Ahora
mismo un niño de seis años se debate entre la vida y la muerte en un hospital
de Barcelona tras sufrir un caso de difteria, el primero registrado en
España desde los años ochenta. Para tratarle ha sido necesario buscar con
denuedo un medicamento que ha llegado, finalmente, desde Rusia, pero el estado
del niño es crítico. La enfermedad ha sido erradicada de nuestro país, junto a
otras muchas, gracias a intensivas campañas de vacunación, pero puede haber
personas, sobre todo mayores, que en su día no se vacunaron y pudieran
contagiarse. El niño no estaba vacunado.
Me fastidia mucho, y me indigna
aún más, escribir sobre este asunto, porque demuestra que la tontería que anida
en todos nosotros parece ser inmune al paso del tiempo y al avance científico.
De un tiempo a esta parte ha cogido mucha fuerza un movimiento antivacunas, sí,
sí, que acusa a estos medicamentos de ser malignos. Con un discurso lleno de
charlatanería, tópicos comunes y falsedades, los defensores de esta postura,
que están vivos muy probablemente gracias a que han sido vacunados, acusan a
las farmacéuticas de haber desarrollado las vacunas para hacer negocio, y a los
que las usan de maltratar a sus hijos y ponerles en riesgo. Visten su discurso
de contenidos ecológico, pseudoprogresistas, anticapitalistas y toda una
ensalada de conceptos erróneos a la hora de tratar cuestiones científicas, y
por increíble que parezca, han cogido mucha fuerza en EEUU y otras naciones.
Sus militantes niegan la vacunación a sus hijos y, debido a esta práctica
suicida, enfermedades que estaban erradicas, o muy controladas, empiezan a
aflorar nuevamente, lo que supone un riesgo para la salud de todos, no sólo de
los descerebrados que propugnan estas ideas y de sus pobres hijos. Y pese a
ello, la respuesta oficial ante esta ola de estupidez es más bien tibia. La
comunidad científica se ha levantado en armas, por usar una expresión gráfica,
denunciando a los cuatro vientos los riesgos que tiene el movimiento, y el
peligro que puede suponer para la población en general, pero cuando un
científico es acusado de estar vendido a los laboratorios y no respetar la
naturaleza muchos son los ingenuos que dudan uy optan por señalar al
científico. Argumentos políticamente correctos que para tantos son tabú y que
suponen el ostracismo en caso de criticarlos. Y la ciencia, que no se debe a la
política, y que no es democrática (ya puede estar todo el mundo en contra de la
ley de la gravedad, arrójelos por un barranco y que discutan en la caída) trata
de defenderse como puede, contando para ello con altavoces mediáticos mucho
menos impactantes que los de los iluminados. Algo parecido pasa con el debate
sobre el creacionismo. El creacionismo es falso. Punto. Pero resulta que
quienes lo defienden tienen muchos medios para hacerlo y logran que algunos
gobiernos les tomen en serio y den relevancia a una teoría, falas, y la equiparen
con la de la evolución por selección natural de Darwiin, que es cierta.
Nuevamente creencias, fe e ideología pretenden suplantar la labor de la
ciencia, que ya es de por sí bastante compleja, dado que un científico vive en
al duda permanente, e investiga para salir de ella. Frente a esto, iluminados
creyentes en revelaciones, fuerzas y karmas cósmicos no dudan nada, atacan sin
piedad y amenazan con volvernos a todos a épocas oscuras de cavernas y
enfermedades. Asombroso.
Hay que ser muy serios en todo
este asunto. Las vacunas no sólo funcionan, sino que gracias a ello muchos
estamos vivos aquí. Su imposición a los niños debe ser obligatoria por ley, y
los padres que se opongan deben ser penalizados por ello, porque arriesgan la
salud de su hijo, que no es capaz de decidir por sí mismo si quiere suicidarse
o no, y la de los demás. Y la ciencia es la que debe opinar sobre esto, y los
poderes políticos y administrativos debe oírla a ella y hacerle caso. Y la
población debiera dejar de seguir a charlatanes, chamanes, iluminados y demás
pirados que, en serio, y más allá de la risa que puedan provocar sus paranoias,
pueden ser muy peligrosos. Y que haya suerte y la ciencia pueda salvar a ese
niño enfermo.
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