El sábado se consumó el cambio
radical del poder municipal derivado de las elecciones del 24 de Mayo. Más ocho
mil ayuntamientos (demasiados) se constituyeron a lo largo del día y muchos
alcaldes fueron fruto de pagos en los que la mayoría absoluta de la votación se
deriva de un acuerdo a múltiples bandas, en las que los nuevos partidos
emergentes, que ya son una realidad emergida, se han convertido en la clave.
Ciudadanos, por un lado, sosteniendo a unos y a otros. El consorcio podemos,
por otro, llegando al poder puro, como es el caso de Madrid y Barcelona, siendo
en general el líder de muchos de los acuerdos de gobierno.
Para todos ellos, a partir de
hoy, se acaban las flores, las promesas y los discursos, y comienza la gestión,
el trabajo de verdad. Y muchos deben hacer frente a una caja municipal que está
tan quebrada como lo estaba el día de las elecciones. Las promesas cuestan, y
en estos tiempos es la disponibilidad financiera, si la hay, la que te permite
decidir lo que puedes llegar a ejercer en tu labor política. En los
ayuntamientos el problema es aún mayor. Carecen de figuras impositivas de gran
fuerza, y su recaudación se basa en tasas, IBIs odiados y las multas aún más
repudiadas. Sobreviven con transferencias que les hacen otras instituciones,
pero en general, si la financiación autonómica es un carajal que no funciona,
la municipal simplemente no se ha tratado de crear, y sobrevive como puede. En
los años de bonanza la concejalía de hacienda se mudó a la de urbanismo. El
suelo era la principal herramienta de financiación. Cada pelotazo con el
terreno suponía enormes ingresos para promotores, concejales y parentela
asociada, sí, y un pequeño pellizco iba a las arcas del ayuntamiento. Y así se
financiaron obras carentes de sentido, que daban muchos votos, y que generan
costes de mantenimiento continuos que no pueden ser afrontados hoy en día. Tras
la debacle y el fin del pelotazo, los ayuntamientos se han quedado a dos velas
apagadas, apenas pueden hacer frente a los gastos corrientes y su capacidad de
inversión es, en muchos casos, nula. Por eso las promesas electorales de
reforma, nuevas políticas y nuevos tiempos, que son de agradecer, van a tener
que pasar por el duro tamiz de la caja, y ver hasta qué punto son realizables o
no. En el caso de Madrid, por ejemplo, con más de 5.000 millones de euros de
deuda, fruto de la grandiosa obra de la M30, el presupuesto está hipotecado por
décadas, me atrevería a decir. Es fácil mejorar la gestión y, sobre todo, la
sensación que producía Ana Botella al frente del consistorio, pero muchas de
las políticas municipales sobreviven por pura inercia y voluntad de quienes las
desarrollan, no por la fuerza de la caja municipal. El nuevo equipo de Carmena,
obligado a pagar los intereses y principal de la deuda, tendrá que hacer encaje
de bolillos para llevar a cabo alguna de sus propuestas, y lo saben muy bien. Y
varias no verán la luz. Berlín, otro ayuntamiento muy endeudado, puede ser un
ejemplo a seguir. Allí la fiebre del emprendimiento, fomentada desde todas las
autoridades, y unos alquileres muy baratos, han logrado que se dispare el número
de empresas innovadoras “start ups” en la jerga y que su actividad contribuya
cada vez más a sanear las cuentas de la ciudad. Es una vía posible de entre
muchas que, a la fuerza ahorcan, toca experimentar.
Lo que está calor es que muchos de los alcaldes
elegidos el sábado son débiles. Sobreviven con una mayoría inestable
cohesionada en su opinión opuesta al PP, pero que en la gestión diaria se van a
enfrentar con frecuencia. El
caso del concejal Zapata en Madrid, (de cultura le han nombrado al sujeto,
glups) y su idea de no renunciar pese a conocérsele varios tuits ofensivos
contra distintas víctimas, muestra que las tensiones y problemas no tardan
en aflorar, y que en muchos casos las nuevas formaciones acuden a los tópicos
de las viejas (conspiración, persecución, etc) a la primera de cambio. Quizás
la primera medida de Carmena al frente de su ayuntamiento no sea construir
nada, sino cesar al primer impresentable de entre los suyos. Y de ahí en
adelante….
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