Me asombra la apatía con la que
se sigue en España la actualidad internacional. La despreciamos, la vemos como
algo ajeno por completo a nosotros, como si sucediera en otro planeta, una
curiosidad apenas relevante a la que no otorgamos atención alguna. Quizás parte
de esa desidia provenga del completo aislamiento en el que vivió el país
durante casi todo el siglo XX, ajeno a los logros y guerras internacionales, y
sumido en su propia guerra y autismo interior durante tantos años como para
generar una costra. Una prueba de este aislamiento mental es que el domingo de
manifestaciones de repulsa por el atentado de París ninguna recorrió calle
española alguna.
Ayer,
en un lugar sito entre Israel, Líbano y Siria, en el entorno de los altos del
Golán, murió un militar español en medio de la refriega en la que se
enzarzaron las tropas israelís y miembros de la milicia siria de Hezbola. Este
militar, de 36 años, formaba parte, junto a cerca de quinientos efectivos, del
despliegue español que conforma las tropas de la ONU en la zona, que se
encuentran en misión de mantenimiento de la paz (alguno habrá empezado a sonreír
irónicamente) en ese territorio desde hace ya algunos años, concretamente desde
la última guerra del Líbano. Cuando esta misión, denominada FINUL, se creó, la
zona era un polvorín y el riesgo era alto. Con los años el riesgo no ha disminuido,
pero si ha crecido tanto en otras partes del mundo que ha restado protagonismo
mediático a esa operación y ya sólo aparece en los medios cuando se procede al
relevo de los contingentes por tropas frescas, y las imágenes de despedida de
familiares y amigos en un puerto o aeropuerto alcanza el grado de “breve” en la
escaleta de noticias de los informativos. Para desgracia de los componentes de
FINUL, no sólo les rodea el abandono de la prensa, sino también la guerra. El
mencionar a Siria en cualquier escrito remite inevitablemente a la eterna,
cruel y devastadora guerra que desde hace ya casi cuatro años devasta aquella
nación y que, como un cáncer, está contaminando a toda la región de oriente
medio. Las milicias de Hezbola, asentadas en Siria, reciben financaición de Irán
y buscan sobre todo desestabilizar el Líbano para derrocar al régimen laico que
allí mantiene el poder, en busca de una islamización del país que permita
unirlo a la órbita siria y, en general, chií, en esa zona del mundo. El
debilitamiento del gobierno de Asad durante estos años de guerra ha hecho mucho
daño a Hezbola, que ha visto como uno de sus patrocinadores, y el que le
proporcionaba techo, cobijo y refugio, se ha visto a sí mismo necesitado de
recursos y refugios en medio de la guerra. Esa ha sido una de las causas por
las que el frente libanés, sin despreciar atentados o escaramuzas, ha estado más
o menos tranquilo, sobre todo si lo comparamos con el frente sur de Gaza. Sin
embargo parece que el escenario se está revolviendo. Hace unos días se produjo una
intervención militar israelí cerca de la frontera en la que, mediante el
lanzamiento de misiles, varios miembros de Hezbola y, se cuenta, militares iraníes
desplazados para entrenarles, fueron abatidos, en lo que parecía una operación
preventiva de Israel para impedir una nueva ofensiva por parte de la milicia en
la zona. Hezbola juró venganza y ayer lanzó un ataque que provocó la muerte de,
que se sepa, dos soldados israelíes y varios heridos. En la respuesta de
Jerusalén es, donde, al parecer, falleció el soldado español. La dinámica de
acción reacción, que tan claramente hemos visto en la franja de Gaza, parece
que empieza a revolverse también en la frontera norte de Israel, y es difícil
saber si estos episodios irán a más o no. El principal patrocinador de Hezbola,
Irán, está ahora metido en problemas por la caída del precio del petróleo, por
lo que pudiera pensarse que no querrá, mejor podrá, estimular ese frente, pero
es muy difícil saberlo con seguridad.
Entre otras cosas porque realmente tampoco
sabemos lo que sucede en el interior de Siria, ni en las zonas orientales, en
las que el EI domina territorios, corta cabezas y desata todo el mal posible,
ni en las occidentales, en apariencia bajo el control del dictador Asad, que
sigue ganado parte de la guerra en su refugio de Damasco. De todo este infinito
lío de muy mala solución, una de esas noticias internacionales que no nos
importa, es de donde ayer llegó la muerte para un malagueño de 36 años, casado,
que iba a ser padre en breve, y que ya nunca podrá abrazar a su hijo ni volver
a besar a su mujer. De esos polvos olvidados vienen estos lodos de lágrimas.
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