martes, febrero 28, 2017

SpaceX les lleva a ver Moonlight de muy muy cerca

No se como consecuencia del resultado sorpresa de la gala de los Óscar, que premió a la película titulada Luz de Luna, ayer Elon Musk, uno de los empresarios más activos e interesantes de EEUU, dueño de empresas como Tesla o SpaceX, anunció que dos millonarios han pagado el pasaje para poder realizar, a bordo de una de sus cápsulas Dragon, un viaje orbital a la Luna, y que eso se producirá el próximo año 2018. Un anunció tan alucinante como la brillante luz de nuestro satélite, que no se hasta qué punto tiene bases ciertas y consiste en una fantástica estrategia de propaganda. En todo caso Musk nunca deja a nadie indiferente.

1972, el año de mi nacimiento (ufff) fue el último en el que la humanidad visitó el satélite. Una vez ganada la carrera espacial de la Luna, el programa Apollo contaba con objetivos científicos pero había dejado de ser el ojo derecho de la presidencia, los militares y, ay, los presupuestos. El interés por la exploración espacial fue languideciendo a medida que quedaba clara la superioridad de EEUU y que la “carrera” se iba convirtiendo en un juego de asociación entre la potencia norteamericana, los rusos y otras muchas naciones. Y la Luna se quedó ahí, iluminándonos y sin que nadie le hiciera mucho caso. Desde entonces ir al “espacio” se ha convertido en un viaje que sitúa a los astronautas en órbita en torno a la Tierra a la ridícula distancia de cuatrocientos kilómetros, más o menos la que hay entre Madrid y Elorrio, pero hacia arriba. Es la altura a la que orbita la Estación Espacial Internacional y a la que lo hacían los transbordadores. Satélites de varios tipos orbitan a alturas mucho mayores, de decenas de miles de kilómetros, pero desde ese lejano 1972 ningún humano ha superado esa altura. La Luna, recordemos, está a un poquito más de 300.000 kilómetros de distancia, un segundo luz, y por tanto es una barrera a la que no nos enfrentamos desde entonces. El anuncio de SpaceX ha hecho levantar tantas ilusiones como dudas. Dado que se trata de una misión en la que, recordemos, no se toca el suelo lunar sino que se orbita para verla y se vuelve, la complejidad del viaje se reduce notablemente, al no necesitarse de ningún tipo de módulo de descenso ni nada por el estilo, y el coste de combustible se reduce notablemente, dado que casi todo él se emplearía para realizar el ascenso a la órbita baja, pero en todo caso estaríamos hablando de un viaje de una duración de varios días, fácilmente una semana desde el despegue en tierra hasta la vuelta, con configuraciones de vuelo muy complejas, maniobras de captura gravitatoria de las que se ha perdido mucha experiencia y, cómo no, constante soporte vital para los dos tripulantes de la nave, que en todo momento deben poder alimentarse, respirar, evacuar fluidos y dormir. ¿Tenemos la tecnología necesaria para realizar todo eso? La respuesta es que sí, pero con muchos matices, y un sí en el que entra en juego la colaboración de agencias espaciales internacionales y empresas privadas, pero que se convierte en un probable no si sólo tenemos en cuenta a uno de esos integrantes del consorcio espacial. La pregunta correcta sería si SpaceX tiene la tecnología y capacidad necesaria para realizar algo así, y ahí el no empieza a ganar muchos enteros. Hasta el momento la empresa de Musk ha realizado logros enormes que tienen tanto mérito como reconocimiento. Consigue poner satélites en órbita con cierta periodicidad y ha realizado ya algunos viajes de aprovisionamiento de carga a la Estación Espacial, por lo que podemos decir que tiene “controlada” la órbita baja. Así mismo ha revolucionado el mundo de los cohetes con su tecnología de aterrizaje y recuperación, que ha cosechado algunos fracasos y bastantes y sonados éxitos, cuando nadie daba un duro por ello. Sin embargo SpaceX aún no ha mandado un astronauta en ninguna de sus naves y, pese a que es una de las obligaciones que tiene a futuro en sus contratos de colaboración con la NASA, 2020 era el horizonte estimado para sus primeras pruebas tripuladas.


¿Ha desarrollado Musk su tecnología mucho más de lo que todos pensábamos y está ya en condiciones de convertir sus cápsulas en naves espaciales tripuladas? La trayectoria de Tesla, su otra empresa, nos puede servir de referente en el sentido de que muchos de sus anuncios han acabado siendo certezas, pese a que inicialmente parecían chifladuras. De todas maneras, un viaje como el anunciado es una empresa, económica y tecnológicamente, de una complejidad muy superior. Al menos antes de ello SpaceX debiera probar a realizar el viaje “sin carga” para verificar que las trayectorias de vuelo e inserciones orbitales son las posibles. ¿Y todo eso, y muchas más verificaciones en un solo año? No lo veo. Pero deseo plenamente que lo logre. Ojalá.

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