Aunque primero serán las
holandesas, a celebrar en Marzo, las elecciones presidenciales francesas
aparecen en el horizonte como la cita más importante de la política europea, aún
más si cabe que las alemanas, dado el peligro que representa el Frente Nacional
de Le Pen. Ella se perfila como clara ganadora de la primera vuelta, y no está
claro quién será su rival en la segunda. Frente a su inquietante poderío,
cuatro hombres, cuyo apellido acaba en “on” disputarán a la que lo acaba sólo en
“n” el palacio del Eliseo, donde ahora vive Hollande, viendo cómo se extingue
su fracasado mandato.
Entre primarias y debates
internos y candidaturas sueltas, cuatro son, como decía, los representantes de
la política tradicional francesa que acuden a las urnas. Por la derecha, tras
unas primarias muy reñida, Fillon resultó ser el ganador, con un discurso duro,
y arrinconó a Sarkozy y Juppe. Por el partido socialista, el pasado fin de
semana se confirmó la victoria en primarias de Hamon, más izquierdista, frente
a un Valls posibilista. Junto a ello compite Macron, ex ministro de economía en
uno de los gobiernos de Hollande, candidato independiente y que juega una baza
de centro que aquí podríamos asimilar a Ciudadanos, aunque no exactamente, y
también compite Melenchón, representante de la izquierda clásica situada más
allá del socialismo y que, para entendernos, sería más en nuestro país un miembro
de IU que de Podemos. Hasta hace una semana las encuestas eran volátiles, pero
coincidían en dar a Le Pen como ganadora de la primera vuelta y a Fillon como
segundo, siendo por tanto la elección decisiva entre ambos. Fillon genera muchísimo
rechazo entre el votante de izquierda y, pese a ser la candidatura útil frente
al extremismo del Frente Nacional, se auguraba una disputa muy ajustada entre
ambas personalidades. Todo esto era hace unas semanas, porque el panorama está
cambiando bruscamente, no porque Le Pen haya entrado en crisis (no tendremos
esa suerte, no) sino por el
derrumbe de la imagen de Fillon tras descubrirse una serie de contratos
mediante los cuales, presuntamente, abonaba cantidades muy sustanciosas a su
mujer e hijos a cambio de que simularan trabajar, en lo que, si se confirma, es
un caso de nepotismo en toda la regla. De momento Fillon se agarra como gato
panza arriba al manual del político pillado en un lío, y tira del argumentario
de la conspiración ajena y de los propios, de sentirse atacado por aquellos que
desean su caída y tacha de calumnias todas las informaciones que surgen sobre
el caso, informaciones y datos cada vez más comprometedores y que empiezan a
dejar pocas dudas sobre lo que hizo. No podrá Fillon aguantar mucho tiempo como
candidato de la derecha si estas noticas no cesan, y ya reflejan las encuestas
un derrumbe de su imagen. ¿Estaría a tiempo la derecha francesa de proponer un
nuevo candidato para solventar el problema? Y si lo hiciera, ¿serviría eso para
recuperar la intención de voto perdida? No está claro ni lo uno ni lo otro, pero
ahora mismo la campaña de Fillon y su partido está gravemente herida. Mientras
Le Pen ve como uno de sus rivales directos empieza a hundirse, los sondeos viran
y señalan a Macron, convencido europeísta, como alternativa del votante de
derecha y centro para que sea el candidato que dispute la segunda vuelta.
Macron, muy joven, ha cultivado
una imagen de tecnócrata, bastante aséptico y alejado de la dura batalla ideológica.
Europeista convencido, acabo saliendo del gobierno de Hollande porque muchos
socialistas le veían como demasiado de derechas y porque el mismo detectó la
oportunidad de emprender una carrera en solitario que, si le lleva a la
presidencia, sería de un éxito y velocidad tan fulgurante como asombroso. Macron
puede recoger, en segunda vuelta, mucho voto de socialistas clásicos, que
hubieran votado a Valls de ser candidato, y presenta una imagen de posible
consenso frente al extremismo de Le Pen. En todo caso, la política francesa nos
puede deparar una sorpresa cada día de aquí a mayo, cuando todo este apasionante
proceso concluya. Confiemos en que de buena manera.
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