martes, febrero 07, 2017

Un juez frena a Donald Trump

La medida impuesta por la administración Trump, de impedir la entrada en EEUU de residentes de siete países por considerarse de riesgo terrorista por el mero hecho de ser nacionales de esos territorios, además de ser ineficiente en la lucha contra el terrorismo, ha puesto de manifiesto el tinte xenófobo que impregna a todo el equipo que gobierna ahora mismo en Washington. Es inaudito que a estas alturas de la historia aún tengamos que repetir, sin cesar, que ni la raza, creencia, origen o fe determinan la bondad o maldad de las personas, que en todas partes hay excelentes individuos, mezclados con peligrosos capullos y con otros muchos que no son ni lo uno ni lo otro. Aquí, fuera y en todos lados.

Ha sido un juez federal del estado de Washington el que ha determinado que esa normativa es inconstitucional y, de momento, la ha dejado sin vigor, aunque el gobierno federal ya la ha recurrido y se espera que hoy mismo se celebre una primera audiencia entre ambas partes para ver qué pasa finalmente con su efectividad. El fallo preliminar de ese juez de la costa oeste ha sido el primer gran revés para Trump en sus dos primeras y meteóricas semanas de mandato, y ha puesto sobre el tapete las posibilidades reales de frenar la actitud nacionalista y desnortada del actual inquilino de la Casa Blanca. Desde que se conoció la victoria de Trump en noviembre se ha hablado mucho del concepto de “check & balance” de los contrapesos que posee el sistema norteamericano para impedir que ninguna figura, cargo o institución detente el poder absoluto. Los fundadores de la nación norteamericana, emigrantes todos ellos, huían de una Europa en la que las monarquías absolutas y los fundamentalismos religiosos imperaban y dictaban a sangre y fuego sus designios. Se exilian al otro lado del infinito mar y tratan de crear una república meritocrática de hombres libres dotada de unas instituciones que, sobre todo, respeten esos dos principios. Ha llovido mucho desde 1776, pocas veces esta manida frase es tan cierta, y los EEUU tienen ya una historia a la que poder asomarse para ver lo conseguido y los fracasos. De todo hay, pero es cierto que han logrado escapar de dictaduras y de asonadas militares, cosa que los europeos no podemos decir. Con un diseño apenas inalterado desde entonces, el sistema americano ha resistido las tentaciones de quienes, de una manera o de otra, han tratado de violentarlo para que tomase un tono más o menos autoritario. Es cierto que, junto al acertado diseño, hay otro factor que ha permitido que esto sea así, y es el de la vigilancia de una sociedad civil muy fuerte, muy consciente de su poder, muy demandante de derechos y que no deja pasar ni una. La historia del derrumbe de la segregación racial y la conquista de los derechos de la minoría negra no es un relato buenista de dirigentes que consiguieron cambiar leyes, sino una larga y tortuosa lucha de miles y miles de personas, activistas y concienciados, que consiguieron cambiar leyes injustas y, también, a sus dirigentes. Es esa sociedad civil la que ha sido, en última instancia, la garante de sus propias libertades, y eso es un mérito que todos debemos reconocer al país, porque es una característica que no se da en nuestra Europa, elogiable por tantas otras muchas razones, pero tendente en demasiadas ocasiones a caer en la tiranía y el dirigismo de las élite, encumbradas al poder absoluto de manera irracional. Es lo que antes les decía, en todas partes hay cosas buenas y malas, y como siempre, el simplismo maniqueo de lo uno frente a lo otro sólo lleva, como mínimo, al error, y casi siempre, a la injusticia y la catástrofe.


Trump va a poner a prueba todos esos contrapesos institucionales y la fortaleza de la sociedad norteamericana. Va a enfrentar a todo el país al reto de mantener sus libertades y derechos frente a una visión estrecha, reduccionista, equivocada y falaz de la realidad. De cómo EEUU gestione esta prueba y salga de ella dependerá el rumbo de su futura historia y, en gran parte, de la nuestra propia. Ojalá tengan suerte y, como ante ocasiones similares en el pasado (piensen en la caza de brujas del macartismo, por ejemplo), sean capaces de superarlo. De momento, los jueces muestran que la división de poderes existe al otro lado del Atlántico, y que son garantía de los derechos recogidos en su Constitución.

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