Escribía
ayer un excelente artículo Ignacio de la Torre en El Confidencial en el que
trataba de explicar el reciente, y no previsto, fortalecimiento del dólar, que
en su cambio por el euro ha pasado del 1,25 dólares por euro a 1,20 en apenas
unos días. Ignacio explica las causas que pueden esconderse tras este
movimiento y las cree de corto plazo, tácticas, frente a una corriente de fondo
que debiera mantener un euro fuerte y un dólar débil, pero ya se sabe que el
mercado de divisas es el reino de la volatilidad y lo imprevisto, y que sus
movimientos, a veces erráticos, desafían cualquier tipo de pronóstico. Apuesten
sus movimientos y mucha suerte.
Pero
no es de divisas de lo que quiero hablarles, sino de un aspecto que también se
menciona en el artículo, y es el desacoplamiento en los ciclos económicos entre
EEUU y Europa y el aparente freno que está registrando la economía europea en
este 2018. El ciclo americano está muy maduro, va camino de récord en lo que
hace a trimestres de expansión, y fruto de esa madurez es la aparición de las
primeras señales inflacionistas, que parecen ser verdaderas, en una economía
sita muy cerca del pleno empleo. Esas señales, pese a todo, son mucho más
débiles de lo que debiéramos esperar en situaciones con cifras macroeconómicas
como las presentes, lo que nos vuelve a indicar que ha habido un cambio
estructural en nuestras economías, fruto probablemente de la crisis y la
digitalización, que altera el comportamiento de las mismas. Frente a ello, en
nuestra Europa, los indicadores que se van conociendo apuntan a una mayor
debilidad de lo esperado, y desde luego nada que ver con la fortaleza que
exhiben los norteamericanos. PMIs industriales y de servicios, encuestas de
confianza de los consumidores, estadísticas laborales, como la EPA española del
primer trimestre, etc, todas ellas muestran cansancio, como mínimo, una pérdida
de impulso que está por ver si es el inicio de un freno verdadero o sólo el
punto de llegada a unas tasas de crecimiento más débiles y sostenidas. En el
caso español varios son los factores que pueden contribuir a que, por primera
vez en bastante tiempo, estemos ante tasas de crecimiento interanuales por
debajo del 3%. Los llamados “vientos de cola” aflojan. El petróleo se encarece,
la política expansiva del BCE se atisba cada vez más restrictiva y la invasión
turística no parece que vaya a más a medida que destinos competitivos parecen
recuperarse de los desastres del pasado. Últimos datos muestran que la tasa de
ahorro de los hogares españoles ha tocado fondo y que el consumo privado, lógicamente,
se frena ante la ausencia de efectivo. Sería fundamental que no comenzase un
nuevo ciclo de endeudamiento privado, ahora que el público sigue en máximos,
pero no es descartable que se produzca, lo que supondría estirar de manera
artificial y perniciosa las cifras de ventas. El mercado hipotecario sigue en
aumento, tanto en concesión de préstamos como en cuantía de los mismos, pero
pese a todo ello el saldo vivo de hipotecas, la cuantía total prestada por las
entidades financieras, sigue cayendo porque lo que se firma es de importe menor
de lo que se escrituró en la época de la burbuja y los tipos actuales son más
bajos. Es fundamental en este caso que los bancos, hasta ahora prudentes, no se
lancen a una nueva guerra de concesión competitiva de hipotecas, lo que sin
duda generaría otro proceso de burbuja con tintes similares al vivido en el
pasado. Los alquileres ya están en una situación de descontrol comparable y la
compra, que aún está lejos de esos males, empieza a calentarse en determinadas
ciudades y zonas.
Los
bajos salarios y la precariedad en el empleo que caracterizan muchos puestos de
trabajo que se han creado tras la crisis hacen que, una vez que se ha cubierto
la demanda embalsada, retrasada por precaución en los malos momentos, de bienes
duraderos, el consumo no pueda crecer demasiado, al tener una renta disponible
menor. Eso actuaría como freno futuro, impidiendo crecimientos vigorosos del
PIB, pero que sí pueden ser sostenidos. ¿Estamos ante un punto de inflexión o
hemos llegado, tras subir mucho, a una meseta de tasas de crecimiento modestas
y estables? No lo se, habrá que esperar a ver qué nos dicen los datos y, como
siempre, descubrirlo con retraso. Pero sí parece cierto que este año creceremos
menos que el pasado. Y el futuro, a saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario