La
CUP esperó hasta ayer para recontar el televoto eurovisivo y decidir, sin la
emoción de ocasiones anteriores, abstenerse en la segunda votación de
investidura que se celebra hoy. No hubo fantásticos empates a guarismos
imposibles, ni exaltadas intervenciones, no. Se le da un voto de confianza al
candidato a President y se le pone el dedo encima para advertirle que sobre el
caerá una fiscalización política intensa para que no se desvíe ni un solo
milímetro del rumbo republicando independentista que les ha prometido a los
“cuperos”. Este grupo, que tan de izquierda se proclama, nada ha dicho de
apoyar a un candidato de la banda del 3%. Se ve que robar, si se hace con la
excusa de la patria soñada, es menos delito.
Quim
Torra, con esas abstenciones, será hoy elegido Presidente, tras casi cinco
meses de las elecciones, y apenas a una
semana del final del plazo para poder constituir gobierno antes de que sean
convocadas automáticamente nuevos comicios. Torra va a dar la turra, y mucho.
Se que es un chiste fácil, pero no puedo evitar alguna nota de humor en medio
de la amargura que supone toda esta historia. En su discurso de investidura no
mostró sorpresa alguna. Leyó un texto, de manera suave y sosegada, en el que el
Puigdemontismo se ve plenamente representado. La fidelidad a las esencias de la
falsa república instituida por el delirio independentista exhalaba por todos
los poros de su piel, y la voluntad de seguir adelante en ese proceso hacia la
nada era la única hoja de ruta posible que se podía establecer de sus palabras.
Hizo llamamientos al dialogo, ese diálogo falso que imploran los
totalitaristas, que consiste en sentarse con ellos para alabar sus posturas y
actuar como claque entregada. Dentro del delirio de su discurso, Torra llegó a
cotas aún más desquiciantes de las ya alcanzadas por el prófugo “Puchi”
afirmando que Cataluña vive una crisis humanitaria, encarnada en los presos
políticos y la sociedad amordazada. Vergüenza absoluta el que alguien, quien
quiera que sea, pronuncie palabras semejantes en la rica y privilegiada
sociedad occidental, y más si se elevan desde una tribuna política de un
parlamento, institución que no existe en sociedades como las que describía
Torra, no desde su ignorancia, sino desde la más vergonzosa y nauseabunda mala
fe. Antonio Pampliega, periodista, víctima de la sinrazón de DAESH y conocedor
de lo que es una sociedad que padece una crisis humanitaria, ha
dicho basta, y le ha puesto los puntos sobre las íes al falso Gandhi que
enarboló el discurso de la opresión desde el atril del privilegio. Pero, ¿Acaso
nos puede sorprender a estas alturas que el nacionalismo tergiverse realidades,
que manipule conciencias y use para sí las desgracias de los demás? El
victimismo del privilegiado es una de las principales señas de todo
nacionalismo, y el “por su falso dolor les conoceréis” bien pudiera ser una de
las formas más obvias para reconocerlos a todos. En la época en la que ETA las
víctimas eran los familiares de los presos. Cuando se otorgaban sentencias de
muerte en forma de asesinatos mafiosos, era el pueblo vasco nacionalista el
oprimido. A escala, es lo mismo que estamos viendo estos días. Cuadrillas de
matones, exaltados, miles de personas de buena voluntad, millones de votantes,
defienden las ideas de un grupo de iluminados que han encontrado en la mentira,
la manipulación y el odio la forma más rentable y segura de esconder su
nulidad, que han logrado exaltar a unas masas vendiéndoles un discurso sectario,
manipulado, en el que los buenos son ellos y los malos todos los demás, en el que
la arcadia de la patria catalana, una, grande y libre, será la salvación frente
a la degenerada e inferior vida que les proporciona España, o la UE, o cualquier
otro lugar del planeta que no sea su Edén. La misma mentira que a lo largo del
siglo XIX y XX ensangrentó Europa, sembrada y recolectada hoy, en 2018.
Torra
es un supremacista catalán, un reconocido racista y xenófobo que cree en la
existencia de razas, de sociedades superiores e inferiores, que obviamente está
convencido de pertenecer a las primeras y que una de sus obligaciones es
someter y descartar a las segundas. El discurso de los racistas arios del KKK, de
esos supremacistas que aplauden a Trump cada vez que se mete con los mejicanos,
de los xenófobos de extrema derecha europeos que atacan a los inmigrantes en el
centro y norte de Europa, ese mismo discurso que tanto rechazo nos provoca, lo
enarbola aquí un tal Quim, que tanto se parece en sus deseos de sociedad
totalitaria a lo que ha logrado su homónimo Kim. Y algunos que se dicen de
izquierda, incluso de extrema, le van a votar o consentir. A partir de hoy un
racista presidirá la Generalitat. Sí,, progresamos hacia la nada.
Mañana
es festivo en Madrid, hasta el miércoles!!!
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