lunes, junio 15, 2015

Empiezan a trabajar los nuevos ayuntamientos

El sábado se consumó el cambio radical del poder municipal derivado de las elecciones del 24 de Mayo. Más ocho mil ayuntamientos (demasiados) se constituyeron a lo largo del día y muchos alcaldes fueron fruto de pagos en los que la mayoría absoluta de la votación se deriva de un acuerdo a múltiples bandas, en las que los nuevos partidos emergentes, que ya son una realidad emergida, se han convertido en la clave. Ciudadanos, por un lado, sosteniendo a unos y a otros. El consorcio podemos, por otro, llegando al poder puro, como es el caso de Madrid y Barcelona, siendo en general el líder de muchos de los acuerdos de gobierno.

Para todos ellos, a partir de hoy, se acaban las flores, las promesas y los discursos, y comienza la gestión, el trabajo de verdad. Y muchos deben hacer frente a una caja municipal que está tan quebrada como lo estaba el día de las elecciones. Las promesas cuestan, y en estos tiempos es la disponibilidad financiera, si la hay, la que te permite decidir lo que puedes llegar a ejercer en tu labor política. En los ayuntamientos el problema es aún mayor. Carecen de figuras impositivas de gran fuerza, y su recaudación se basa en tasas, IBIs odiados y las multas aún más repudiadas. Sobreviven con transferencias que les hacen otras instituciones, pero en general, si la financiación autonómica es un carajal que no funciona, la municipal simplemente no se ha tratado de crear, y sobrevive como puede. En los años de bonanza la concejalía de hacienda se mudó a la de urbanismo. El suelo era la principal herramienta de financiación. Cada pelotazo con el terreno suponía enormes ingresos para promotores, concejales y parentela asociada, sí, y un pequeño pellizco iba a las arcas del ayuntamiento. Y así se financiaron obras carentes de sentido, que daban muchos votos, y que generan costes de mantenimiento continuos que no pueden ser afrontados hoy en día. Tras la debacle y el fin del pelotazo, los ayuntamientos se han quedado a dos velas apagadas, apenas pueden hacer frente a los gastos corrientes y su capacidad de inversión es, en muchos casos, nula. Por eso las promesas electorales de reforma, nuevas políticas y nuevos tiempos, que son de agradecer, van a tener que pasar por el duro tamiz de la caja, y ver hasta qué punto son realizables o no. En el caso de Madrid, por ejemplo, con más de 5.000 millones de euros de deuda, fruto de la grandiosa obra de la M30, el presupuesto está hipotecado por décadas, me atrevería a decir. Es fácil mejorar la gestión y, sobre todo, la sensación que producía Ana Botella al frente del consistorio, pero muchas de las políticas municipales sobreviven por pura inercia y voluntad de quienes las desarrollan, no por la fuerza de la caja municipal. El nuevo equipo de Carmena, obligado a pagar los intereses y principal de la deuda, tendrá que hacer encaje de bolillos para llevar a cabo alguna de sus propuestas, y lo saben muy bien. Y varias no verán la luz. Berlín, otro ayuntamiento muy endeudado, puede ser un ejemplo a seguir. Allí la fiebre del emprendimiento, fomentada desde todas las autoridades, y unos alquileres muy baratos, han logrado que se dispare el número de empresas innovadoras “start ups” en la jerga y que su actividad contribuya cada vez más a sanear las cuentas de la ciudad. Es una vía posible de entre muchas que, a la fuerza ahorcan, toca experimentar.

Lo que está calor es que muchos de los alcaldes elegidos el sábado son débiles. Sobreviven con una mayoría inestable cohesionada en su opinión opuesta al PP, pero que en la gestión diaria se van a enfrentar con frecuencia. El caso del concejal Zapata en Madrid, (de cultura le han nombrado al sujeto, glups) y su idea de no renunciar pese a conocérsele varios tuits ofensivos contra distintas víctimas, muestra que las tensiones y problemas no tardan en aflorar, y que en muchos casos las nuevas formaciones acuden a los tópicos de las viejas (conspiración, persecución, etc) a la primera de cambio. Quizás la primera medida de Carmena al frente de su ayuntamiento no sea construir nada, sino cesar al primer impresentable de entre los suyos. Y de ahí en adelante….

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