lunes, mayo 07, 2018

Jose María Íñigo, mito y creador


No sabemos a qué personas conoceremos hoy, mañana o el resto de nuestras vidas, pero sí tenemos la lista de los que despediremos cuando llegue el momento, cuando se marchen definitivamente, llamadas por la muerte. Nuestras agendas privadas y listas de conocidos públicos engordan con el azar y la fama, y adelgazan cuando uno de ellos cae, sumiéndonos en el desconcierto y haciéndonos recordar cuándo le conocimos, le vimos por primera vez, qué momento inolvidable pasamos a su lado, qué jugarretas nos hizo, etcétera. Dice Philip Roth que la vejez es esa edad en la que sólo se tachan nombres y teléfonos de la agenda, que se va despoblando, y nada puedes hacer ante ello. Quizás crecer sea algo parecido.

Para muchos, Jose María Íñigo forma parte de sus vida de una manera más familiar que muchos con los que comparten apellidos y, quizás, habitación y lecho. Desde que tengo uso de razón su voz, poderosa, su bigote desproporcionado y su pelo, enorme en su momento, inexistente los últimos años, está presente en lo que asocio a la radio y la televisión. Por ser más joven, no llegué a vivir su etapa gloriosa de la televisión, esas entrevistas con actuaciones musicales que, en la cadena única, congregaban a medio país y llevaban hasta las casas de una gris España sonidos y melodías modernas que eran lo más conocido en la Europa de color a la que siempre soñábamos pertenecer. Desde sus inicios Íñigo demostró que el mundo se le quedaba pequeño para lo mucho que quería vivir, conocer y disfrutar, y eso, dicho y hecho por un bilbaíno que abandonó el botxo camino a Londres, es mucho decir. Hizo carrera en Reino Unido, trabajó en la BBC y llegó a España sabiéndoselo todo de la música moderna, de los grupos, estilos y formas de actuación que triunfaban en todo el mundo, en una época en la que la información viajaba mucho más despacio que ahora y en la que lo más moderno musicalmente de la televisión española eran los coros y danzas regionales a mayor gloria del Caudillo. Íñigo cogió la televisión y le pegó un meno brutal, la creo de cero, hizo programas modernos, tan modernos que hoyen día se siguen haciendo prácticamente igual, porque la fórmula no ha sido mejorada. En ellos la música y el entretenimiento estaban por encima de todo, pero era, como bien resaltó ayer Alex Grijelmo en su obituario, un entretenimiento digno, de altura, de calidad. Decía Íñigo que se negaba a hacer algo que le diera vergüenza de ver a él o a su mujer e hijos, y esa fue su máxima. Con los años nuevos profesionales llegaron a TVE y la creación de las privadas cambió el panorama televisivo. Íñigo fue relegado, considerado como algo propio de una época pasada, y su presencia en el medio se fue reduciendo mucho. Pero no estuvo quieto nunca. Los viajes y la gastronomía, otras de sus pasiones, le llevaron por todo el mundo y se dedicó a gestionar webs y portales de viaje con consejos sobre qué hacer y ver en destinos tanto convencionales como exóticos. Hace ya varios años Pepa Fernández, que dirige los fines de semana “No es un día cualquiera” en Radio Nacional, otro espectacular ejemplo de radio entretenida, cultural y de calidad, lo rescató, lo incluyó en su nómina de colaboradores y le dio secciones de todo tipo, que iban cambiando de temporada en temporada. Porque Pepa sabía que Íñigo, al igual que Forges, era un genio, y que le pusiera a hacer lo que fuera, lo iba a hacer de maravilla. Ella ha confesado muchas veces que él era uno de sus grandes maestros, que cada vez que presentaba un programa o hacía entrevistas se fijaba y trataba de hacer que eso tan difícil que lograba Íñigo con naturalidad le saliera a ella, con enorme esfuerzo y tesón. Los responsables de “Aquí la tierra” en TVE, otro muy buen programa, le ficharon hace pocos años, y por toda España le mandaban para que probase platos y descubriera lugares. Y él, como un becario, ahí que se iba, cataba, disfrutaba y daba lecciones de naturalidad y dominio de la cámara.

Creo que ha habido en España tres grandes creadores de la televisión, de sus formatos y programas. Son Chicho Ibáñez serrador, Jesús Hermida y Jose María Íñigo. Ya sólo nos queda vivo Chicho, muy retirado. Este sábado Pepa Fernández se descomponía ante el micrófono al empezar su programa, a las 8:30, dando la noticia de la muerte de su maestro y amigo, pero su profesionalidad le llevó a hacer el programa, todo el fin de semana, como él hubiera querido que saliera, con la congoja de todos los participantes pero con la profesionalidad y el deber por encima de todo. El gruñón de Íñigo seguro que hubiera estado encantado con el resultado, y le hubiera soltado a Pepa uno de sus “Naturalmente que sí” cada vez que ella, a punto de derrumbarse, sacaría fuerzas de donde no las hay para poder seguir con el programa. Él hubiera hecho lo mismo. No podía haber mejor homenaje.

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