lunes, mayo 05, 2014

Teatro, lo tuyo es puro teatro (para IGU)


Este fin de semana he tenido despedida de soltero, mixta y tranquila, y no la mía, antes de que empiecen a preguntarse cosas, sino la de un buen amigo de Elorrio, IGU, todo, corazón, que tanto se merece, y al que hemos agasajado durante estos días con motivo de su boda, que tendrá lugar a mediados de Junio. Alquilamos una casa rural en un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza y como actividad, dado que no había consenso a la hora de realizar pruebas deportivas o con un cierto riesgo físico, optamos por representar un “cluedo en vivo” un teatro en el que se simula el asesinato de uno de los invitados a una fiesta y el novio, entre otras cosas, debe investigar quién ha sido el culpable.

¿Ha hecho usted teatro alguna vez? No, no me refiero al que interpretamos en la vida diaria, llena de falsos cumplidos, besos vacíos y carantoñas engañosas, que ojalá no sea así, pero que todos sabemos que existen y realizamos con mayor frecuencia de la debida. Me refiero a teatro de verdad, de subirse o no a un escenario, pero sí de representar un papel ante un público, de recitar unas líneas ensayadas e interactuar con otros personajes ante la atenta mirada de unos ojos que los ven y tratan de involucrarse en la escena que se desarrolla ante ellos. No estoy seguro, pero creo que la experiencia del sábado, siendo como fue algo de juguete y sin otro público más allá de mis amigos y los que organizaban el juego, ha sido mi primera experiencia de este tipo. Y me lo pasé bien, entre otras cosas porque nos conocíamos todos y la presión era muy pequeña, el objetivo final era divertirse y poco más. Pero subirse de verdad a unas tablas, encarnar un papel y soportar la presión del público, sean pocos o muchos, debe ser una experiencia dura, compleja y de alta tensión. Más allá de que uno pueda cometer errores con el guion que ha tenido que memorizar (y yo no tengo memoria, qué desastre sería!!) lo más difícil es eso que se dice de meterse en la piel del personaje, hacerlo tuyo, o mejor, que él sea tú. Se puede uno poner pelucas, disfraces, caracterizaciones varias, atrezo más o menos elaborado, pero lo más importante es ser creíble, es lograr que la persona que te ve no te vea a ti, sino a quien representas. Que la figura, la persona, el rostro de quien actúa desaparezca, se vuelva transparente, y que sobre la escena emerja un rufián, un asesino, un policía, una huérfana, un borrachuzo, un cura, un rey de Dinamarca… lo que sea. Los buenos actores son los que logran ese milagro de la transparencia, y se convierten en vasijas que, al contrario que las originales, que obligan al líquido a adaptarse a su forma, se contorsionan y moldean para que sean ellas las que, al recibir el líquido, se transformen en lo que el líquido les impone. Cuando una interpretación nos emociona es porque ha logrado ese punto en el que, como espectadores, el personaje nos llega, no el actor, sino el personaje. En ese momento de emoción nos da igual si el que está representando la figura es alguien famoso o conocido, es un rostro popular o se nos antoja completamente ajeno. Es indiferente. Porque para nosotros él ya no es “él” sino el personaje que representa. Y pese a que no soy un experto en la materia, y como sucede en los conciertos, a veces uno logra notar que esa comunión que existe entre el público y el personaje se logra, y se convierte en algo colectivo, en una emoción compartida por un público que se asombra, divierte, ríe, emociona, sufre o malvive la experiencia de un personaje que, ante ellos, se desnuda por completo para mostrarse tal y como el guionista, el autor, lo ha diseñado. Esa es la magia eterna del teatro.

Evidentemente la experiencia del sábado, como juego que fue, tuvo bastante más de divertimento entretenido que de interpretación, por lo que no surgió nada de todo lo anterior, ni era mucho menos el objeto buscado, pero si hubo momentos en los que todos los que allí estábamos nos encontrábamos muy metidos en nuestros personajes, y que la escena, vista desde fuera, sería tan surrealista como divertida, lo cual sería muestra de que mal no lo estaríamos haciendo. En fin, que me da la sensación de que, no sólo por la actuación, IGU se lo ha pasado muy bien, y que el veneno del teatro, que en tantos anida, debe ser conjurado viéndolo, asistiendo a representaciones, apoyando a las compañías y, si alguno se anima a dar el paso, subirse a un escenario, y empezar a recibir el líquido que nos moldeará a su antojo.

No hay comentarios: