martes, junio 30, 2015

Me equivoqué respecto a Grecia

Fíense de mi cuando hagan sus apuestas y les irá mal, muy mal. La semana pasada comentaba que lo más probable era un acuerdo de la UE con Grecia, que era la postura más racional para ambas partes, y que la subida de las bolsas anticipaba ese compromiso, quizás para emplazarse a una nueva negociación a cara de perro dentro de unos meses, pero que al menos eliminaría las incertidumbres de estos días. Me las prometía muy felices, y más ustedes, que a buen seguro están más que hartos de esta historia y querían dejar de oír hablar de ella en esta columna y en cualquier otro sitio de información. Pues lo siento, me equivoqué.

Lo que a lo largo de la semana era un movimiento negociador que partía de una posición de mínimo acuerdo se fue tornando, poco a poco, en un profundo enfrentamiento entre las posturas de ambas partes, con una escalada verbal de reproches personales muy profunda. El mismo vienes las posturas, que estaban ya muy separadas, parecían todavía dispuestas al acuerdo, pero de la tarde del viernes hasta la del domingo todo se ha precipitado de una manera espectacular, no se si prevista, y desde luego, peligrosa. Asistí asombrado, casi en directo, la noche del viernes al sábado, tumbado en el sofá de Elorrio, al anuncio de Tsipras de convocatoria de un referéndum exprés para este próximo domingo, en el que los griegos debían pronunciarse sobre la oferta de los acreedores, que él considera insuficiente, injusta e ilegal. Esa convocatoria era la voladura de los pocos puentes que quedaban entre Atenas y Bruselas, un gesto de desafío, un nuevo órdago por parte de un gobierno que, aunque lo niegue, carece de margen de maniobra. La convocatoria puso todo patas arriba, y el ambiente del sábado era ya mucho más que pesimista. Términos como Grexit, corralito, abandono del euro y similares, que hasta entonces estaban en boca de agoreros y expertos poco valorados empezaron a circular por los mentideros de la Comisión Europea y, en general, todos los organismos internacionales. Las apuestas subían de tono y Grecia, al borde de ese famoso precipicio que siempre se menciona, empezaba a dar el paso decisivo hacia el vacío. La decisión del BCE de mantener la ayuda de emergencia a la banca griega, a través del programa conocido como ELA, pero de no aumentar los importes de dicha ayuda, precipitó las cosas, y abocó a las autoridades a instaurar el corralito en la tarde del domingo, al ser imposible hacer frente a las retiradas masivas de capitales. En un fin de semana de finales de junio, de calor desatado en todo el sur del continente, Bruselas hervía de nervios y temor ante lo que parecía el accidente perfecto. Ayer pudimos ver en las bolsas y otros mercados lo caro que nos ha salido el desencuentro, y hoy se ejecutará, salvo gran sorpresa, el impago de las cantidades debidas por Grecia al FMI derivadas del fin del segundo programa de rescate, que es el que se trataba de prolongar en estas negociaciones. Con el referéndum a cuatro días vista, con la Syriza gobernante propugnando el no a una pregunta compleja, pero que en esencia permite decidir entre aceptar las condiciones de los acreedores o no, y con ello la permanencia en el Euro o no, Grecia se mantiene en un limbo financiero muy peligroso. Su sistema bancario está cerrado, su bolsa no funciona, la economía diaria debe estar empezando a sentir los efectos de este marasmo, ahondando su caída, y en plena temporada turística, los viajeros se ven abocados a llevar billetes abundantes en sus carteras pese a la promesa de que las tarjetas internacionales sí funcionarán en unos cajeros que, a buen seguro, estarán más que vacíos.

Sinceramente, a mi esto me parece un completo y absoluto desastre, para todos los agentes implicados. Desastre para un gobierno griego que sigue jugando como si estuviera en una partida de póker, incapaz de asumir que no puede hacer frente a las promesas que le llevaron al poder porque su economía está quebrada. Desastre para una UE que se enfrenta, ahora de verdad, a que un miembro abandone el hasta ahora irreversible Euro y quién sabe si la propia Unión en sí. Y sobre todo, desastre para los ciudadanos de Grecia, que durante años han tenido gobernantes que les han robado, ahora tienen gobernantes que les mienten, y en todo este tiempo sólo se han empobrecido en un país que, sinceramente, no funciona. Un desastre se mire por donde se mire.

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