jueves, junio 25, 2015

Devolver(nos) la extra a los empleados públicos es populismo barato

Empecemos por el principio. Soy personal laboral fijo por oposición, por tanto, no funcionario, pero equivalente en un 90% de las cosas. Y desde luego en que el pagador es el gobierno, en este caso el central. Moncloa, a través del ministerio de turno, da la orden de pago para que yo cobre todos los meses, y en Diciembre de 2012 la orden fue la de no pagar la extra. La situación económica entonces era desesperada, mucho peor de lo que se admitía desde un gobierno desbordado, y se tomaron muchas medidas, esa entre ellas, necesarias, pero sin empatía alguna. Esa, la falta de estilo al desarrollarlas, fue el error de Rajoy, no la ejecución.

Ahora la situación económica es mejor que la pasada, crecemos a buen ritmo y la crisis empieza a debilitarse, pero pese a ello se mantienen muchos de los problemas que nos llevaron al desastre y que, lejos de solucionarse, se han enquistado. El problema ahora para el gobierno no es tanto económico, sino político. Con elecciones generales a la vuelta del verano, una situación electoral volátil, la casi segura pérdida de la mayoría absoluta, y con partidos emergidos que van a ejercer su papel en el Congreso, el equipo de Rajoy empieza a verle las orejas al lobo de la derrota electoral, o de la victoria y posterior pérdida del gobierno, si ustedes lo quieren ver así. ¿Y qué se hace en estos casos? El manual populista dice que hay que tirar de chequera para comprar los votos, para convencer al personal que está dudoso. ZP fue un maestro en este ámbito, con sus medidas como los 400 euros, el cheque bebé, o los planes E, que supusieron un desgarro en las cuentas públicas justo cuando más falta hacía conservarlas, y que además se tradujeron en nulo aporte al crecimiento económico. En parte le funcionó, hasta que la caja quebró. Rajoy, al llegar al gobierno, vendió el discurso de que no hay que gastar más de lo que se ingresa, discurso que tiene lógica pero que, desde un gobierno que es capaz de endeudarse en mercados internacionales, debe ser matizado. En todo caso, gracias a la virulencia de la crisis y a la nula voluntad reformadora del gobierno popular, los déficits públicos han seguido engordando año a año y aún hoy somos incapaces de generar presupuestariamente lo que se llama un superávit primario (más ingresos que gastos, sin tener en cuenta los intereses de la deuda que se posea) que es lo que se le exige, por ejemplo, a Grecia. Con un volumen actual de deuda pública sobre el PIB del 100%, un disparate en todos los sentidos, y con unos tipos de interés que, más allá de lo que suceda con Grecia, tienen pinta de haber tocado suelo, la obligación de todo gobierno responsable debiera ser, en momentos de bonanza como los presentes, ahorrar y tratar de compensar parte de ese inmenso volumen de deuda, reduciéndolo en lo que sea posible, por lo que pueda pasar. La actuación del gobierno debe ser contracíclica, y dure este impulso económico lo que dure, y ya he comentado que tiene unas bases algo contradictorias, aunque afortunadamente el viento de cola del petróleo y el euro nos ayudan mucho, a medida que la demanda y el consumo privado crecen el gobierno debe tratar de ajustar sus cuentas, para que el impacto de su propio recorte sea absorbido por la economía en su conjunto. Pero hay elecciones. ¿Y qué va a hacer el gobierno? Derrochar. Gastar todo lo que pueda, disparar el nivel de inversión, tirar la casa por la ventana, comprar lo que sea, con tal de que el mayor número de votos caigan de su lado. Es decir, populismo barato, de manual. Impresentable.


Dirán ustedes que soy tonto, porque si se reintegra lo que falta de la extra, tres cuartas partes, yo sería uno de los beneficiarios, y ni les cuento lo que opinan mis compañeros de oficina cuando les he expuesto mi opinión, pero es así como lo pienso. Es un error garrafal empezar a tirar de la caja cuando aún está exhausta y empieza a verse algún euro asomando por la puerta. Es una actitud derrochadora, infantil, y que es una de las causas profundas que ha generado esta condenada crisis, el querer gastar sin límite ni control. Pero no tengo duda de que, como en su día ZP lo hizo, Rajoy lo hará, y antes de votar nos habrán ingresado, si no los tres cuartos, una parte importante de los mismos. Y así nos va, repitiendo los errores hasta volver a tropezar en las mismas piedras, para luego emitir las mismas quejas de siempre.

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