Diluvia
en Madrid con ganas, y caen rayos, a veces esporádicos, muchas veces
hermanados, que durante toda la noche han sostenido una celestial batalla particular
por quién ganaba en las alturas. A eso de las tres de la mañana el cielo se
desplomaba en forma de agua y la tormenta era de una virulencia tan bestial
como hipnótica. Rayos, unos tras otros, que no cesaban de golpear y retumbes de
truenos que se acoplaban entre sí para dar una imagen apocalíptica que, en
tiempos pasados, aterraría a casi todos, y hoy a más de uno. El tráfico esta
mañana en la ciudad será imposible, el atascazo de los que marcan época y la
llegada de muchos al trabajo, no en riada, sino en goteo.
Sirva
esta tormenta como metáfora de la que se ha organizado tras la
sentencia de la Audiencia Nacional conocida ayer sobre la trama Gürtel, que
establece severas condenas de cárcel para los principales implicados (Correa,
Crespo y Bárcenas) y condena a título lucrativo al PP por beneficiarse de una
estructura organizada para desviar fondos y obtener financiación encubierta. Es
una sentencia dura y que pone negro sobre blanco las acusaciones, hasta ayer
presuntas, que recaían sobre los implicados y el partido. El PP ha empezado una
desesperada campaña para tratar de distanciarse de los condenados y reducir el
impacto de su propia condena, pero a ojos de la opinión pública, hace tiempo
que el PP es culpable de corrupción, lo hubiera sido realmente o no. Su nefasta
gestión en este asunto, su constante ocultismo, la negación de lo evidente, el
uso de la táctica de la dilación para alargar los asuntos y permitir que se
vayan olvidando… todas esas son formas de eludir una responsabilidad que se
intuye grande. Todos los partidos han actuado igual ante casos similares y
todos ellos han acabado condenados, sea la Filesa o los ERE del PSOE o el Palau
de Convergencia. Lo niegan hasta que la puerta de la cárcel se abre sin
remisión, y entonces lo minimizan. En lo político, ¿Cuáles serán las
consecuencias de esta sentencia? Potencialmente, inmensas. El
PSOE decide hoy, y parece que lo hará de manera afirmativa, si presenta una
moción de censura contra el gobierno, y ya cuenta con el apoyo de Podemos y
de gran parte de los nacionalistas. ¿Puede esa moción salir adelante? Es
difícil, pero no imposible, y depende principalmente de lo que sea capaz del
PSOE de aguantar el apoyo de algunos independentistas y de la postura de
Ciudadanos, que ayer se vio ante la tesitura de mantener su apoyo al gobierno
de un partido condenado por corrupción. Son
muchos los escenarios que se abren a partir de hoy, y los ha analizado con tal
precisión Pablo Simón en este artículo que no voy a añadir nada más, pero lo
cierto es que desde ayer huele mucho más a elecciones generales, bien sea
porque la moción de censura acabe prosperando teniendo como punto principal dicha
convocatoria o porque el propio PP, viendo que esa posibilidad sea cierta,
decida adelantarlas para provocar su fracaso y dar por terminada una
legislatura agónica. En parte el futuro está, como siempre, en manos de un Rajoy
que ayer quedó nuevamente golpeado por los tribunales, y en una sentencia que
directamente califica como poco creíble su testimonio. Si ya el prestigio del actual
presidente es escaso entre la ciudadanía (entendida en extenso, no sólo entre
los votantes de Rivera, claro está) desde ayer su propio partido puede empezar
a verlo como uno de los mayores lastres que tiene cargados encima, y que le
aboca al hundimiento en las encuestas y a un posible resultado electoral
adverso ¿es plausible suponer que Rajoy sería el candidato en unas posibles
elecciones anticipadas? ¿Existe una marca más quemada que la del líder popular?
¿Está el PP condenado a la derrota si él se empeña en mantenerse en su puesto?
Una
derivada interesante, y trascendental, de lo que suceda en este posible
escenario de incertidumbre política es Cataluña. Un marasmo en el gobierno central,
o su interinidad, o un proceso electoral alargaría mucho los plazos de la anómala
situación en la que nos encontramos y pudiera ser aprovechado por los
independentistas para forzar aún más la situación. Tampoco queda claro que
sucedería con los presupuestos aprobados hace un solo día (ay, ay, qué poco
distan los jubilosos abrazos de los lloros y penares) y la gestión de una
economía que se enfrenta a frenos e incertidumbres por todas partes. En
resumen, hay tormenta en Madrid, las calles llevan agua y los cielos la sueltan,
y en la política, caen rayos y truenos sin parar.
Subo
a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes de ocio. Si no pasa nada raro,
nos leemos el martes 29.
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