Hoy, aunque no sean conscientes
de ello, es un día histórico para la UE. Por
primera vez, el Banco Central, el querido BCE asentado en Frankfurt, va a
proceder a la compra de deuda de los estados miembros, en un programa que se
denomina con las siglas QE, que derivan de la expresión anglosajona “Quantitative
Easing” que podríamos traducir como “expansión cuantitativa” una manera muy
farragosa de decir que el BCE va a financiar la deuda de los estados, cierto
que en mercado secundario, violando la filosofía de sus tratados, en lo que es
política monetaria intervencionista de la más dura posible.
¿Es esto bueno o es malo? ¿Es
necesario? ¿Llega a tiempo? El debate está servido y hay opiniones para todos
los gustos. La FED norteamericana fue la que, hace ya varios años, puso en
marcha este tipo de políticas una vez que las medidas clásicas, las rebajas de
tipos de interés, se mostraron incapaces de estimular la economía. Con unos
tipos prácticamente del 0% y una economía real anémica, la FED se decantó por
lo que llamó medidas “no convencionales” y el QE era la estrella. Un auténtico
chorro de dinero para financiar el déficit público que permitiría aumentar el
gasto inversor del estado, llevar en la práctica unos tipos nominales del 0% a
valores negativos y, de paso, debilitaría al dólar, haciendo así la economía de
EEUU más competitiva. En la práctica, el QE se desarrolla durante un tiempo
definido y acotado, en el que la FED, ahora el BCE, procede a comprar un volumen
fijado de miles de millones de títulos de deuda al mes, desembolsando al final
un importe que en el caso de la versión europea puede superar el medio billón
de euros, que van a engrosar el balance del BCE. Cuando la FED comenzó esta política,
eran muchas las voces que señalaban que el BCE debía hacer lo mismo, y con más ímpetu
aún, dado el marasmo que se vivía en la eurozona frente a una crisis, grave,
pero acotada, que registraban los EEUU. Pero aquí los obstáculos para
desarrollar estas medidas han sido enormes, tanto económicos como, sobre todo,
políticos. Algo que recuerdo siempre a todo el mundo cuando me compara ambas
instituciones y orillas del Atlántico es que Europa es una idea, pero no un país.
Está formado por un conjunto diverso, y a veces opuesto, de naciones, en las
que prima el interés propio. Alemania ve con muy malos ojos las medidas no
convencionales, y ha tratado de frenarlas. Los países del sur, agobiados por
sus (impagables) deudas, las llevan pidiendo desde hace años, y otras naciones,
que se sitúan en posición intermedia, basculan su opinión en función de lo que
puedan sacar en claro de este movimiento. Por ello es difícil determinar si la
medida es buena o mal, así, de manera rotunda, si como espera Draghi, suponga
el estímulo perfecto para de una vez por todas, traer el crecimiento a la zona
euro o, por el contrario, como dicen algunos, sólo servirá para inflar aún más
una burbuja de deuda que hace que, desde hace meses, la rentabilidad de los
bonos de la zona euro alcancen récords negativos. Quizás, como algunos señalan,
llega tarde, en un momento en el que EEUU ya ve un horizonte de subidas de
tipos de interés, y que esa tardanza puede hacer que los efectos sean no
deseados. Como les digo, es muy difícil hacer una previsión. De momento, y tras
la filtración de algunos detalles de ayer, las bolsas subieron, como llevan
haciéndolo toda la semana, dando por hecha la medida.
Pero aún queda que sea cierto y que Draghi lo
cuente, y de muchos detalles sobre qué cantidad, en qué tipo de títulos, si habrá
mutualización de deuda o cada país hará frente a la compra de la suya con
respaldo del BCE, si Grecia estará incluida en el programa independientemente
del resultado de las elecciones del Domingo. Como pueden ver, una jornada
importantísima para el devenir del euro, y quien sabe si marcará un antes o un
después. O, como en ocasiones precedentes, será sólo un paso más en el tortuoso
camino que recorremos desde hace ya demasiados años en busca de la estabilidad
y la prosperidad. Pasadas las 14 horas empezaremos a salir de dudas.
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