Coinciden este fin de semana, y
no por casualidad, los congresos nacionales del PP y de Podemos. Este
hermanamiento de fechas se debe a un deseo expreso de Pablo Iglesias que, una
vez conocida la fecha del cónclave popular, escogió la misma para la asamblea
de su formación, la llamada Vistalegre II, con la idea tanto de contraprogramar
a Rajoy y presentarse como única alternativa de oposición como por la idea de
mostrar al electorado, frente a las formas decimonónicas y poco transparentes
del PP, la manera moderna, abierta y dialogante de Podemos, su esencia de
democracia popular frente al organicismo de los seguidores de Mariano. Hay
decisiones que sólo el tiempo demuestra lo muy erróneas que son.
Como bien saben la situación
dista mucho de ser, hoy en día, la que esperaba casi todo el mundo, y en
especial los de Podemos. El congreso del PP se presenta como un acto bastante
aburrido, en el que la principal intriga es si la tarjeta que recoge los cargos
que ejerce Cospedal deberá seguir siendo un desplegable o podrá ser de tamaño
convencional, y
si el pájaro que sirve de logotipo a la formación es una gaviota o un charrán.
No se espera que Aznar y sus muy menguados seguidores planten ningún tipo de
batalla y algunos aspectos, como el de la futura elección de los liderazgos, la
maternidad subrogada o la presión de los nuevos líderes (Cifuentes y Feijoo
entre ellos) pueden generar algún tipo de controversia, pero la verdad es que
todo el mundo espera aburrirse bastante en la Caja Mágica y su desolado
entorno, en el sur de Madrid, cerca de la A4. Vistalegre, también en el sur de
Madrid, cerca de la A5, donde tendrá lugar la asamblea de Podemos, promete ser
un lugar mucho más interesante, en el que los periodistas quizás deban acudir
con los chalecos esos que los identifican en las guerras con un PRESS muy
grandote para no resultar heridos por el fuego cruzado que no cesa entre los
bandos rivales de la formación. Pablistas, errejonistas y anticapitalistas se
han convertido en marcas de trinchera, en denominaciones que identifican
frentes no tan diversos en ideología como en avidez de poder y culto al
personalismo. Iglesias,
dotado de un egocentrismo digno del Rey Sol, eleva día a día el reto y la
apuesta encarnada en su figura, frente a todos aquellos que la atacan y, así,
atacan a la esencia de Podemos. Su idea de partido guía, guiado por él mismo,
es puesta en entredicho por un Errejón que discrepa de las formas y, sobre
todo, desconfía del hiperliderazgo que no lleva a la victoria. Es seguido por
varios militantes pero, no parece, la suficiente masa crítica como para
desbancar al mítico guía revolucionario. Lo anticapitalistas, que sobre todo
son anti, se venden al mejor postor siempre que éste haga lo que ellos desean,
y aspiran a ocupar cuotas de poder en medio del fango mutuo. IU, o algo
parecido, pulula en medio de los frentes, con un Alberto Garzón abducido por el
supremo liderazgo pero incapacitado para tener voz, voto o discurso propio, e
incapaz de responder con el mínimo coraje necesario cada vez que Iglesias
despotrica contra la antigua formación de izquierdas. Vendió Garzón su alma y
siglas a Iglesias a cambio de puesto, posición y poder, y se encuentra ahora
con que no tiene ni poder ni posición ni puesto ni siglas. Su alma, por
descontado, se evaporó hace tiempo, y pese a que a él puede que sea lo que
menos le importe, a sus antaño votantes quizás sea lo que más echen en falta.
Es muy difícil saber cómo va a acabar el follón de Vistalegre, y por eso será
mediáticamente mucho más entretenido. Lo que es segura es la decepción de muchos
de los fieles de Podemos, más de cinco millones de votos en las últimas elecciones,
con el espectáculo de división, acuchillamiento y bronca que se vive
actualmente entre unos dirigentes ensimismados, cómo no, por su cuota de poder.
En el fondo, PP, Podemos, y todos los partidos, no
son muy distintos. Podría decirse que son exactamente lo mismo, estructuras
creadas para alcanzar el poder político y, una vez logrado, mantenerse en él. El
PP ahora mismo vive en el logro de ese objetico, y esa es la fuente de su
tranquilidad. Podemos, por autoimponerse unas expectativas demasiado elevadas y
por desear la victoria ante todo (fracaso de estrategia de Iglesias) sintió como
derrota lo que han sido excelentes resultados electorales, y la ausencia de
poder es lo que ha desatado su crisis. Si el PP no gobernara, a buen seguro que
la batalla en la Caja tendría poco de mágica, pero como bien saben los
partidos, que se lo pregunten ambos ahora mismo al PSOE, no hay mayor
aglutinante interno que el poder y, con él, cargos para repartir. ¿Verdad?
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