Entre
las muchas derivadas que genera el caos político en Italia, una de las más
importantes, y graves, es la financiera. Ayer pudimos ver cómo los mercados de
deuda periférica europea sufrían un auténtico terremoto y las primas de riesgo,
esas viejas amigas que estaban olvidadas por muchos en el trastero, se
despertaron con furia y dispararon sus valores. La italiana bordeó los 300
puntos y la española pegó un subidón hasta el entorno de los 140, máximos de los
últimos años. Y todo lo que subieron las primas lo bajaron las bolsas. De
fondo, el miedo, otra vez, de que el euro se ponga a prueba y de que las
tensiones que se vivieron con Grecia hace unos años se repitan, agravadas, con
Italia.
Y
si hacemos caso a las dimensiones y variables italianas, tenemos serios motivos
para asustarnos. Grecia tiene un PIB más o menos equivalente al de la Comunidad
de Madrid, pero Italia es la tercera economía del euro, y su ratio de deuda
pública, ese 131,8% que mencionaba la semana pasada (y que JLRC me hizo
corregir al ver una errata en el texto original, ¡¡gracias!!!) es tan
apabullante como inmanejable. Si España era, en aquellos años, lo que se
denominaba un “too big to fail” en referencia a que era imposible su rescate,
el caso italiano lo desborda aún más. Y eso mete miedo, mucho miedo en el cuerpo.
Las instituciones y mecanismos europeos de rescate y resolución financiera aún
no están desarrolladas del todo, y parece poco probable que en su estado actual
pudieran hacer frente a un envite de la magnitud de Italia. Sólo el BCE, el
santo BCE, aparece como posible dique de contención ante la escalada actual de
las primas, pero sus medidas serían capaces de frenar estas subidas si cuentan
con colaboración en los salones del gobierno de Roma. Y ya vemos que ahora
mismo Roma es un desgobierno, en la mejor de sus modernas tradiciones, y con
ruido de tambores electorales en pleno verano. ¿Cómo se va a gestionar la
ansiedad financiera de los mercados en ausencia de gobierno, y con formaciones
populistas que siguen tronando? No lo se. Lo sucedido estos días va a ser pura
gasolina para las expectativas populistas de Cinco Estrellas y La Liga, y
meteduras de pata como la del comisario Oettinger de ayer parecen hacerles aún
más fácil la escalada en votos y escaños. En medio de esta tormenta, y con
su particular marasmo político, lleno de rumores y mociones, la economía
española se ve golpeada por este ascenso de la prima de riesgo y observa cómo
lo que fueron dos de los vientos de cola que impulsaron su crecimiento en estos
años empiezan a soplar de cara. Uno, el del petróleo, ya lo comentamos hace
unos días, y ahí sigue, en lo alto. Otro, el de la prima, ayer dio un zarpazo
en plan tormenta primaveral y, como si fuera un balance meteorológico, dejó
calles de deuda arrasadas y árboles caídos en forma de impagados. Cada ascenso
de la prima de riesgo supone un incremento en el coste de financiación de
nuestra deuda, que no olvidemos que está muy cerca del 100% del PIB. Muchas
veces, como un pesado, me han oído y leído decir que era imprescindible que en
los años que hemos vivido de primas derrumbadas debíamos aprovechar para
reducir deuda, y así generar margen para que ante futuras subidas los efectos
fueran menores. No lo hemos hecho. El Tesoro ha tratado de jugar en un entorno
de gasto público descontrolado y ha jugado a amortizar emisiones pasadas de
deuda, emitida a tipos más altos, con emisiones nuevas, de coste mucho menor,
de tal manera que el coste medio de la deuda ha ido cayendo en estos años, lo
que es una buena política que debe ser reconocida como tal, pero no ha podido evitar
que el volumen total de deuda crezca hasta ese mítico techo del 100%, que a
veces rozamos y otras atisbamos. Con ese tamaño de deuda, sean cuales sean sus
características, incrementos de la prima se traducen en sustanciales
incrementos de costes, y eso es daño puro, sin otro sentido, a nuestra economía.
¿Qué va a pasar? No lo se,
ni en el panorama político nacional ni en el italiano, que eso es incertidumbre
de primera división, pero lo que sí parece seguro es que el tiempo de serenidad
financiera que hemos vivido en la eurozona en los últimos años se ha terminado.
Vuelven las viejas tensiones del pasado, agravadas ahora por la presencia de
populismos de todo tipo en el gobierno o muy cerca de ellos. Si de las crisis
se aprende y, si se sobrevive, se sale fortalecido, me temo que tenemos por delante
otra de esas pruebas de madurez que nos va a atener de los nervios durante un
buen rato. El día de ayer fue, en todo caso, muy malo sea cual sea la variable
que se estudie. No puede haber demasiados así, o de lo contrario la recuperación
económica que vivimos se irá al traste. Ya no sólo hay tormentas en el cielo de
esta primavera loca.
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