Finalmente
no ha habido sorpresas y Giuseppe
Conte, el desconocido profesor universitario que sonaba en los rumores, ha sido
el propuesto como primer ministro en Italia por parte de los dos partidos
que han firmado el acuerdo de gobierno, La Liga y el Movimiento Cinco
Estrellas. Carente de experiencia policía y perfil conocido, Conte asume el
papel de ser la cara que se ponga a la ejecución del “contrato de gobierno”
como así se le ha llamado. Se busca que su papel sea gris, silencioso, callado,
y que no reste protagonismo a Salvini y Di Maio, los líderes de las dos
formaciones de gobierno, que serán ministros en el gabinete y dirigirán, de
verdad, el país.
A
punto ha estado Italia de repetir elecciones a la española, pero finalmente un
acuerdo contranatura lo ha impedido. La Liga es un partido que ahora posee
mayor implantación nacional pero que, sobre todo, obtiene sus votos en el norte
rico del país, de donde procede y antaño contaba con el apellido “Norte” en el
nombre de su formación. Nacionalista, identitario, con toques xenófobos
respecto al resto del país, y muy de derechas, su programa no escandalizaría
mucho al actual presidente de la Generalitat Quim Torra y a locuelos similares.
Su líder actual, Mateo Salvini, ha renovado el partido tras la degeneración que
le impuso su fundador, Umberto Bossi, se alió con un Berlusconi en horas bajas
y ha sabido capitalizar gran parte de sus votos. El Movimiento Cinco Estrellas
surgió de la indignación de la crisis, liderado por el cómico Beppe Grillo. De
gestación parecida y evolución distinta, se puede asimilar bastante a Podemos.
Tiene implantación sobre todo en el sur del país y recoge muchísimo voto
frustrado con el sistema político italiano y con las consecuencias de una
crisis que allí ha sido de una enorme intensidad. Su programa es abierto,
inclusivo, derrochador y se puede calificar de izquierdas, si de algo sirven
estos calificativos. Visto así, ¿Tiene sentido la alianza de gobierno que han
formado estos dos extremos? Está por ver. Coinciden en algunos aspectos no
pequeños. Su demonización de todo lo que no son ellos y el pasado, su adanismo
y el deseo de intervención gubernamental. En el contrato de gobierno se juntan medidas
como la expulsión masiva de inmigrantes con la reducción de algunos impuestos y
el deseo de impagar parte de la deuda, en un batiburrillo de ideas que suena a
populismo del clásico. El borrador del acuerdo que se filtró hace unos días era
más duro, y hablaba abiertamente de la posibilidad de salirse del euro y de
saltarse las medidas que vinieran impuestas por la Comisión o recomendadas por
el BCE u otras autoridades económicas internacionales. Una bomba de documento que
causó alarma en media Europa y miedo en la otra media. Desde entonces la bolsa
italiana no deja de caer, algunos días suavemente, otros más de un punto
porcentual, y las variables que miden el estado de la gigantesca deuda pública
del país, en torno al 180% del PIB, no dejan de señalar peligro. La
prima de riesgo ya se sitúa por encima de los 180 puntos básicos y esa
cifra prácticamente duplica a la que marca la deuda española. De todos es sabido
que la banca italiana posee aún graves problemas internos, que no han aflorado
estos años en medio de la opacidad con la que se gestiona, y el PIB de aquel país
no acaba de remontar en estos años de recuperación, tras la caída de la crisis,
que todos vivimos, y la ausencia del largo periodo de crecimiento, que en
España sirvió de alimento de la burbuja, pero que en el país hermano ni si
quiera se vivió como un momento expansivo. La competitividad italiana ha estado
siempre muy ligada a la devaluación de la lira y, desde la entrada del euro, es
incapaz de posicionarse de manera sólida en los mercados internacionales, cosa
que sí han conseguido las empresas y economía española.
Por
todo ello, resulta fundamental ver cuáles serán las primeras medidas que adopte
este ignoto gobierno, cuáles serán sus declaraciones, tono y destino, y ver si
tras unas primeras semanas o meses de marasmo, el panorama se aclara o, al
contrario, al estilo Trump, las mañas sensaciones se convierten en aciagas realidades.
Es muy pronto para poder evaluar nada pero, potencialmente, Italia ya es un
nuevo problema con el que la UE debe lidiar. Y con un panorama económico internacional
que se tensa, vía precios del petróleo, aumento de tipos de interés y marasmo
monetario emergente, las ventanas de oportunidad europeas empiezan a
estrecharse.
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