Sabemos, lo llevamos grabado en
lo más profundo de nuestro ser, que todos aquellos a los que conocemos, amamos
o admiramos, van a morir, al igual que nosotros mismos. Viviremos sus pérdidas,
todas aquellas que se produzcan antes de la nuestra propia, y su ausencia,
esperada, sorpresiva o no, nos dolerá de manera intensa. Cada vez que nos
enfrentamos a algo así nos damos cuenta de la fugacidad de la vida, del tiempo
que dedicamos en ella a labores que quizás no nos llenen ni hagan mejores, y si
nos conviertan en personas más vacías y esclavizadas. Algunos de los que
conocemos nos ayudan a rellenar la vida de esas cosas enriquecedoras que
andamos buscando. Su marcha es, de entre todas, la más cruel.
Ayer se murió Jose Luis Pérez de
Arteaga, de manera fulminante, sorpresiva, sin que se supiera que estaba enfermo,
yo al menos nada sabía al respecto. Su programa del pasado fin de semana fue
radiado por una locutora de Radio Clásica haciéndole mención. Supuse que una
gripe o catarro le tendrían en casa postrado, oyendo sus propios comentarios.
Quizás fue así, quizás no. Pérez de Arteaga era, es, un mito de la radio en
España, la voz de la música clásica por encima de cualquier otra, un
profesional que durante más de treinta años de carrera ha estado con los
oyentes. Los fines de semana, con su programa “El mundo de la fonografía”
ocupaba tres horas de la tarde del sábado y del domingo a poner discos,
novedades, a comentarlos y a hablar de ellos y de sus autores e intérpretes. Su
cultura musical, su cultura en todos los sentidos, era de una vastedad
abrumadora. A veces al escucharle me sentía intimidado. “Este hombre se lo sabe
todo” pensaba muchas veces, y es que era cierto. No había compositor, época
histórica de la música, periodo, instrumento, casa discográfica, de la que no
fuera capaz de explicar al oyente una cantidad de datos y de historias que
dejaban abrumado. Pero es que además Pérez de Arteaga lo contaba de una manera
que, era evidente, salía de su interior. No leía un guion, sino que relataba historias
que bullían en su mente. Era igualmente prodigioso cuando los domingos, casi de
manera fija con los conciertos de la Orquesta Nacional, o cualquier otro día,
en conciertos de festivales o de acontecimientos similares, desarrollaba un
mini ensayo dedicado a aspectos de la obra o de la orquesta que te dejaban
asombrado. Entrevistaba a directores e intérpretes y sabía sacarles todo el
jugo, porque dominaba la materia de una forma total. Su voz, cálida, especial,
dotada a veces de un timbre agudo que la hacía cómica, era excelente. Muchos de
ustedes la conocerán por ser la que ha acompañado la retransmisión del
concierto de año nuevo, donde como también era su especialidad, opinaba de lo
que estaba oyendo, calificaba las interpretaciones y dejaba algunas perlas de
crítica, siempre con cariño, nunca con ganas de herir, que aficionados y
profesionales recibían con agradecimiento. Su labor a la hora de la divulgación
de la música clásica ha sido inmensa, y su ausencia de dogmatismos, total. Le
gustaba el jazz y las bandas sonoras de películas, y los programaba, y
comentaba con igual pasión y deleite la última versión de las sinfonías de su
amado Mahler como el trabajo de John Williams para la franquicia Star Wars. Su
sabiduría no conocía límites formales ni corsés mentales. Era tan inmensa como
pura y valiente.
Radio
Clásica, su casa, le ha dedicado un especial interactivo en el que le califica
como “el hombre que sabía explicar la música” y es verdad. Junto con el
añorado Fernando Argenta, Pérez de Arteaga representaba, frente a la pasión y
alegría desenfrenada de Fernando, el papel del profesor sabio y cariñoso, que
no deja de responder a tus preguntas y que te hace amar el arte que pregona. No
logro hacerme a la idea de su pérdida. Ayer fue un día muy triste para los que
amamos la música, y la radio se llenó de mensajes de pésame, condolencia y
dolor ante una pérdida tan sonada, injusta y ruidosa. Dar las gracias a Pérez
de Arteaga es hacerlo a todos los que trabajan en esa emisora, en ese mundo de
la música. A todos los que divulgan su arte y, con su pasión, sabiduría y
modestia, nos hacen descubrirlo y amarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario