viernes, mayo 04, 2018

¿Se frena la economía europea?


Escribía ayer un excelente artículo Ignacio de la Torre en El Confidencial en el que trataba de explicar el reciente, y no previsto, fortalecimiento del dólar, que en su cambio por el euro ha pasado del 1,25 dólares por euro a 1,20 en apenas unos días. Ignacio explica las causas que pueden esconderse tras este movimiento y las cree de corto plazo, tácticas, frente a una corriente de fondo que debiera mantener un euro fuerte y un dólar débil, pero ya se sabe que el mercado de divisas es el reino de la volatilidad y lo imprevisto, y que sus movimientos, a veces erráticos, desafían cualquier tipo de pronóstico. Apuesten sus movimientos y mucha suerte.

Pero no es de divisas de lo que quiero hablarles, sino de un aspecto que también se menciona en el artículo, y es el desacoplamiento en los ciclos económicos entre EEUU y Europa y el aparente freno que está registrando la economía europea en este 2018. El ciclo americano está muy maduro, va camino de récord en lo que hace a trimestres de expansión, y fruto de esa madurez es la aparición de las primeras señales inflacionistas, que parecen ser verdaderas, en una economía sita muy cerca del pleno empleo. Esas señales, pese a todo, son mucho más débiles de lo que debiéramos esperar en situaciones con cifras macroeconómicas como las presentes, lo que nos vuelve a indicar que ha habido un cambio estructural en nuestras economías, fruto probablemente de la crisis y la digitalización, que altera el comportamiento de las mismas. Frente a ello, en nuestra Europa, los indicadores que se van conociendo apuntan a una mayor debilidad de lo esperado, y desde luego nada que ver con la fortaleza que exhiben los norteamericanos. PMIs industriales y de servicios, encuestas de confianza de los consumidores, estadísticas laborales, como la EPA española del primer trimestre, etc, todas ellas muestran cansancio, como mínimo, una pérdida de impulso que está por ver si es el inicio de un freno verdadero o sólo el punto de llegada a unas tasas de crecimiento más débiles y sostenidas. En el caso español varios son los factores que pueden contribuir a que, por primera vez en bastante tiempo, estemos ante tasas de crecimiento interanuales por debajo del 3%. Los llamados “vientos de cola” aflojan. El petróleo se encarece, la política expansiva del BCE se atisba cada vez más restrictiva y la invasión turística no parece que vaya a más a medida que destinos competitivos parecen recuperarse de los desastres del pasado. Últimos datos muestran que la tasa de ahorro de los hogares españoles ha tocado fondo y que el consumo privado, lógicamente, se frena ante la ausencia de efectivo. Sería fundamental que no comenzase un nuevo ciclo de endeudamiento privado, ahora que el público sigue en máximos, pero no es descartable que se produzca, lo que supondría estirar de manera artificial y perniciosa las cifras de ventas. El mercado hipotecario sigue en aumento, tanto en concesión de préstamos como en cuantía de los mismos, pero pese a todo ello el saldo vivo de hipotecas, la cuantía total prestada por las entidades financieras, sigue cayendo porque lo que se firma es de importe menor de lo que se escrituró en la época de la burbuja y los tipos actuales son más bajos. Es fundamental en este caso que los bancos, hasta ahora prudentes, no se lancen a una nueva guerra de concesión competitiva de hipotecas, lo que sin duda generaría otro proceso de burbuja con tintes similares al vivido en el pasado. Los alquileres ya están en una situación de descontrol comparable y la compra, que aún está lejos de esos males, empieza a calentarse en determinadas ciudades y zonas.

Los bajos salarios y la precariedad en el empleo que caracterizan muchos puestos de trabajo que se han creado tras la crisis hacen que, una vez que se ha cubierto la demanda embalsada, retrasada por precaución en los malos momentos, de bienes duraderos, el consumo no pueda crecer demasiado, al tener una renta disponible menor. Eso actuaría como freno futuro, impidiendo crecimientos vigorosos del PIB, pero que sí pueden ser sostenidos. ¿Estamos ante un punto de inflexión o hemos llegado, tras subir mucho, a una meseta de tasas de crecimiento modestas y estables? No lo se, habrá que esperar a ver qué nos dicen los datos y, como siempre, descubrirlo con retraso. Pero sí parece cierto que este año creceremos menos que el pasado. Y el futuro, a saber.

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