miércoles, octubre 18, 2017

Qué lejos quedan Mogadiscio y sus atentados

Este pasado sábado se produjo un devastador atentado en Mogadiscio, la capital de Somalia. Un camión bomba explotó junto a uno de los hoteles más importantes de la ciudad, en uno de los barrios céntricos, y devastó todo. El balance sigue estando incompleto, pero ha superado los 300 muertos. Trescientos asesinatos en un ataque terrorista, lo que deja convertido en poca cosa a nuestro 11M, la mayor de las tragedias terroristas vividas en nuestro país, en la que 192 personas fueron asesinadas. Las imágenes que han llegado del atentado son escasas, y muestras una escena propi de la guerra, con destrucción y muerte por doquier. Las sospechas de la autoría apuntan a Al Shabab, la rama local de Al Queda

Ahora párese un momento a reflexionar. No sobre la maldad de un acto de este tipo y la pena y dolor por las víctimas, que con heridos pueden cifrarse fácilmente en millares. No, piense en si era usted conocedor de que algo así había pasado este fin de semana. Pongamos en que ha visto informativos, leído periódicos o boletines en la radio, o se ha dado vuelta por algunas webs, a ser posible de las serias. ¿Logró enterarse de un acto de semejantes dimensiones? Más allá del infinito ruido que causa el monotema catalán, que absorbe la actualidad de una manera acaparadora, ¿cuánto tiempo y espacio dedicaron los medios a este atentado? En los telediarios del fin de semana de TVE, que son los que veo, poco, muy poco, en el tiempo de relleno, en el momento en el que ya entra la modorra de la siesta. Apenas unas imágenes rápidas y comentarios de agencia, asépticamente leídos, sin testimonios locales. Sospecho que en otras cadenas debió ser similar, sino peor. En la prensa el espacio dedicado fue algo mayor, pero por lo que pude hojear no logró conseguir página propia en cabeceras como El País o ABC. A la inmensa crueldad de lo sucedido se suma la indiferencia absoluta con la que el resto del mundo, de nuestro mundo, ha respondido. ¿Vio usted iluminarse la Torre Eiffel con los colores de la bandera de Somalia? ¿Lo hizo algún otro monumento emblemático? Por cierto, ¿Cuáles son los colores de la bandera de Somalia? Se los diré, ahora que lo estoy viendo en Wikipedia, porque yo tampoco los conozco. La enseña es azul, claro, en toda su extensión, con una gran estrella blanca en el medio. Y no tengo ni idea de dónde está la embajada de Somalia en Madrid para poder ir a manifestarme. Las autoridades españolas, como las de muchos otros países, mandaron tuits de condena y telegramas de condolencia a las autoridades somalís, pero poco más fue la respuesta oficial ante la barbarie. Las noticias locales, que en la tarde del domingo se convirtieron en incendiarias, lo llenaron todo, y en los informativos del domingo noche apenas nada puso escaparse de Galicia y Cataluña. Y mientras tanto el recuento de víctimas en Mogadiscio subía y superaba las tres centenas, en medio de cascotes y ruinas. Estremece pensar que algo así podría pasar en nuestro entorno, y sería asombrosa la respuesta que un suceso de estas dimensiones alcanzaría en el planeta. Pero Mogadiscio está muy lejos de nosotros. No en kilómetros, sino en emoción. Es un mundo ajeno. Las noticias, y nuestra respuesta a ella están muy condicionadas por una especie de ley de la gravedad, en la que su importancia es directamente proporcional a su tamaño e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia emocional que nos separa de ellas. Algo que sucede en Londres, Albacete, Los Ángeles, Tokyo o Sidney pasa en nuestro mundo, en lo que conocemos y nos suena familiar, y como tal nos impacta. Mogadiscio, Liberia, Myanmar y otros tantos sitios son, para casi todos nosotros, poco más que denominaciones que hacen referencia a lugares ignotos, que apenas somos capaces de colocar sobre un mapa físico, y menos emocional. Casi nada nos dicen y, por tanto, casi nada nos afecta lo que allí sucede. Es así de duro y cruel.


Por esta misma regla, a cada uno de nosotros nos afecta más la noticia de que ha fallecido alguien conocido de nuestro pueblo que cualquiera de las otras muertes que, cada día, se producen en nuestro país o entorno. La proximidad, o sentirlo así, genera añoranza y apego. Y dolor ante la pérdida. Es humano, pero genera situaciones de flagrante injusticia ante actos como el vivido en Mogadiscio, en lo que sin duda es uno de los peores atentados terroristas de la historia moderna en todo el mundo. Y que quizás pase a ella como poco más de un pie de página en comparación a los ataques, afortunadamente mucho más leves, que se viven en Europa. Somalia, hoy miércoles, sigue perdida en la bruma y, como el Madrid de hoy, oscuro y lluvioso, parece no ofrecernos nada que pueda llamar nuestra atención.

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