Hoy es puente en Madrid, ya que
ayer fue festivo por el día del Corpus. No se cómo se enseña a los extranjeros
este concepto tan nuestro del término, dado que la palabra inglesa “bridge” no
lo tiene, sospecho. La idea de hacer un salto entre días para vadear el
laborable es ingeniosa a más no poder, y el concepto de puente, que une orillas
festivas, es una muestra de ingenio de uso del idioma difícil de superar. Hoy
la oficina estará tranquila y la ciudad, sumida desde hace días en un calor de
Julio, funcionará al ralentí. Ideal para los que cojan coches y se sientan
reyes de la calle.
Una de las ideas con las que
empezó su legislatura el gobierno de Rajoy, imbuida de un profundo afán
reformista que luego se convirtió en cosmético, era la de acabar con los
puentes. Se decía que su existencia restaba productividad a la economía, y que
dentro de un proyecto general de racionalización de horarios y calendarios, que
buena falta nos haría, se iba a estudiar el pasar todos los festivos a los
Lunes (salvo excepciones como Navidad, 1 de enero y poco más) para aprovechar
mejor el tiempo y evitar perder jornadas de trabajo. Cuando se lanzó la idea
surgieron, como siempre, voces a favor y en contra. Los opositores eran,
principalmente, hosteleros, que veían en los puentes la posibilidad de crear
espacios de vacaciones donde se dieran viajes y estancias de turismo en el
interior del país. Argumentaban que con tres días pocos se animarían y, por
ejemplo, con cuatro, muchos más saldrían. Y dado que España es un país
turístico este es un factor a tener muy en cuenta. También estaba en contra eso
que podemos definir como la “cofradía del no” que es un grupo variopinto de
personas que siempre se oponen a todo, por principio, como forma de ser. Surgen
como setas tras la lluvia (expresión hecha en un año en el que, de momento,
apenas llueve) y agitan pancartas con infinitos lemas que empiezan siempre por
NO. Yo estoy a favor de la medida de la concentración al lunes, y reconozco que
el argumento de los hosteleros tiene su cierta lógica, pero cada vez que este
sector ha vendido su futuro apocalipsis por una medida gubernamental la
realidad ha demostrado que de desastre nada de nada. ¿Se acuerdan de lo que se
organizó con la ley antitabaco y que eso iba a suponer el cierre de todos los
bares y restaurantes? Los que han cerrado lo han hecho por la crisis, no porque
se pueda fumar en ellos o no. La idea del lunes festivo se estila en otros
países, y no los veo sumidos en el desastre en lo que hace a ocio y
restauración. E implantarla sería un primer paso en ese proceso que tenemos
pendiente de ajustar horarios a nuestra realidad geográfica y laboral, en el que
tenemos todo por hacer, y donde los del NO van a trabajar como si les fuera la vida
(y el reloj) en ello. De momento este puente madrileño ha sido como los de
antaño, y aproximadamente la mitad de mis compañeros y jefes de trabajo se lo
han cogido, por lo que espero un Viernes tranquilo que me permita avanzar en
algunos de los frentes que tengo por delante, y que necesitan una cierta calma para
poder ser estudiados. Quizás hoy alguno más recuerde esa idea de los lunes y de
la propuesta del gobierno, pero sospecho que serán pocos. La mayor parte de
ellos, a buen seguro, habrán pillado puente.
Este asunto de los puentes es una buena metáfora,
por cierto, de cómo el gobierno de Rajoy, que podía haber modificado muchas
cosas de las “gordas” de la legislación y sociedad española, gracias a su mayoría
absoluta y aclamación popular tras las elecciones de 2011, se ha limitado a la
cosmética, a tocar cosas mínimas, a aplicar soluciones brutas y sin demasiado
calibre, y ha desperdiciado la oportunidad de reformar en serio, en este y
otros aspectos. Su gobierno tenía una ventana de oportunidad para hacer cosas
que, finalmente, no ha querido utilizar. En cierto modo, y para esos
importantes asuntos, Rajoy y su gobierno no dudaron en cogerse puente en cuanto
pudieron.
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