La crónica rosa nos ha inundado
en estas últimas semanas. La conmoción que ha causado la presunta relación entre
el escritor Premio Nobel, separado por sorpresa tras cincuenta años de
matrimonio, y la recientemente enviudada señora de Porcelanosa han llenado
portadas y horas de televisión como no se veía desde hace tiempo, saltando de
los programas típicos de esas noticias a los de la actualidad normal. A sus
casi ochenta años, Vargas Llosa se arriesga a que su fama literaria sea
sepultada por las apariciones en el Hola y demás medios del corazón,
convirtiéndolo en un personaje más de esa farándula, por lo general, nada digna
de aprecio.
Pero he leído mucho menos de otra
ruptura sentimental que, para gran parte de la humanidad, concretamente la
masculina, resulta ser mucho más importante. Tras cerca de dos años de
noviazgo, que se sepa, Sean Penn y Charlize Theron han roto su relación, lo que
hace que a las que les guste Penn lo vuelvan a ver como un maduro atractivo
disponible y que medio planeta pueda volver a soñar por la noche, el día y en
cualquier momento con que posee una infinitesimal posibilidad de que Charlize
se cruce en su vida. Theron no es guapa, no, es la absoluta perfección. Más
allá de una belleza física deslumbrante, que me hace dudar cuando me miro al
espejo de que ella y yo pertenezcamos a la misma especie biológica, Theron ha
demostrado con los años ser una actriz de verdad, no un simple y arrebatador
cuerpo y rostro que enamora a la cámara. Su belleza, excesiva en algunos casos,
puede llegar a destrozar las escenas, como uno de estos días de verano en los
que la luz infinita del Sol nos impide ver y ciega. Para evitar eso, Charlize
decidió “estropearse” ante la cámara, también a sabiendas de que muchos dirían
que si había logrado ser actriz era por sus curvas y rostro, no por su
capacidad. Y la verdad es que en sus películas la señora Theron demuestra que
sabe interpretar como la mejor, y que es capaz de emocionar, sin necesidad de
acudir a su poderío físico, que muchos podrían atribuir al fruto de una
simulación informática, por lo irreal que supone. El Óscar que consiguió por
Monster lo logró con un papel difícil en el que su rostro salía muy
desfigurado, su belleza no jugaba papel alguno en esa película, quedaba
completamente cubierta. Y lo ganó merecidamente. En “En el valle de Elah”
aparece, en un papel de policía, desbordada madres soltera y despreciada por
sus compañeros, con un aspecto normal, pero le basta una mirada para desarmar a
cualquier espectador. No hay una sola escena en la que se la pueda ver en
plenitud de belleza, pero cada vez que aparece, la pantalla brilla, en medio de
la enorme oscuridad que preside todo el relato. Este pasado viernes, cuando
llegué a casa, estaba terminando la emisión en un canal de televisión de “Prometeus”
la decepcionante precuela de Alien, en la que la presencia de Charlize es prácticamente
la mejor excusa para sentarse a ver ese despropósito. Su filmografía, que mezcla
títulos “serios” con otros de entretenimiento puro, es sólida, y da la imagen
de una actriz versátil y llena de recursos. Pero no nos engañemos, Charlize es
el paradigma de la belleza absoluta, de la luz hecha persona, en este caso
mujer, que deslumbra a su alrededor. Cada vez que aparece en entrevistas,
promociones, actos sociales o similar es una absoluta muestra de hasta qué
punto se puede ser guapa, mucho más allá de lo que se pudiera imaginar. Me
sucede aquí como a Thomas Mann en “La muerte en Venecia”, cuando Asenbach, arrebatado,
contempla a Tadzio desde la distancia, y admite que el lenguaje no es capaz de
describir la belleza que contemplan sus ojos, que irradia aquel muchacho, que sólo
puede servir para alabarlo, para glorificarlo.
Leo
que Charlize ha roto con Penn porque éste le ha sido infiel con otra, lo que a
mi entender otorga a Sean Penn el título de mayor gilipollas del planeta Tierra,
sin posibilidad de que le sea arrebatado por nadie. Ahora Charlize no tiene
pareja, lo que hace que miles de millones de hombres, sin exagerar mucho,
alberguemos alguna posibilidad de salir con ella, en lo que me parece la
definición más exacta imaginable del concepto matemático de “tender a cero en
el infinito”, pero viendo como Vargas Llosa, a una edad de asilo o decrepitud,
reverdece en amores y salta de flor en baldosa, la esperanza se mantiene. Dinos
Charlize, ¿en quién te fijarás? ¿Qué ojos podrán ser los afortunados de poder contemplar
los tuyos, arrebatados?
1 comentario:
¿No te gustó Prometeus? A mí me pareció más que digna..
Charlize... es muy guapa pero yo prefiero a Jennifer Connelly. De todas formas Sean Penn debe estar muy perdido en la vida..
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