martes, mayo 29, 2018

Italia es el caos


Si en España vivimos una crisis política que apelamos como tormentosa, Italia se encuentra dentro de un tornado de los de muy alta intensidad en la escala de Fujita. Es habitual en aquel país que haya desencuentros políticos, inestabilidad y caídas de gobiernos, pero el enfrentamiento que se vive en estos días excede todos los precedentes y amenaza, por su intensidad y dimensión, el actual diseño europeo, tanto en su vertiente política como económica. Tras la marcha del Reino Unido, Italia es la tercera economía de la UE y de la Eurozona, por lo que un tumulto allí es algo a tener muy en cuenta. Es también el tercero en población, nos supera con creces, y su influencia en las instituciones es muy elevada, con altos cargos de origen italiano ocupando puestos decisivos. El BCE o la presidencia del parlamento, por ejemplo.

La crisis italiana tiene muchos nombres y una batalla de fondo, la del populismo frente a la estabilidad institucional. Hace no muchos días comentábamos el acuerdo alcanzado entre las dos formaciones populistas que ganaron las elecciones de marzo. El Movimiento Cinco Estrellas (Podemos) y La Liga (movimiento muy derechista con toques supremacistas del norte del país, algo así como un macro PDCat) firmaron un contrato de gobierno que incorporaba medidas económicas nada ortodoxas, y la propuesta para la cartera de economía de un veterano, Paolo Savona, con un conocido perfil antieuro. Desde el primer momento se desataron los nervios en las cancillerías del resto de países y en los mercados de deuda y la prima italiana, y con ella del resto de periféricos, comenzaron a subir con fuerza. Los acontecimientos de los últimos días han tensionado aún más los mercados, con la ayuda no pedida de la moción de censura española. El presidente de la república italiana, Sergio Matarella, que tiene un cargo con un poder parecido al portugués, intermedio entre el testimonial alemán y el omnímodo francés, dejó claro que no iba a avalar un gobierno antieuro por el riesgo que eso suponía para el país. Un par de días de negociaciones a cara de perro entre el presidente y los líderes de los partidos populistas se han saldado con la anunciada negativa de Matarella a firmar el nombre de Savona para regidor de las cuentas italianas y la dimisión de Giuseppe Conte, quien fue nombrado por los populistas como primer ministro de paja. La decisión de Matarella ha sido doble, por un lado la no firma del candidato a ministro y por otro, tras la dimisión de Conte, la propuesta de otro candidato a primer ministro, el tecnócrata Carlo Cotarelli, que ocupó en el pasado puestos de alta relevancia en el FMI. ¿Puede ser primer ministro un candidato que no sea refrendado por el parlamento? Ni allí ni aquí. Cotarellí debe ser votado por la cámara romana y, dado que en ella los populistas tienen mayoría, es más que probable que sea rechazado, lo que abocaría al país a nuevas elecciones, muy probablemente en otoño. Pero en medio de este vodevil ha estallado, como pueden imaginarse, el enfrentamiento crudo entre los líderes de los partidos populistas y el presidente de la república. Di Magio y Salvini acusan a Matarella de haberles robado un gobierno que era suyo, de haberse saltado la voluntad popular y de extralimitarse en mucho en las atribuciones de su cargo. Demandan la caída del presidente y denuncian la falta absoluta de soberanía de Italia frente a los poderes fácticos y los mercados que no permiten que nazca el gobierno que fue fruto del voto popular. Como ven, todo un choque de legitimidades entre instituciones que, a buen seguro, será malo para todas ellas. Tirando de este argumentario, en unas futuras elecciones es más que seguro que las formaciones populistas aún sacarán más votos, y menos los partidos tradicionales, opacados y ocultos en el cenagal en el que ahora se ha convertido la política italiana.

Y para más inri, y dadas las últimas decisiones judiciales, es muy probable que si en septiembre hay elecciones Berlusconi sí pueda presentarse, cosa que no sucedió varias de las pasadas por la inhabilitación que sobre él caía, fruto de numerosas condenas. Se presenta ahora Berlusconi como garantía de estabilidad frente a los movimientos populistas. ¿Es esto así? ¿Puede ser un sujeto como Berlusconi el mal meno? El mero hecho de plantearse esta pregunta demuestra hasta qué punto la gravedad de la crisis italiana se ha profundizado, y el riesgo que corremos en toda la UE si no se ataja o, al menos, se controla. Pongan un ojo a Roma, casi es más decisivo lo que suceda allí que lo que pase en nuestra moción de censura.

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