Ya les comentaba el otro día las
intenciones del actual líder chino, Xi Jinping, de hacerse con todo el poder en
el congreso del PCC, el partido comunista chino, y la realidad ha cumplido los
pronósticos. Ha conseguido colocar a afines en numerosos cargos de la
nomenclatura comunista y su
figura se ha ensalzado a las alturas de líderes históricos del movimiento, a la
altura del propio Mao, el gran asesino de masas que llevó al partido al
poder. El llamado “pensamiento Xi” se convierte en una corriente oficial de
estudio en las escuelas del país, dadas a adoctrinar tanto como a enseñar, y el
gobernante va camino de ser emperador.
En el título del artículo incluyo
a Trump, y es que la situación de ambas potencias es paradójica y, en
apariencia, inversa. Xi es un líder fuerte y con impulso de una nación
creciente con una economía desatada y ambiciones de liderazgo global. Trump es
un líder débil de una nación enorme, líder mundial en numerosos ámbitos, antaño
hiperpotencia, que camina hacia el coliderato con China en materias como PIB e
influencia y siente en los huesos un cierto hálito de decadencia. Si, a corto
plazo, Xi parece lo mejor que uno pudiera imaginar para fortalecer el poder de
China, Trump es justo lo contrario, la figura que desearían los enemigos de
EEUU para desgastar su poder. Cada paso, decisión, tuit, frase que pronuncia el
actual inquilino de la Casa Blanca socaba la autoridad moral de la institución,
aumenta la división en el seno del país, enfanga la imagen de EEUU en el mundo
y le resta protagonismo. Trump parece el típico emperador romano encumbrado en
la cúspide del poder que se dedica a dilapidar el esfuerzo de los que le
precedieron y asoma al imperio a una debacle, mientras que Xi aparenta ser el
general romano que, lleno de poder, asciende a la colina del Capitolio para
tomar las riendas de lo que cree suyo y llevarlo aún más lejos. Esta visión es
extremadamente simplista, lo se, pero refleja la percepción global de que, tras
la caída de la URSS y los años de hiperpotencia de EEUU como árbitro mundial,
volvemos a un mundo de dos superpotencias, dos grandes actores que se disputan
el liderazgo global, EEUU y China en este caso, en un escenario si cabe mucho
más complicado que el que se vivió en el siglo XX durante el primer caso de
superpotencias. Hoy en día el poder está mucho más repartido, para bien y para
mal, hay potencias de tamaño medio, como Rusia, Irán, Arabia Saudí o India, que
en principio son aliados de alguna de las grandes, pero que en la práctica
juegan a juegos privados, de geoestrategia regional, que pueden llegar a tener
influencia global. De los cincuenta a los ochenta del pasado siglo cada
conflicto o guerra regional, que las hubo a montones, se podía explicar por qué
bando era el apoyado por EEUU y cual por la URSS. La inmensa mayoría de
aquellos conflictos eran guerras de parte, batallas en las que los dos grandes
movían unos peones que se disputaban la victoria en un tercer país, remoto y
pobre, para mayor desgracia de los pobres ciudadanos de ese país. Hoy en día el
juego ha cambiado. De momento EEUU y China sólo se enfrentan en cuestiones económicas
y comerciales, disputándose la preminencia global en las cifras macro, en los
volúmenes de intercambio con terceros, en inversiones en otros países, etc. Y
en este ámbito las empresas norteamericanas, líderes globales de su sector,
siguen marcando la pauta dominante, frente a un gobierno chino que sigue
comprando recursos en el llamado tercer mundo (África y Latinoamérica) para
abastecer a su población.
Los conflictos económicos, muy
ruidosos en la prensa, se ven como algo liviano a nivel de calle, son “guerras”
llenas de comillas, pero reflejan muchas cosas, entre ellas que los roces de
las esferas de influencia de las dos grandes naciones son cada vez mayores, a
medida que sus esferas se hinchan. Tradicionalmente estos roces han acabado en
conflictos militares, localizados como antes hemos visto, y no es descartable que
en el futuro acabe sucediendo algo así. Las aguas del mar de sur de China y
Corea son algunos de los escenarios más probables en caso de ese posible
conflicto bélico, dado el expansionismo chino y el temor creciente de sus
vecinos. Lo que si parece claro es que EEUU ya no va a estar sólo al mando del
mundo, quiera ejercer ese papel o no.
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