En España discutimos sobre si
tenemos que hacer primarias en los partidos o no, y de qué tipo debieran ser.
El PSOE las ha finiquitado de facto con un aspirante, Pedro Sánchez, que ha
contado con miles de avales, y unos mariachis que, con apenas cientos (o un solo
aval) han sido una triste comparsa. En el PP ni están ni, pese a lo que ahora
se anuncia de cara a la galería, se esperan, y en otras formaciones ya veremos,
dado lo raudas que se han vuelto a la hora de usar los argumentos de la “casta”
para justificar comportamientos propios que reprochan a todos los que ellas ven
como ajenos. Este es el panorama, muy “primario”.
En EEUU, como siempre, para lo
bueno y lo malo, nada que ver. De cara a las elecciones presidenciales de
noviembre de 2016, dentro de año y medio, el partido demócrata tiene ya una
gran aspirante, Hillary Clinton, y es casi seguro que algunos rivales más de
poca entidad. Pero en el bando republicano, las primarias amenazan con
convertirse en un circo. Han dado ya el paso algunos de los que se consideraban
como fijos, tales como el Ted Cruz, el libertario Rand Paul o el joven
congresista Marco Rubio. El Lunes lo hizo Jeff Bush, hijo de George, primer
presidente, y hermano de George, segundo presidente, y considerado el más listo
de la familia. Y
ayer saltó al ruedo Donald Trump, el millonario, un hombre hecho a sí
mismo, forrado hasta los huesos gracias a sus casinos, hoteles y negocios
inmobiliarios, que promete animar al campaña con propuestas psicodélicas como
la construcción de un muro que separe a EEUU y Méjico, para así impedir la
entrada de inmigrantes. Muro que, por supuesto, debería financiar Méjico. Con
la presencia del alocado Trump creo que ya son doce los aspirantes de lo que
allí llaman el GOP, siglas de “Great Old Party”, el viejo y gran partido, y la
Fox, cadena más prorepublicana que muchos simpatizantes del partido, ya ha
anunciado que en los debates admitirá a un máximo de diez, no se si para tratar
de clarificar las cosas o porque no le entran más en el los estudios que posee.
La disparidad de candidatos es enorme, no sólo por cantidad, sino por
ideología. Los hay muy escorados hacia el ala radical del Tea Party y otros,
entre los que destaca Jeff Bush, aunque pueda parecerles lo contrario, que son
de lo más moderado. La política económica, el papel de un aparentemente en
declive EEUU en el mundo y la inmigración son tres de los asuntos que más
separan a todos en sus discursos, y uno puede oír cosas razonables, como las
propuestas de asimilación de inmigrantes de Bush o la idea de Paul de casi
liquidar la Reserva Federal para ir camino a una economía de corte austriaco
puro. Visto desde fuera, es un caos absoluto. Lo más probable es que los
sucesivos debates y elecciones primarias de los estados, los famosos caucus,
vayan cribando los candidatos, eliminando a los que tengan propuestas más
extravagantes y menos dinero, no necesariamente en este orden. El caso de Trump
es un poco raro, porque tiene muchísimo dinero, pero sincera y afortunadamente,
su programa de gobierno, por llamarlo de alguna manera, es un disparate de
tales dimensiones que no tiene posibilidades de salir adelante en ninguna
elección seria, por lo que sólo se puede esperar de su presencia mucho morbo
televisivo, espectáculo mediático y bronca, que subirá las audiencias y, a buen
seguro, le hará ganar aún más dinero.
¿Qué va a pasar finalmente? No lo se. Hay muchos
analistas que sueñan con un nuevo duelo Clinton Bush el año que viene, lo que
sería asombroso, y dejaría claro que en el país de las oportunidades parecen
existir dos familias que, para cada partido, suponen la aristocracia de la política,
lo que no dejaría de ser curioso y, hasta cierto punto, preocupante. En todo
caso pocos espectáculos en el mundo son tan apasionantes y divertidos (y caros)
como el de la carrera presidencial: Prepárense para seguirlo, con una cobertura
superior a la de nuestros propios comicios, mientras Obama apura sus últimos
meses de presidencia, en medio de vicisitudes que, a buen seguro, no llegó
nunca a imaginar.
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