El vídeo, que todas las
televisiones y webs muestran sin cesar y sin emborronar parte alguna, a excepción
de TVE, muestra a dos hombres vestidos de negro, tapados por completo, que se
mueven por las aceras de París como si estuvieran en las arenas de Siria, y que
utilizan sus armas con una precisión y frialdad asombrosa, propia de militares
profesionales entrenados para matar sin límite ni conmiseración alguna. La
imagen del hombre, postrado en el suelo, y ejecutado sin piedad alguna lo dice
todo, y hace que sea muy difícil añadir algo más.
Lo que sucedió ayer en París no
fue exactamente un atentado terrorista, no, aunque haya generado las mismas
consecuencias. Ayer
en París se produjo una cacería, un asalto en el que un
par de hombres entrenados para matar, servir al fanatismo y dar su vida hasta
que su reino triunfe, se levantaron por la mañana de su casa y, tras haber
estudiado detenidamente a quiénes eliminar, se fueron en coche a ejecutarlos. En
compañía de un tercero, apenas mayor de edad, los asesinos se movieron por las
calles de París hasta llegar a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo,
amenazado desde hace años por publicar caricaturas de, entre todos los demás
personajes imaginables, Mahoma. Aparcaron junto a la sede de la publicación,
salieron del coche pertrechados con armamento militar, y en unos pocos minutos
entraron en la redacción, asesinaron a los que allí se encontraban, buscando
especialmente al director de la revista y a señalados dibujantes de la misma, y
la policía que escoltaba la sede del local apenas supuso un estrobo en sus
planes, siendo eliminados con la misma frialdad y sangrienta eficacia. Por cada
disparo que salía de sus armas, los asesinos trataban de acallar la libertad de
expresión de ese medio y de todos los demás, y de todos nosotros. Cada uno de
los muertos que caía en la redacción era un mártir por nuestra libertad, y los
asesinos mandaban en cada ráfaga un mensaje muy claro. Si no os sometéis, os
mataremos. Y los dibujantes de Charlie Hebdo, como los londinenses durante el
Blitz nazi, o como muchos otros resistentes, no se doblegaron ante las amenazas
y el temor, ante el fanatismo. Semana a semana siguieron dibujando, poniendo de
vuelta y media a Mahoma, al Papa, a Le Pen, a Sarkozy, a Obama o a quien fuera,
con el arma del humor, aquella que todo lo puede y que es la más odiada por los
fanáticos, que no saben reírse de ellos mismos ni de los demás. Por ello, hoy sólo
puedo poner en este blog, que no es sino una pequeña, ínfima ventana de mi
propia libertad de expresión, un par de viñetas de esta publicación, rendir
homenaje a los caídos por la libertad, por nuestra libertad, y decir a grito
pelado.
Je suis Charlie Hebdo!!!
¡¡Viva la libertad de expresión!!
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