar, mostrando unos pechos aún más ceñidos y voluptuosos que la anterior. La escena caminaba entre el surrealismo y el patetismo, causando asombro, risa y pena a partes iguales. Por no mucho la canción española fue más votada que la polaca, pero varios países le dieron puntos. Entre ellos, oh sorpresa, Italia, seguramente todos ellos votados por un Berlusconi a quien le gustó más la interpretación que la melodía.

A medida que las votaciones avanzaban y Austria se encaramaba a lo alto del pódium el cachondeo en internet iba a más. Destaco dos ideas. Una es que el ogro homófobo de Putin ha tenido su merecido, al ver como Europa corona en su festival a un transexual barbudo, tras lo cual es probable que Rusia, directamente, bombardee Viena para evitar un nuevo episodio por el estilo. El otro, muy agudo, fue el “mensaje de twitter  que Wilkinsom, la marca de cuchillas de afeitar, envió para felicitar a Conchita por su victoria, recordándole que de usarlas también habría ganado dada su buena voz e interpretación, en lo que me parece un uso magnífico, veloz y con mucha guasa, del poder de las redes sociales por parte de una marca.

3 comentarios:

peich dijo...

Al parecer lo mejor estuvo en twitter con comentarios del tipo "Austria ha ganado por los pelos"...

David Azcárate dijo...

Fue divertidísimo seguir las votaciones y los comentarios, y reírse mucho y asombrarse de la inventiva de algunos....

David Azcárate dijo...

Fue divertidísimo seguir las votaciones y los comentarios, y reírse mucho y asombrarse de la inventiva de algunos....