En un año sumamente electoral
como este, el que Luís Bárcenas esté a punto de salir de la cárcel es una
noticia de enorme alcance, para el PP y toda la oposición. La
decisión de la Audiencia Nacional de ponerle una fianza de 200.000 euros
hace que, una vez que algunos de sus amigos aflojen calderilla, pueda abandonar
la prisión de Soto del Real y volver a su humilde morada madrileña. El juzgado
le obliga a personarse por allí tres días a la semana y le retira el pasaporte
para que no se vaya de España. Su fuga, de producirse, cosa que dudo, sería una
reedición de lo que vivimos en los noventa con Roldán.
No voy a reiterarme aquí en lo que
pienso de Bárcenas, su actitud y la de sus compinches, en eso creo que estamos
todos de acuerdo. Lo que sí quiero señalar a riesgo de que alguno me tire un
teclado a la cabeza, es que Bárcenas ha pasado año y medio en la cárcel sin
estar juzgado, como todos los presos preventivos que hay en España, que son un
montón. En principio la prisión preventiva es una medida excepcional que el
juez decreta sobre un acusado para evitar que, principalmente, o bien se fugue,
o destruya pruebas o sea un peligro para la sociedad. Pero recordemos que se le
priva de libertad sin juicio ni condena. Si luego resulta condenado a los años
que fuesen, el tiempo de condena que ha pasado en preventiva se le descuenta de
la sentencia definitiva, lo que es lógico. Pero supongamos que el presunto
delincuente resulta ser declarado inocente. En ese caso no hay condena alguna y
se puede ir a su casa, pero el tiempo que pasó en prisión no se lo resarce
nadie y, con la sentencia en la mano, fue causa de una decisión injusta. ¿Qué
quiero decir? Que por encima de todo el ruido político derivado de la decisión
de ayer, la salida de Bárcenas del talego no implica respecto a su futuro
juicio y, presumiblemente, condena. Ni se pudo meter a Bárcenas en prisión
preventiva por afán de venganza ni se le puede sacar alegando que eso es una amnistía.
No, ambas expresiones son falsas, ilegales y, sobre todo, injustas. Parece que
el juez Ruz tiene la instrucción del caso muy avanzada, la fiscalía ha pedido
para el juicio penas que, para Bárcenas, suman varias décadas de cárcel, y es
probable que en un año se celebre la vista oral y se dicte sentencia. El problema
es la política, la utilización del caso y su manipulación. Patética por parte
del PP, que se presenta como víctima de las tramas de Luis y sus amigos, y
quiere desvincularse de lo que, a todas luces, parece una estrategia de
financiación ilegal del partido consentida, orquestada y organizada por altos
cargos del mismo. Su intento de aparecer como perjudicado que no sabía nada
resulta tan inútil como ridículo. Y también es criticable la estrategia de
utilización del caso por parte de la oposición. Comprensible, pro ser un dulce
y enorme caramelo puesto al alcance de su mano, pero no deja de ser curioso cómo
el efecto arrojadizo de los casos de corrupción siempre se basa en utilizar los
de los demás, nunca los propios. En fin, que ante las pocas elecciones que nos
esperan Bárcenas va a volver a ser un elemento de uso y acusación, los SMS
volverán a la palestra, como lejanos recuerdos de un mundo si whatsapp, y la
expresión “Se fuerte” se volverá a poner de moda y perseguir, en este caso, a
un Rajoy que nunca quiso afrontar la corrupción como es debido y ahora se le
despierta en forma de fantasma del pasado que sigue arrastrando pesadas y
ruidosas cadenas por la sede de Génova.
La peor pesadilla que se me ocurre ahora mismo
que pueda llegar a pasar con Bárcenas es que se convierta en personaje mediático.
A las puertas de la libertad, ¿cuántas cadenas de televisión estarían dispuestas
a pujar para conseguir una entrevista en exclusiva con este personaje? ¿Y cuánto
pagarían? Seguro que la fianza misma y mucho más. Ya tenemos el triste
precedente de Sonia Castedo, horrendo personaje que apesta en casi todos los
sentidos, y que entrevistada en una de esas pseudotertulias políticas de la
noche de los sábados es recibida con aplausos por parte del público y abrazos
por los periodistas que la preguntan. Ojalá no, pero avisados quedan en caso de
que un día vean a Luis "el cabrón” liderando los índices de audiencia.
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