viernes, febrero 10, 2017

PP, Podemos y el Poder

Coinciden este fin de semana, y no por casualidad, los congresos nacionales del PP y de Podemos. Este hermanamiento de fechas se debe a un deseo expreso de Pablo Iglesias que, una vez conocida la fecha del cónclave popular, escogió la misma para la asamblea de su formación, la llamada Vistalegre II, con la idea tanto de contraprogramar a Rajoy y presentarse como única alternativa de oposición como por la idea de mostrar al electorado, frente a las formas decimonónicas y poco transparentes del PP, la manera moderna, abierta y dialogante de Podemos, su esencia de democracia popular frente al organicismo de los seguidores de Mariano. Hay decisiones que sólo el tiempo demuestra lo muy erróneas que son.

Como bien saben la situación dista mucho de ser, hoy en día, la que esperaba casi todo el mundo, y en especial los de Podemos. El congreso del PP se presenta como un acto bastante aburrido, en el que la principal intriga es si la tarjeta que recoge los cargos que ejerce Cospedal deberá seguir siendo un desplegable o podrá ser de tamaño convencional, y si el pájaro que sirve de logotipo a la formación es una gaviota o un charrán. No se espera que Aznar y sus muy menguados seguidores planten ningún tipo de batalla y algunos aspectos, como el de la futura elección de los liderazgos, la maternidad subrogada o la presión de los nuevos líderes (Cifuentes y Feijoo entre ellos) pueden generar algún tipo de controversia, pero la verdad es que todo el mundo espera aburrirse bastante en la Caja Mágica y su desolado entorno, en el sur de Madrid, cerca de la A4. Vistalegre, también en el sur de Madrid, cerca de la A5, donde tendrá lugar la asamblea de Podemos, promete ser un lugar mucho más interesante, en el que los periodistas quizás deban acudir con los chalecos esos que los identifican en las guerras con un PRESS muy grandote para no resultar heridos por el fuego cruzado que no cesa entre los bandos rivales de la formación. Pablistas, errejonistas y anticapitalistas se han convertido en marcas de trinchera, en denominaciones que identifican frentes no tan diversos en ideología como en avidez de poder y culto al personalismo. Iglesias, dotado de un egocentrismo digno del Rey Sol, eleva día a día el reto y la apuesta encarnada en su figura, frente a todos aquellos que la atacan y, así, atacan a la esencia de Podemos. Su idea de partido guía, guiado por él mismo, es puesta en entredicho por un Errejón que discrepa de las formas y, sobre todo, desconfía del hiperliderazgo que no lleva a la victoria. Es seguido por varios militantes pero, no parece, la suficiente masa crítica como para desbancar al mítico guía revolucionario. Lo anticapitalistas, que sobre todo son anti, se venden al mejor postor siempre que éste haga lo que ellos desean, y aspiran a ocupar cuotas de poder en medio del fango mutuo. IU, o algo parecido, pulula en medio de los frentes, con un Alberto Garzón abducido por el supremo liderazgo pero incapacitado para tener voz, voto o discurso propio, e incapaz de responder con el mínimo coraje necesario cada vez que Iglesias despotrica contra la antigua formación de izquierdas. Vendió Garzón su alma y siglas a Iglesias a cambio de puesto, posición y poder, y se encuentra ahora con que no tiene ni poder ni posición ni puesto ni siglas. Su alma, por descontado, se evaporó hace tiempo, y pese a que a él puede que sea lo que menos le importe, a sus antaño votantes quizás sea lo que más echen en falta. Es muy difícil saber cómo va a acabar el follón de Vistalegre, y por eso será mediáticamente mucho más entretenido. Lo que es segura es la decepción de muchos de los fieles de Podemos, más de cinco millones de votos en las últimas elecciones, con el espectáculo de división, acuchillamiento y bronca que se vive actualmente entre unos dirigentes ensimismados, cómo no, por su cuota de poder.

En el fondo, PP, Podemos, y todos los partidos, no son muy distintos. Podría decirse que son exactamente lo mismo, estructuras creadas para alcanzar el poder político y, una vez logrado, mantenerse en él. El PP ahora mismo vive en el logro de ese objetico, y esa es la fuente de su tranquilidad. Podemos, por autoimponerse unas expectativas demasiado elevadas y por desear la victoria ante todo (fracaso de estrategia de Iglesias) sintió como derrota lo que han sido excelentes resultados electorales, y la ausencia de poder es lo que ha desatado su crisis. Si el PP no gobernara, a buen seguro que la batalla en la Caja tendría poco de mágica, pero como bien saben los partidos, que se lo pregunten ambos ahora mismo al PSOE, no hay mayor aglutinante interno que el poder y, con él, cargos para repartir. ¿Verdad?

No hay comentarios: