Empecemos por el principio. Soy
personal laboral fijo por oposición, por tanto, no funcionario, pero
equivalente en un 90% de las cosas. Y desde luego en que el pagador es el
gobierno, en este caso el central. Moncloa, a través del ministerio de turno,
da la orden de pago para que yo cobre todos los meses, y en Diciembre de 2012
la orden fue la de no pagar la extra. La situación económica entonces era
desesperada, mucho peor de lo que se admitía desde un gobierno desbordado, y se
tomaron muchas medidas, esa entre ellas, necesarias, pero sin empatía alguna.
Esa, la falta de estilo al desarrollarlas, fue el error de Rajoy, no la
ejecución.
Ahora la situación económica es
mejor que la pasada, crecemos a buen ritmo y la crisis empieza a debilitarse,
pero pese a ello se mantienen muchos de los problemas que nos llevaron al
desastre y que, lejos de solucionarse, se han enquistado. El problema ahora
para el gobierno no es tanto económico, sino político. Con elecciones generales
a la vuelta del verano, una situación electoral volátil, la casi segura pérdida
de la mayoría absoluta, y con partidos emergidos que van a ejercer su papel en
el Congreso, el equipo de Rajoy empieza a verle las orejas al lobo de la
derrota electoral, o de la victoria y posterior pérdida del gobierno, si
ustedes lo quieren ver así. ¿Y qué se hace en estos casos? El manual populista
dice que hay que tirar de chequera para comprar los votos, para convencer al
personal que está dudoso. ZP fue un maestro en este ámbito, con sus medidas
como los 400 euros, el cheque bebé, o los planes E, que supusieron un desgarro
en las cuentas públicas justo cuando más falta hacía conservarlas, y que además
se tradujeron en nulo aporte al crecimiento económico. En parte le funcionó,
hasta que la caja quebró. Rajoy, al llegar al gobierno, vendió el discurso de
que no hay que gastar más de lo que se ingresa, discurso que tiene lógica pero
que, desde un gobierno que es capaz de endeudarse en mercados internacionales,
debe ser matizado. En todo caso, gracias a la virulencia de la crisis y a la
nula voluntad reformadora del gobierno popular, los déficits públicos han
seguido engordando año a año y aún hoy somos incapaces de generar
presupuestariamente lo que se llama un superávit primario (más ingresos que
gastos, sin tener en cuenta los intereses de la deuda que se posea) que es lo
que se le exige, por ejemplo, a Grecia. Con un volumen actual de deuda pública
sobre el PIB del 100%, un disparate en todos los sentidos, y con unos tipos de
interés que, más allá de lo que suceda con Grecia, tienen pinta de haber tocado
suelo, la obligación de todo gobierno responsable debiera ser, en momentos de
bonanza como los presentes, ahorrar y tratar de compensar parte de ese inmenso
volumen de deuda, reduciéndolo en lo que sea posible, por lo que pueda pasar.
La actuación del gobierno debe ser contracíclica, y dure este impulso económico
lo que dure, y ya he comentado que tiene unas bases algo contradictorias,
aunque afortunadamente el viento de cola del petróleo y el euro nos ayudan
mucho, a medida que la demanda y el consumo privado crecen el gobierno debe
tratar de ajustar sus cuentas, para que el impacto de su propio recorte sea
absorbido por la economía en su conjunto. Pero hay elecciones. ¿Y qué va a
hacer el gobierno? Derrochar. Gastar todo lo que pueda, disparar el nivel de
inversión, tirar la casa por la ventana, comprar lo que sea, con tal de que el
mayor número de votos caigan de su lado. Es decir, populismo barato, de manual.
Impresentable.
Dirán ustedes que soy tonto,
porque si se reintegra lo que falta de la extra, tres cuartas partes, yo sería
uno de los beneficiarios, y ni les cuento lo que opinan mis compañeros de
oficina cuando les he expuesto mi opinión, pero es así como lo pienso. Es un
error garrafal empezar a tirar de la caja cuando aún está exhausta y empieza a
verse algún euro asomando por la puerta. Es una actitud derrochadora, infantil,
y que es una de las causas profundas que ha generado esta condenada crisis, el
querer gastar sin límite ni control. Pero no tengo duda de que, como en su día
ZP lo hizo, Rajoy lo hará, y antes de votar nos habrán ingresado, si no los
tres cuartos, una parte importante de los mismos. Y así nos va, repitiendo los
errores hasta volver a tropezar en las mismas piedras, para luego emitir las
mismas quejas de siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario