No deja de sorprender que,
coincidiendo con la presencia, por primera vez, de un negro en la Casa Blanca, se
estén produciendo en EEUU algunos de los disturbios raciales más graves y
violentos de las últimas décadas, en una especie de juego de fichas en las que
una actuación policial, salvaje y desmesurada, acaba con la vida de un joven
negro en determinada localidad, y sirve de chispa para desatar disturbios en
ese lugar, que en unos días se aplacan para, con motivo de otra muerte
violenta, desatarse nuevamente en otro lugar. Un patrón que se repite con
demasiada y triste periodicidad.
Baltimore,
ciudad del Este del país, sita en una conurbación casi continua que enlaza a
Washington en el sur y a Filadelfia y Nueva York al norte, es el escenario de
estos días. Centro de negocios venido a menos y puerto algo decrépito, la
ciudad es conocida por muchos por ser el escenario donde se sitúa la acción de
la serie “The Wire” que no tengo vista, pero que trata, sin tapujos, de la
violencia policial, la corrupción, el mundo de las drogas y las bandas, y
muestra un duro reverso del sueño americano, más bien cuán grande puede ser la
pesadilla que es capaz de engendrar. Tras la noche del martes, en la que la
violencia se desató por completo y se vieron escenas que bien podían
corresponder a zonas de guerra, la intervención de miles de efectivos de la
guardia nacional y de la policía ha conseguido refrenar los furiosos ánimos y
aplacar la lucha, pero como ya pasó en Ferguson en verano, la calma impuesta
permite que los medios de comunicación, al no ver carnaza, retiren su ojo de
ahí, pero que sigan latentes los problemas que dieron origen al estallido.
Además de las condiciones socioeconómicas que siempre se aducen, de menor nivel
de renta y mayor desempleo de la comunidad negra respecto a la blanca, en todos
estos episodios nos encontramos con una actuación policial desmesurada, que
acaba por matar a un sospechoso. Los vídeos que siempre han circulado por la
televisión y la red han dejado bien claro que, en general, la policía en EEUU
primero pega, quizás luego dispare y, finalmente, pregunte. Ante el alto de un
policía allí lo mejor que uno puede hacerse es volverse modosito y no
arriesgarse a que su vida o huesos acaben en un cutre arcén próximo al centro
comercial de rigor. Las grabaciones de móvil, que ya están disponibles para
todo el mundo, han servido como prueba en los últimos casos denunciados de que,
más allá del delito que hubiera podido cometer el acusado, la policía
norteamericana parecía actuar siempre con la idea de acabar con el sujeto, de
pegarle, de reducirle a la nada, quizás sin matarle, pero sí con la intención
de que saliera de ahí en muy mal estado, y ya se sabe que la frontera entre la
vida y la muerte puede ser muy tenue. Urge que las autoridades del país, y el
conjunto de la sociedad, además de actuar sobre las causas de fondo de la
discriminación, pongan coto a un modo de trabajo policial que carece de
cualquier sentido de la proporcionalidad y que, visto desde este lado del
charco, realmente asusta. Quizás la policía de EEUU siga mentalmente instalada
en los ochenta, época de enorme violencia en las calles, que quedó muy bien
reflejada en la serie “Canción triste de Hill Street”. Ese “tengan cuidado ahí
fuera” que se repetía en cada episodio indicaba el peligro que corrían los
agentes en una era de drogadicción, bandas y pillaje muy extendido en todas las
grandes urbes del país. Hoy en día la situación ha cambiado mucho, y a mejor, pero
los protocolos policiales parecen seguir viendo enemigos en cada ciudadano. Y
esa mecha debe ser cortada para evitar explosiones de violencia como las que
estamos viendo.
Y, en un plano más general, no
puedo dejar de pensar en cómo el grado de violencia que anida en la sociedad
norteamericana es mucho más salvaje e intenso que en la nuestra. Tras años de
crisis, privaciones y mucha desesperación, en España jamás se han visto imágenes
como las de esta semana en Baltimore, no ya de guerrilla, sino de auténtica
guerra urbana. ¿Por qué allí suceden esas cosas y en Europa, en general, no? ¿Cuál
es la raíz de nuestra calma social, más allá de un estado de bienestar que proporciona
una red mínima de supervivencia? EEUU, que en muchos aspectos es un país modélico,
también es una sociedad que no se corta un pelo a la hora de mostrar sus fallas
y miserias.
Mañana es fiesta, 1 de Mayo, subo a Elorrio y me
cojo el Lunes festivo, por lo que el siguiente artículo debiera aparecer el
Martes 5 de Mayo. Sean felices, descansen y disfruten de los primeros calores
del año.