jueves, octubre 05, 2017

Premio Nobel para las ondas gravitacionales

Esta semana es la de la concesión de los Premios Nobel. Apabullados como estamos con nuestra desgracia nacional, los medios de comunicación apenas miran fuera de Cataluña, y cosas importantes nos pasan desapercibidas. Ya se han entregado los premios de ciencias duras (Medicina, Física y Química). Hoy se conocerá al sucesor de Bob Dylan en literatura y mañana al de la paz. Y el lunes, de propina, aunque no sea exactamente lo mismo, el de economía. Los galardonados en estos premios se suelen mostrar humildes y, en el caso de las ciencias, muestran el valor de la cooperación por encima de lenguas, culturas y fronteras, que no existen.

El premio de física, otorgado ayer, se concedió al equipo internacional del laboratorio LIGO, una institución creada en torno a un instrumento de medida cuyo objeto era comprobar si una de las derivadas de la teoría de Einstein, las ondas gravitacionales, eran ciertas. Einstein está en la base profunda de toda la ciencia del siglo XX. Nuestra visión de la cosmología y de la cuántica se basa en sus trabajos, y cada nueva noticia que demuestra sus intuiciones y predicciones vuelve a elevarlo aún más hacia la cima de la grandeza. La brillantez de su intuición era tal que, un siglo después de sus primeros artículos, aún estamos aprendiendo de ellos. La teoría de las ondas gravitacionales es, cosa curiosa, muy sencilla, si uno entiende el universo tal y como lo entendía Einstein. Se trata de hacerse a la idea de que el espacio, lo que circunda a la Tierra y al resto de cuerpos que hay en el Universo, no está vacío, no es un vacío, sino un tejido, eso que llamamos espacio tiempo. Como comentaba el otro día el gran Alberto Aparici en La Brújula de Onda Cero, piensen en el espacio tiempo como una gelatina, una tenue gelatina en la que están insertos todos los cuerpos. Esa gelatina reacciona al paso de los cuerpos, se expande y contrae. Y como si fuera un flan, cuando le pegamos un golpe, vibra. Como esa gelatina está condicionada por la gravedad, y esta es muy tenue (decrece con el cuadrado de la distancia, como todos sabemos) la “densidad” de la gelatina es bajísima, tan poca que da la sensación de no existir, de ser un vacío. Pero está ahí. La idea de Einstein era que, como sucede en la tierra cuando dos placas chocan y el impacto se transmite en forma de ondas a lo largo de la corteza terrestre, en lo que llamamos terremotos, un impacto estelar también generará ondas de gravedad que se transmitirán por la gelatina, por el tejido espacio tiempo, siendo percibidas cuando lleguen a otros objetos estelares. La idea es brillante, sugerente, y casi lunática, dado que Einstein otorga propiedades de comportamiento similares a lo ya conocido a una estructura que nadie ni nada puede ver, percibir o sentir…. ¿He dicho nada? Pues no!! Aquí está el éxito premiado por el Nobel. Como la gelatina es muy tenue, algo enorme debe ser capaz de generar las ondas que por ella se transmitan, algo como, por ejemplo, el choque de dos agujeros negros, monstruos gravitatorios inimaginables. Y en nuestra era ha llegado la tecnología necesaria para detectar esas ondas, minúsculas, ínfimas, pero existentes. LIGO fue creado con ese fin, el de poder detectar esas ondas y, en caso positivo, confirmar la teoría de Einstein sobre qué es el universo y cómo se conforma. El 14 de septiembre de 2015 LIGO detectó, por primera vez, una onda de este tipo. Fue una noticia revolucionaria, y un total éxito para los físicos experimentales y para los teóricos, los “Leonard” y los “Sheldom”, que vivieron un auténtico Big Bang. El equipo LIGO lo forman miles de personas, pero sólo tres de ellas han sido premiadas con el Nobel. Pero todas son reconocidas por su excelente trabajo.


En esta entrada de Microsiervos les cuenta mucho mejor que yo en qué consisten estas ondas gravitacionales y cómo se diseñó LIGO y su funcionamiento. Sólo un apunte curioso, y es que se habrán dado cuenta de que, por su definición, las ondas gravitacionales son un fenómeno físico, que mueve objetos. No son ondas de radio, sino algo mucho más parecido a la onda de sonido. Eso quiere decir que ese 14 de septiembre de 2015 la onda gravitacional que detectó LIGO también impactó, y movió de manera imperceptible, su casa, su coche, la mesa de su oficina, la máquina de su taller, las lámparas de su casa, cada uno de los átomos de su cuerpo y de las personas que con usted se encontraban. Nos movió a todos, nos atravesó, porque nosotros también nos desplazamos, en todo momento, por ese tejido espacio tiempo, por esa gelatina que Einstein nos descubrió. Maravilloso, ¿verdad?

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