La medida impuesta por la
administración Trump, de impedir la entrada en EEUU de residentes de siete países
por considerarse de riesgo terrorista por el mero hecho de ser nacionales de
esos territorios, además de ser ineficiente en la lucha contra el terrorismo,
ha puesto de manifiesto el tinte xenófobo que impregna a todo el equipo que
gobierna ahora mismo en Washington. Es inaudito que a estas alturas de la
historia aún tengamos que repetir, sin cesar, que ni la raza, creencia, origen
o fe determinan la bondad o maldad de las personas, que en todas partes hay
excelentes individuos, mezclados con peligrosos capullos y con otros muchos que
no son ni lo uno ni lo otro. Aquí, fuera y en todos lados.
Ha sido un juez federal del
estado de Washington el que ha determinado que esa normativa es inconstitucional
y, de momento, la ha dejado sin vigor, aunque el
gobierno federal ya la ha recurrido y se espera que hoy mismo se celebre una
primera audiencia entre ambas partes para ver qué pasa finalmente con su
efectividad. El fallo preliminar de ese juez de la costa oeste ha sido el
primer gran revés para Trump en sus dos primeras y meteóricas semanas de mandato,
y ha puesto sobre el tapete las posibilidades reales de frenar la actitud
nacionalista y desnortada del actual inquilino de la Casa Blanca. Desde que se
conoció la victoria de Trump en noviembre se ha hablado mucho del concepto de “check
& balance” de los contrapesos que posee el sistema norteamericano para
impedir que ninguna figura, cargo o institución detente el poder absoluto. Los
fundadores de la nación norteamericana, emigrantes todos ellos, huían de una
Europa en la que las monarquías absolutas y los fundamentalismos religiosos
imperaban y dictaban a sangre y fuego sus designios. Se exilian al otro lado
del infinito mar y tratan de crear una república meritocrática de hombres
libres dotada de unas instituciones que, sobre todo, respeten esos dos
principios. Ha llovido mucho desde 1776, pocas veces esta manida frase es tan
cierta, y los EEUU tienen ya una historia a la que poder asomarse para ver lo
conseguido y los fracasos. De todo hay, pero es cierto que han logrado escapar
de dictaduras y de asonadas militares, cosa que los europeos no podemos decir.
Con un diseño apenas inalterado desde entonces, el sistema americano ha
resistido las tentaciones de quienes, de una manera o de otra, han tratado de
violentarlo para que tomase un tono más o menos autoritario. Es cierto que,
junto al acertado diseño, hay otro factor que ha permitido que esto sea así, y
es el de la vigilancia de una sociedad civil muy fuerte, muy consciente de su
poder, muy demandante de derechos y que no deja pasar ni una. La historia del
derrumbe de la segregación racial y la conquista de los derechos de la minoría
negra no es un relato buenista de dirigentes que consiguieron cambiar leyes,
sino una larga y tortuosa lucha de miles y miles de personas, activistas y
concienciados, que consiguieron cambiar leyes injustas y, también, a sus
dirigentes. Es esa sociedad civil la que ha sido, en última instancia, la
garante de sus propias libertades, y eso es un mérito que todos debemos
reconocer al país, porque es una característica que no se da en nuestra Europa,
elogiable por tantas otras muchas razones, pero tendente en demasiadas
ocasiones a caer en la tiranía y el dirigismo de las élite, encumbradas al
poder absoluto de manera irracional. Es lo que antes les decía, en todas partes
hay cosas buenas y malas, y como siempre, el simplismo maniqueo de lo uno
frente a lo otro sólo lleva, como mínimo, al error, y casi siempre, a la
injusticia y la catástrofe.
Trump va a poner a prueba todos
esos contrapesos institucionales y la fortaleza de la sociedad norteamericana. Va
a enfrentar a todo el país al reto de mantener sus libertades y derechos frente
a una visión estrecha, reduccionista, equivocada y falaz de la realidad. De cómo
EEUU gestione esta prueba y salga de ella dependerá el rumbo de su futura
historia y, en gran parte, de la nuestra propia. Ojalá tengan suerte y, como
ante ocasiones similares en el pasado (piensen en la caza de brujas del macartismo,
por ejemplo), sean capaces de superarlo. De momento, los jueces muestran que la
división de poderes existe al otro lado del Atlántico, y que son garantía de los
derechos recogidos en su Constitución.
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