No se como consecuencia del
resultado sorpresa de la gala de los Óscar, que premió a la película titulada
Luz de Luna, ayer Elon Musk, uno de los empresarios más activos e interesantes
de EEUU, dueño de empresas como Tesla o SpaceX, anunció que
dos millonarios han pagado el pasaje para poder realizar, a bordo de una de sus
cápsulas Dragon, un viaje orbital a la Luna, y que eso se producirá el próximo
año 2018. Un anunció tan alucinante como la brillante luz de nuestro satélite,
que no se hasta qué punto tiene bases ciertas y consiste en una fantástica
estrategia de propaganda. En todo caso Musk nunca deja a nadie indiferente.
1972, el año de mi nacimiento
(ufff) fue el último en el que la humanidad visitó el satélite. Una vez ganada
la carrera espacial de la Luna, el programa Apollo contaba con objetivos científicos
pero había dejado de ser el ojo derecho de la presidencia, los militares y, ay,
los presupuestos. El interés por la exploración espacial fue languideciendo a
medida que quedaba clara la superioridad de EEUU y que la “carrera” se iba
convirtiendo en un juego de asociación entre la potencia norteamericana, los
rusos y otras muchas naciones. Y la Luna se quedó ahí, iluminándonos y sin que
nadie le hiciera mucho caso. Desde entonces ir al “espacio” se ha convertido en
un viaje que sitúa a los astronautas en órbita en torno a la Tierra a la ridícula
distancia de cuatrocientos kilómetros, más o menos la que hay entre Madrid y
Elorrio, pero hacia arriba. Es la altura a la que orbita la Estación Espacial
Internacional y a la que lo hacían los transbordadores. Satélites de varios
tipos orbitan a alturas mucho mayores, de decenas de miles de kilómetros, pero
desde ese lejano 1972 ningún humano ha superado esa altura. La Luna,
recordemos, está a un poquito más de 300.000 kilómetros de distancia, un segundo
luz, y por tanto es una barrera a la que no nos enfrentamos desde entonces. El
anuncio de SpaceX ha hecho levantar tantas ilusiones como dudas. Dado que se
trata de una misión en la que, recordemos, no se toca el suelo lunar sino que
se orbita para verla y se vuelve, la complejidad del viaje se reduce
notablemente, al no necesitarse de ningún tipo de módulo de descenso ni nada
por el estilo, y el coste de combustible se reduce notablemente, dado que casi
todo él se emplearía para realizar el ascenso a la órbita baja, pero en todo
caso estaríamos hablando de un viaje de una duración de varios días, fácilmente
una semana desde el despegue en tierra hasta la vuelta, con configuraciones de vuelo
muy complejas, maniobras de captura gravitatoria de las que se ha perdido mucha
experiencia y, cómo no, constante soporte vital para los dos tripulantes de la
nave, que en todo momento deben poder alimentarse, respirar, evacuar fluidos y
dormir. ¿Tenemos la tecnología necesaria para realizar todo eso? La respuesta
es que sí, pero con muchos matices, y un sí en el que entra en juego la
colaboración de agencias espaciales internacionales y empresas privadas, pero
que se convierte en un probable no si sólo tenemos en cuenta a uno de esos
integrantes del consorcio espacial. La pregunta correcta sería si SpaceX tiene
la tecnología y capacidad necesaria para realizar algo así, y ahí el no empieza
a ganar muchos enteros. Hasta el momento la empresa de Musk ha realizado logros
enormes que tienen tanto mérito como reconocimiento. Consigue poner satélites
en órbita con cierta periodicidad y ha realizado ya algunos viajes de
aprovisionamiento de carga a la Estación Espacial, por lo que podemos decir que
tiene “controlada” la órbita baja. Así mismo ha revolucionado el mundo de los
cohetes con su tecnología de aterrizaje y recuperación, que ha cosechado
algunos fracasos y bastantes y sonados éxitos, cuando nadie daba un duro por
ello. Sin embargo SpaceX aún no ha mandado un astronauta en ninguna de sus
naves y, pese a que es una de las obligaciones que tiene a futuro en sus contratos
de colaboración con la NASA, 2020 era el horizonte estimado para sus primeras
pruebas tripuladas.
¿Ha desarrollado Musk su tecnología
mucho más de lo que todos pensábamos y está ya en condiciones de convertir sus
cápsulas en naves espaciales tripuladas? La trayectoria de Tesla, su otra
empresa, nos puede servir de referente en el sentido de que muchos de sus
anuncios han acabado siendo certezas, pese a que inicialmente parecían
chifladuras. De todas maneras, un viaje como el anunciado es una empresa, económica
y tecnológicamente, de una complejidad muy superior. Al menos antes de ello
SpaceX debiera probar a realizar el viaje “sin carga” para verificar que las
trayectorias de vuelo e inserciones orbitales son las posibles. ¿Y todo eso, y
muchas más verificaciones en un solo año? No lo veo. Pero deseo plenamente que
lo logre. Ojalá.