Comentaba ayer que en Bruselas se
iba a vivir una dura batalla, conmemorando los doscientos de la de Waterloo. Y
me equivoqué, porque el enfrentamiento iba a tener lugar en Luxemburgo, así que
aprovecho para autocorregirme. Pero batalla sí que hubo, y acuerdo ninguno. Y
un incremento en la virulencia de las palabras de los reunidos que deja bien
claro hasta qué punto la situación es difícil para todos. Christine
Lagarde, la directora del FMI, fue la más acerada, increpando a Varoufakis
en nombre de los “criminales” a los que ella representa, según el ministro
griego, y exigió que en las reuniones acudieran personas adultas. Bronca de las
gordas.
Y cada día que pasa esto no hace
sino complicarse. Las salidas de capital de Grecia siguen, a un ritmo que
supera los quinientos millones de euros diarios en lo que hace a depósitos
bancarios, las bolsa de Atenas cae, la prima de riesgo helena sube y la tensión
en Europa no deja de crecer. Sigo pensando que acabará habiendo un acuerdo,
pero la situación empieza a entrar en un estado en el que puede pasar cualquier
cosa, lo que muchos llaman un accidente, que precipite las cosas. Hoy los
bancos griegos están abiertos, pero en medio de este panorama tan convulso
nadie sabe lo que puede suceder el lunes, así que piense usted, querido lector,
cómo debe sentirse el griego de la calle en medio de esta tormenta. Trabajados,
parado, empresario, estudiante, lo que sea, que posee algunos ahorros en el
banco, que su trabajo le ha costado acumularlos, y que empieza a temer
seriamente por ellos. Confía en el acuerdo, pero sabe perfectamente que si
Grecia abandona el euro su dinero será reconvertido en Dracmas que, al instante,
no valdrán nada. La economía del país entrará en una convulsión muy peligrosa
y, como mínimo, todos los productos de importación dispararán sus precios. A
las 8:05 de la mañana de hoy sabe que el banco abrirá esta mañana (no se cuál
es el horario comercial de Atenas, supongamos que a las 9) y sopesa la
posibilidad de ir a la sucursal y sacarlo todo, convertirlo en papel moneda
que, en caso de desastre, pueda cambiarse fuera del país por otra moneda fuerte
o en el interior en el mercado negro que surgiría al instante de la salida.
Teme que los rumores de “Grexit” provoquen un corralito para evitar el colapso
y sus ahorros queden confiscados. Ya le queda un poco menos, a las 8:08, para
decidir qué hacer. Ayer, hablando con unos amigos, todos tenían un miedo
similar y, aunque sin confesarlo, daban a entender que irían al banco para
sacar su dinero. Tonto el último, era la sensación que les quedó a todos tras
su encuentro. Y todos sabían que si ellos, y el resto de atenienses, hacían lo
mismo, provocarían ese accidente que sacaría a Grecia de Euro. Si se generan
colas en los bancos y las televisiones o internet las difunden el miedo
crecerá, y con él la avalancha de clientes que ansiosamente querrán recuperar
el dinero, y entonces es cuando surgirá el caos. Será inevitable implantar el
corralito temido y con él el sistema financiero heleno entrará en el colapso
absoluto, y el país saltaría por los aires. Así que el ciudadano de a pie sabe
que si todo el mundo opta por la medida más prudente y racional, que
salvaguarde sus ahorros, todos se condenan al desastre. En el fondo cada griego
sabe más de teoría de juegos de lo que el propio Varoufakis sospecha, porque ese
es exactamente uno de los problemas que abordó el fallecido Nash, cómo las dinámicas
de grupo generan resultados agregados muy distintos por los perseguidos por los
individuos que las conforman.
Esta es una de las miles de escenas que pueden
vivirse hoy en Grecia, y que sin duda afectarán al resto de la UE y el mundo,
si me apuran. La convocatoria de una cumbre extraordinaria de jefes de estado
de la UE para el Lunes muestra no sólo lo urgente de la situación, sino sobre
todo la importancia que este asunto ha adquirido. No hay soluciones bunas ante
lo de Grecia, solo malas o muy malas. Pero su salida, expulsión o escape
accidentado, serían un desastre absoluto, para ellos y para todos. Y todos lo
saben. La cuestión es qué hacer y cómo evitar ese desastre. Nos jugamos muchísimo.
Y lo reitero. Todos nos la jugamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario