Cuando les hablaba ayer de
seguridad en las calles ponía a EEUU como ejemplo de lo que no debemos ser, de
cómo no gestionar nuestra sociedad. Sin embargo no hace falta irse tan lejos
para encontrarnos con situaciones de tensión y violencia que nos preocupan. Desde
hace un par de semanas se reproducen los incidentes en la periferia de París,
que esta noche se han extendido a otras ciudades como Lyon, incidentes que
enfrentan a la policía contra manifestantes de esas zonas, que llevan día tras
día protestando tras la presunta violación de que fue objeto uno de los
residentes, un joven negro llamado Theo. El parte hospitalario demostró
desgarros anales y otras lesiones fruto de una agresión sexual con una porra de
la policía.
Tras una noche de violencia, hace
ya un par de semanas, el todavía presidente Hollande acudió al hospital en el que
Theo se recuperaba de sus heridas, para mostrar su apoyo a la víctima y denunciar
los abusos policiales. Al mismo tiempo, se inició una investigación interna en
el cuerpo y se apartó del servicio a varios agentes, presuntamente implicados
en estos hechos. Sin embargo, la mecha de la protesta prendió, y desde entonces
no han cesado las manifestaciones y quemas de coches, contenedores y cualquier
otro tipo de mobiliario urbano. De azuzar el fuego también se ha encargado Marine
Le Pen, que parece disfrutar, como en esos alardes que se organizan en las
noches de San Juan, de caminar sobre las brasas. Mientras Hollande estaba en el
hospital con Theo, Le Pen no dejaba de afirmar en los medios que dudaba de la
versión de la víctima, y dejaba entender que, aunque fuera cierto lo sucedido,
tampoco le importaba. En medio de la tensión que se vivía tras la hospitalización
de Theo, declaraciones de este tipo no ayudaban para nada a la hora de
tranquilizar los ánimos, y los exaltados entre los protestantes han tenido
excusas suficientes para seguir montando bronca. Lo cierto es que han pasado
dos semanas desde estos hechos y la violencia no cesa en las noches de las “Banlieues”
que es como se denomina a estos suburbios urbanos de las grandes ciudades,
especialmente de París, zonas de alta densidad de población, carentes de muchos
servicios básicos, urbanizadas a todo correr en su momento y, en gran parte,
abandonadas. En ellas el porcentaje de inmigrantes residentes es muy elevado, y
las estadísticas económicas revelan una situación de precariedad muy alta, con
tasas de paro, pobreza, bajos estudios y delincuencia realmente disparadas. Son
también un lugar propicio para que los islamistas capten seguidores y carne de
cañón para sus atentados, dado que allí es mucho más fácil sembrar el mensaje
de (falsa) redención yihadista y de odio a todo a unos jóvenes que, en no pocos
casos, tienen muchos argumentos para odiar a todo lo que les rodea. En 2005 se
produjo, creo recordar que tras otra desafortunada intervención policial, un estallido
similar en uno de estos suburbios parisinos, que se saldó también con muchos días
de disturbios, detenciones, agresiones, daños materiales y la sensación de que
una herida, que llevaba años doliendo, empezaba a sangrar. Cuando la violencia
se aplacó muchas voces reclamaron na actuación integral en estos barrios, para
al menos tratarlos como al resto de la ciudad, para no discriminarlos, para, en
la medida de lo posible, ayudar a que la integración y la estructura social no
continuara deteriorándose. Varios años después, una crisis económica que ha
dejado las arcas públicas temblando y una explosión de terrorismo yihadista que
ha puesto a Francia al borde de la histeria, dudo que haya mejorado algo la situación
de estas barriadas. Y nuevamente nos encontramos ante un estallido de violencia,
que se agotará con el tiempo, pero que vuelve a advertirnos de que el problema,
enquistado, no remite.
Y todo esto a tres meses de las
elecciones presidenciales. No se cómo están tratando este problema ni los
medios franceses ni los candidatos, pero me imagino que el discurso
antiinmigrante y de mano dura de Le Pen tendrá en estas imágenes de violencia
la mejor de las publicidades posibles, la foto y la escena perfecta de caos
para enmarcar su respuesta feroz para devolver a su Francia soñada (en una
pesadilla) la rectitud. ¿Influirán estos sucesos en el voto? ¿serán utilizados
por los candidatos? A saber, aunque lo más probable es que, visto lo visto,
poca cosa cambie en esas “banlieue” sea quien sea el próximo inquilino del
Palacio del Eliseo, palacio sito en un barrio parisino de belleza y riqueza
apabullante que está en la misma ciudad en la que, esta noche, arden
contenedores repletos de ira.
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