jueves, febrero 09, 2017

Se ha ido Jose Luis Pérez de Arteaga

Sabemos, lo llevamos grabado en lo más profundo de nuestro ser, que todos aquellos a los que conocemos, amamos o admiramos, van a morir, al igual que nosotros mismos. Viviremos sus pérdidas, todas aquellas que se produzcan antes de la nuestra propia, y su ausencia, esperada, sorpresiva o no, nos dolerá de manera intensa. Cada vez que nos enfrentamos a algo así nos damos cuenta de la fugacidad de la vida, del tiempo que dedicamos en ella a labores que quizás no nos llenen ni hagan mejores, y si nos conviertan en personas más vacías y esclavizadas. Algunos de los que conocemos nos ayudan a rellenar la vida de esas cosas enriquecedoras que andamos buscando. Su marcha es, de entre todas, la más cruel.

Ayer se murió Jose Luis Pérez de Arteaga, de manera fulminante, sorpresiva, sin que se supiera que estaba enfermo, yo al menos nada sabía al respecto. Su programa del pasado fin de semana fue radiado por una locutora de Radio Clásica haciéndole mención. Supuse que una gripe o catarro le tendrían en casa postrado, oyendo sus propios comentarios. Quizás fue así, quizás no. Pérez de Arteaga era, es, un mito de la radio en España, la voz de la música clásica por encima de cualquier otra, un profesional que durante más de treinta años de carrera ha estado con los oyentes. Los fines de semana, con su programa “El mundo de la fonografía” ocupaba tres horas de la tarde del sábado y del domingo a poner discos, novedades, a comentarlos y a hablar de ellos y de sus autores e intérpretes. Su cultura musical, su cultura en todos los sentidos, era de una vastedad abrumadora. A veces al escucharle me sentía intimidado. “Este hombre se lo sabe todo” pensaba muchas veces, y es que era cierto. No había compositor, época histórica de la música, periodo, instrumento, casa discográfica, de la que no fuera capaz de explicar al oyente una cantidad de datos y de historias que dejaban abrumado. Pero es que además Pérez de Arteaga lo contaba de una manera que, era evidente, salía de su interior. No leía un guion, sino que relataba historias que bullían en su mente. Era igualmente prodigioso cuando los domingos, casi de manera fija con los conciertos de la Orquesta Nacional, o cualquier otro día, en conciertos de festivales o de acontecimientos similares, desarrollaba un mini ensayo dedicado a aspectos de la obra o de la orquesta que te dejaban asombrado. Entrevistaba a directores e intérpretes y sabía sacarles todo el jugo, porque dominaba la materia de una forma total. Su voz, cálida, especial, dotada a veces de un timbre agudo que la hacía cómica, era excelente. Muchos de ustedes la conocerán por ser la que ha acompañado la retransmisión del concierto de año nuevo, donde como también era su especialidad, opinaba de lo que estaba oyendo, calificaba las interpretaciones y dejaba algunas perlas de crítica, siempre con cariño, nunca con ganas de herir, que aficionados y profesionales recibían con agradecimiento. Su labor a la hora de la divulgación de la música clásica ha sido inmensa, y su ausencia de dogmatismos, total. Le gustaba el jazz y las bandas sonoras de películas, y los programaba, y comentaba con igual pasión y deleite la última versión de las sinfonías de su amado Mahler como el trabajo de John Williams para la franquicia Star Wars. Su sabiduría no conocía límites formales ni corsés mentales. Era tan inmensa como pura y valiente.

Radio Clásica, su casa, le ha dedicado un especial interactivo en el que le califica como “el hombre que sabía explicar la música” y es verdad. Junto con el añorado Fernando Argenta, Pérez de Arteaga representaba, frente a la pasión y alegría desenfrenada de Fernando, el papel del profesor sabio y cariñoso, que no deja de responder a tus preguntas y que te hace amar el arte que pregona. No logro hacerme a la idea de su pérdida. Ayer fue un día muy triste para los que amamos la música, y la radio se llenó de mensajes de pésame, condolencia y dolor ante una pérdida tan sonada, injusta y ruidosa. Dar las gracias a Pérez de Arteaga es hacerlo a todos los que trabajan en esa emisora, en ese mundo de la música. A todos los que divulgan su arte y, con su pasión, sabiduría y modestia, nos hacen descubrirlo y amarlo.

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