Este
pasado sábado se produjo un devastador atentado en Mogadiscio, la capital
de Somalia. Un camión bomba explotó junto a uno de los hoteles más importantes
de la ciudad, en uno de los barrios céntricos, y devastó todo. El balance sigue
estando incompleto, pero ha superado los 300 muertos. Trescientos asesinatos en
un ataque terrorista, lo que deja convertido en poca cosa a nuestro 11M, la mayor
de las tragedias terroristas vividas en nuestro país, en la que 192 personas
fueron asesinadas. Las imágenes que han llegado del atentado son escasas, y
muestras una escena propi de la guerra, con destrucción y muerte por doquier.
Las sospechas de la autoría apuntan a Al Shabab, la rama local de Al Queda
Ahora párese un momento a
reflexionar. No sobre la maldad de un acto de este tipo y la pena y dolor por
las víctimas, que con heridos pueden cifrarse fácilmente en millares. No,
piense en si era usted conocedor de que algo así había pasado este fin de
semana. Pongamos en que ha visto informativos, leído periódicos o boletines en
la radio, o se ha dado vuelta por algunas webs, a ser posible de las serias.
¿Logró enterarse de un acto de semejantes dimensiones? Más allá del infinito
ruido que causa el monotema catalán, que absorbe la actualidad de una manera
acaparadora, ¿cuánto tiempo y espacio dedicaron los medios a este atentado? En
los telediarios del fin de semana de TVE, que son los que veo, poco, muy poco,
en el tiempo de relleno, en el momento en el que ya entra la modorra de la
siesta. Apenas unas imágenes rápidas y comentarios de agencia, asépticamente
leídos, sin testimonios locales. Sospecho que en otras cadenas debió ser
similar, sino peor. En la prensa el espacio dedicado fue algo mayor, pero por
lo que pude hojear no logró conseguir página propia en cabeceras como El País o
ABC. A la inmensa crueldad de lo sucedido se suma la indiferencia absoluta con
la que el resto del mundo, de nuestro mundo, ha respondido. ¿Vio usted
iluminarse la Torre Eiffel con los colores de la bandera de Somalia? ¿Lo hizo
algún otro monumento emblemático? Por cierto, ¿Cuáles son los colores de la
bandera de Somalia? Se los diré, ahora que lo estoy viendo en Wikipedia, porque
yo tampoco los conozco. La enseña es azul, claro, en toda su extensión, con una
gran estrella blanca en el medio. Y no tengo ni idea de dónde está la embajada
de Somalia en Madrid para poder ir a manifestarme. Las autoridades españolas,
como las de muchos otros países, mandaron tuits de condena y telegramas de
condolencia a las autoridades somalís, pero poco más fue la respuesta oficial
ante la barbarie. Las noticias locales, que en la tarde del domingo se
convirtieron en incendiarias, lo llenaron todo, y en los informativos del
domingo noche apenas nada puso escaparse de Galicia y Cataluña. Y mientras
tanto el recuento de víctimas en Mogadiscio subía y superaba las tres centenas,
en medio de cascotes y ruinas. Estremece pensar que algo así podría pasar en nuestro
entorno, y sería asombrosa la respuesta que un suceso de estas dimensiones
alcanzaría en el planeta. Pero Mogadiscio está muy lejos de nosotros. No en kilómetros,
sino en emoción. Es un mundo ajeno. Las noticias, y nuestra respuesta a ella
están muy condicionadas por una especie de ley de la gravedad, en la que su importancia
es directamente proporcional a su tamaño e inversamente proporcional al
cuadrado de la distancia emocional que nos separa de ellas. Algo que sucede en
Londres, Albacete, Los Ángeles, Tokyo o Sidney pasa en nuestro mundo, en lo que
conocemos y nos suena familiar, y como tal nos impacta. Mogadiscio, Liberia,
Myanmar y otros tantos sitios son, para casi todos nosotros, poco más que denominaciones
que hacen referencia a lugares ignotos, que apenas somos capaces de colocar
sobre un mapa físico, y menos emocional. Casi nada nos dicen y, por tanto, casi
nada nos afecta lo que allí sucede. Es así de duro y cruel.
Por esta misma regla, a cada uno
de nosotros nos afecta más la noticia de que ha fallecido alguien conocido de
nuestro pueblo que cualquiera de las otras muertes que, cada día, se producen
en nuestro país o entorno. La proximidad, o sentirlo así, genera añoranza y
apego. Y dolor ante la pérdida. Es humano, pero genera situaciones de flagrante
injusticia ante actos como el vivido en Mogadiscio, en lo que sin duda es uno
de los peores atentados terroristas de la historia moderna en todo el mundo. Y
que quizás pase a ella como poco más de un pie de página en comparación a los
ataques, afortunadamente mucho más leves, que se viven en Europa. Somalia, hoy
miércoles, sigue perdida en la bruma y, como el Madrid de hoy, oscuro y lluvioso,
parece no ofrecernos nada que pueda llamar nuestra atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario