miércoles, octubre 04, 2017

El discurso del Rey, en octubre

Resulta extraño escuchar un discurso del Rey, a las 9 de la noche, en manga corta, sólo, y con la sensación de que estamos en verano. Sin el acompañamiento tradicional de la escenografía navideña en calles y comercios, sin la resaca de la lotería. Es algo excepcional. Y así es. Resulta completamente excepcional lo que estamos viviendo y su gravedad se mide en hechos y gestos como esa aparición televisiva ayer de Felipe VI, que se jugó gran parte de su reinado y prestigio en apenas siete minutos, en los que se dirigió a una población que, entre entristecida y asustada, contempla una deriva que parece estar fuera de todo control.

El discurso, breve, fue contundente, señalando la ilegalidad que lleva cometiendo la Generalitat de Cataluña y los que ocupan sus altos cargos de responsabilidad desde hace tiempo, señalándolos como los culpables de la situación en la que nos encontramos. También dedicó un mensaje a los catalanes, mayoría, que no comparten lo que está sucediendo, que sin duda son los principales perjudicados de esta deriva, y les envió un “no estáis solos” que, sin duda, muchos necesitaban oír. Las palabras del Rey, sobre todo, legitimaron la respuesta constitucional del gobierno que debiera producirse una vez que, como poco después anunció el inefable Puigdemont, se proclame la independencia, en esa llamada DUI (qué amor tenemos a las siglas) que será el punto final de la ilegalidad al que se quería llegar desde un principio. Lo que suceda hasta entonces y a partir de ahí puede ser previsible en lo legal, pero no en lo político y social. La huelga que tuvo lugar ayer en Cataluña mostró la movilización de los independentistas, que es alta, y también las formas batasunas de parte de ese movimiento, que acudiendo al manual de los “borroka eguna” de los noventa lograron paralizar parte del comercio y transporte catalán usando recursos como barricadas y demás. Lo que volvió a mostrar la huelga de ayer, y está quedando claro en el día a día de la vida en Cataluña, es que el proceso de señalamiento del discrepante avanza a gran velocidad. La segmentación entre los buenos y malos catalanes, decidida por quienes así mismo se proclaman buenos, es clara, efectiva y genera resultados. El miedo se extiende entre muchos ciudadanos y colectivos que, de repente, se encuentran aislados frente a un poder surgido de la calle, de la revuelta, que busca controlar la sociedad entera y que no sólo no admite discrepancia, sino que busca su exterminio. Los que hemos vivido frecuentemente en el País Vasco sabemos muy bien qué tipo de sociedad desea esta gente, y lo que es peor, qué tipo de sociedad generan. Cuanto más pequeña es la localidad más asfixiante es el ambiente, más forzada la convivencia, más falsa la relación y mayor el miedo al señalamiento, a significarse. Es una forma de vida horrenda, en la que los amigos se distancian, las familias se parten y la convivencia se desgarra como ramas de árbol caídas tras un vendaval. Ese es el proceso, a cámara rápida, que se vive ahora en Cataluña, liderado desde unas instituciones que, con dinero público, malversan fondos y normas para alentar algo así. Por eso ese “no estáis solos” es, para mi, lo más relevante del discurso de ayer. No tiene efectos legales, ni políticos, no se expresa en artículos de normas ni en medidas de ningún tipo, pero seguro que millones de catalanes, y del resto de España, necesitaban ayer escuchar algo así. ¿Servirá de algo? No lo se.


En medio de este desastre, comienza la sangría económica, que puede ser muy dolorosa para Cataluña y, por supuesto, para el resto del país. Ayer la biotecnológica Oryzon anunció que traslada su sede a Madrid. Una empresa puntera, de un sector de primera línea, que se ve impelida a escapar de la barbarie promovida por seguidores de ideas de siglos pretéritos. Económicamente es duro tomar una decisión así, desgarrador debe ser el sentimiento de propietarios y empleados de la firma, al hacer algo que nunca hubieran querido. Caixabank y otras entidades financieras catalanas empiezan a contemplar planes similares en previsión de lo que pueda suceder. Y, con ser esto muy grave, no es lo peor de la situación que estamos viviendo, que sólo me produce miedo y ganas de llorar.

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