Fíense de mi cuando hagan sus
apuestas y les irá mal, muy mal. La semana pasada comentaba que lo más probable
era un acuerdo de la UE con Grecia, que era la postura más racional para ambas
partes, y que la subida de las bolsas anticipaba ese compromiso, quizás para
emplazarse a una nueva negociación a cara de perro dentro de unos meses, pero
que al menos eliminaría las incertidumbres de estos días. Me las prometía muy
felices, y más ustedes, que a buen seguro están más que hartos de esta historia
y querían dejar de oír hablar de ella en esta columna y en cualquier otro sitio
de información. Pues lo siento, me equivoqué.
Lo que a lo largo de la semana
era un movimiento negociador que partía de una posición de mínimo acuerdo se
fue tornando, poco a poco, en un profundo enfrentamiento entre las posturas de
ambas partes, con una escalada verbal de reproches personales muy profunda. El
mismo vienes las posturas, que estaban ya muy separadas, parecían todavía
dispuestas al acuerdo, pero de la tarde del viernes hasta la del domingo todo
se ha precipitado de una manera espectacular, no se si prevista, y desde luego,
peligrosa. Asistí asombrado, casi en directo, la noche del viernes al sábado,
tumbado en el sofá de Elorrio, al anuncio de Tsipras de convocatoria de un
referéndum exprés para este próximo domingo, en el que los griegos debían
pronunciarse sobre la oferta de los acreedores, que él considera insuficiente,
injusta e ilegal. Esa convocatoria era la voladura de los pocos puentes que
quedaban entre Atenas y Bruselas, un gesto de desafío, un nuevo órdago por
parte de un gobierno que, aunque lo niegue, carece de margen de maniobra. La
convocatoria puso todo patas arriba, y el ambiente del sábado era ya mucho más
que pesimista. Términos como Grexit, corralito, abandono del euro y similares,
que hasta entonces estaban en boca de agoreros y expertos poco valorados
empezaron a circular por los mentideros de la Comisión Europea y, en general,
todos los organismos internacionales. Las apuestas subían de tono y Grecia, al
borde de ese famoso precipicio que siempre se menciona, empezaba a dar el paso
decisivo hacia el vacío. La decisión del BCE de mantener la ayuda de emergencia
a la banca griega, a través del programa conocido como ELA, pero de no aumentar
los importes de dicha ayuda, precipitó las cosas, y abocó a las autoridades a
instaurar el corralito en la tarde del domingo, al ser imposible hacer frente a
las retiradas masivas de capitales. En un fin de semana de finales de junio, de
calor desatado en todo el sur del continente, Bruselas hervía de nervios y temor
ante lo que parecía el accidente perfecto. Ayer pudimos ver en las bolsas y
otros mercados lo caro que nos ha salido el desencuentro, y hoy se ejecutará,
salvo gran sorpresa, el impago de las cantidades debidas por Grecia al FMI
derivadas del fin del segundo programa de rescate, que es el que se trataba de
prolongar en estas negociaciones. Con el referéndum a cuatro días vista, con
la Syriza gobernante propugnando el no a una pregunta compleja, pero que en
esencia permite decidir entre aceptar las condiciones de los acreedores o no,
y con ello la permanencia en el Euro o no, Grecia se mantiene en un limbo
financiero muy peligroso. Su sistema bancario está cerrado, su bolsa no
funciona, la economía diaria debe estar empezando a sentir los efectos de este
marasmo, ahondando su caída, y en plena temporada turística, los viajeros se
ven abocados a llevar billetes abundantes en sus carteras pese a la promesa de
que las tarjetas internacionales sí funcionarán en unos cajeros que, a buen
seguro, estarán más que vacíos.
Sinceramente, a mi esto me parece un completo y
absoluto desastre, para todos los agentes implicados. Desastre para un gobierno
griego que sigue jugando como si estuviera en una partida de póker, incapaz de
asumir que no puede hacer frente a las promesas que le llevaron al poder porque
su economía está quebrada. Desastre para una UE que se enfrenta, ahora de
verdad, a que un miembro abandone el hasta ahora irreversible Euro y quién sabe
si la propia Unión en sí. Y sobre todo, desastre para los ciudadanos de Grecia,
que durante años han tenido gobernantes que les han robado, ahora tienen
gobernantes que les mienten, y en todo este tiempo sólo se han empobrecido en
un país que, sinceramente, no funciona. Un desastre se mire por donde se mire.