No pude ver la primera película
de Blade Runner (desde este fin de semana podemos usar esa expresión) en cines
porque durante bastantes años de mi infancia y adolescencia el cine de Elorrio
estuvo cerrado, y me perdí las versiones a gran pantalla de clásicos como ese,
o Indiana Jones, Regreso al Futuro, la trilogía original de Star Wars, etc. Vi
a los replicantes en televisión, y en su momento la película me gustó pero, lo
reconozco, no me marcó tanto como otras. Su estética era llamativa y la forma
de contar la historia singular, pero no logró engancharme hasta la locura como
ha pasado con muchísima gente. Por ejemplo, 2001, de Kubrick, sí me desbordó
nada más verla, y aún lo hace.
Convertida ya en un mito, la película
de los ochenta era intocable hasta que la máquina de hacer dinero, y
polémicas, que es Hollywood decidió que ya era hora de hacer una continuación.
Muchos se llevaron las manos a la cabeza y se lanzaron a protestar en las
redes, y uno de los objetivos de los productores parece haber sido contentar a
todos estos fans que, cada vez más, condicionan el resultado de los productos. Hay
algo turbio en este condicionante del fanático ante el creador, que merecería
una reflexión más profunda. La cuestión es que, gota a gota, se fueron
conociendo detalles de la producción, reparto, algunas imágenes, y la campaña
promocional del estreno, que ha sido espectacular. Acudí el sábado al cine con
una mezcla de sensaciones, propiciada por todo lo anterior. Por una parte la
duda de si realmente era necesaria una continuación de la película original (la
mantengo) y sobre qué es lo que iba a ver y si debía gustarme o no. Reconozco
que uno de los puntos fuertes que me llevaron al cine es que el director es
Denis Villeneuve, un hombre que no ha hecho una película mala y que el año
pasado, con “La Llegada” ofreció una de las obras más complejas, estimulantes y
plenas que haya visto en mi vida. Me deslumbró entonces. ¿Lo haría otra vez con
los replicantes actualizados? Una vez vista, con sus más de dos horas y media
de metraje, la versión ambientada en un 2049 bastante apocalíptico, gris y
deshumanizado, resulta ser una buena película pero que, otra vez, no ha llegado
a impactarme. Los más de ciento cincuenta millones de dólares que ha costado la
producción se notan, y mucho, en un espectáculo visual desbordante, en el que
cada plano asombra por su luz. Es una cinta muy visual, contemplativa, tanto
por el lento ritmo con el que se desarrolla como por el deleite de sentarse a
ver el paisaje que en todo momento nos rodea. La película bebe, demasiado, del
original, trata de tenerlo en todo momento como referencia, y eso es bueno para
asegurar una continuación identitaria pero no tanto a la hora de crear una
historia propia. El guion me dejó un poco con la sensación de que estaba ante
una excusa para la continuación, y de hecho abre la puerta a terceras partes,
en función de si la recaudación es la esperada o no. Los actores lo hacen
correctamente, la trama es consistente, pero no es la obra maestra que
deslumbra, o al menos así me lo ha parecido. Desde luego queda lejos de “La
Llegada” de la que toma alguna de sus características en cuanto a ritmo y uso
de la tonalidad, en una BSO que no puede recurrir a Vangelis aunque lo busca
constantemente (otra esclavitud del pasado). Así mismo, en la trama amorosa,
por llamarlo de alguna manera, me pareció ver más de un guiño a “Her”, película
de hace pocos años que, por su planteamiento y desarrollo, me pareció mucho más
conmovedora, profunda e impactante. Se la recomiendo plenamente, aunque ya
aviso que contiene bastante amargura envuelta en, presuntamente, amor.
Tuve una anécdota curiosa antes
de la película. Ya sentado en mi butaca, a unos diez minutos de empezar la
proyección, me vino Pedro Almodovar y un acompañante para comentarme que estaba
sentado en su sitio. Saqué la hoja de la entrada, miramos los tres nuestros
papeles y, curioso, resulto que eran ellos los que estaban equivocados de fila,
estando su sitio dos líneas detrás de la mía. ¿Le gustó a Pedro la película? No
lo se. Resulta ser más un ejercicio estético que otra cosa, y recomiendo que
vayan a verla porque a buen seguro sus imágenes no les van a dejar indiferentes.
Y luego juzguen ustedes la dimensión de lo que han visto.
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