Quizás
no sean conscientes de ello, pero la Europa que vivimos es una entidad cada vez
más amenazada e irrelevante en el contexto global. Asia crece de manera
desaforada, en población y en PIB, y la economía global orbita cada vez más
hacia allí, y el vínculo trasatlántico que nos une con EEUU, el país más poderoso
del mundo, se rompe día a día entre exabruptos y demás irracionalidades que
emanan de la Casa Blanca de Trump, que no deja de ensuciar a cada momento la
imagen de su gran nación. Con una población en retroceso y un PIB que crece
débilmente tras la pasada crisis, Europa cada vez es menos en el contexto
global.
Por
eso es fundamental que los europeos actuemos de manera conjunta, nos
coordinemos y complementemos para cubrir nuestras particulares carencias y ser
más fuertes en el contexto global. Sigue siendo Europa un lugar asociado a una
idea de libertad, también de prosperidad económica, sí, pero con la seguridad,
el respeto al individuo y la libertad por bandera, y eso nos hace distintos a
casi todas las demás zonas del mundo. Esos bienes que defendemos como europeos
no caen del cielo, ni nos los otorga alguien con su gracia, sino que deben ser
cultivados y defendidos por quienes creemos en ellos, dado que los que no creen
o, directamente, se oponen, no descansan día a día en su trabajo de derribo.
Por eso, casi más por el mensaje de unidad que por las decisiones tomadas, es
muy importante el acuerdo al que llegaron ayer Merkel y Macron, que establece
una primera reforma seria de las normas del euro, dotando entre otras cosas al
grupo de países que utilizamos la moneda única, de un presupuesto destinado a
la inversión y la reducción de disparidades. En el acuerdo se mencionan la
mayor parte de instituciones financieras creadas como respuesta a la crisis
económica, y se plantea su reformulación, para que extiendan su influencia,
alcance, permanencia y tamaño, y sean elementos decisivos para aportar
estabilidad ante futuras crisis, sean puramente financieras o no. Muchos de estos
detalles se dejan para el año 2021, que parece estar cerca, pero que a la
velocidad a la que transcurren los acontecimientos se antoja muy lejano, pero
lo decisivo, como antes señalaba, es que de cara a las próximas cumbres
europeas, que serán determinantes respecto a las reformas del euro, existe un
pacto entre los dos grandes países, sin los que es imposible realizar nada, que
marca una estrategia de futuro. Como todo consenso, es un punto intermedio, en
este caso entre las amplias aspiraciones de Macron y los recelos de Merkel,
pero es un avance respecto a la situación actual. España debiera sumarse de
manera entusiasta a este acuerdo y trabajar para que otras naciones también lo
hagan, y así lograr que los plazos que en él se recogen no se dilaten en exceso
y no caigamos, nuevamente, en marasmos típicos de la Unión que se eternizan en
forma de burocrática reuniones en Bruselas que sólo sirven para desesperar a la
mayoría de los que en ellas participan, y ni les cuento al resto. Este acuerdo
tiene otra derivada muy importante, en este caso sobre el tema de la inmigración,
que ahora tanto nos preocupa, y es que probablemente Alemania consiga así que
Francia apoye sus propuestas para implantar controles más exhaustivos en las
fronteras comunes y llevar a cabo los planes de los que se habla, consistentes
en la creación de campos de acogida y clasificación de inmigrantes en
territorio fuera de la UE. Sería una extensión de lo que ahora ya funciona en Turquía,
para lo cual los europeos pagamos dinero, y que podría tener su réplica en
naciones como Túnez o Marruecos, aunque aún es pronto para asegurarlo. El
gobierno alemán vive una grave crisis interna debido a este tema, y los socios
bávaros de la CSU, que siempre han estado coaligados con la CDU, el partido de
Merkel, exigen mano dura y controles, contagiados por el discurso que los países
de Visegrado empiezan a imponer en parte de la Unión.
La
imagen de Merkel y Macron juntos, dándose la mano y ofreciendo unas guías y
orientaciones de futuro llegan, como agua de mayo en este ardiente final de junio,
tras lamentables declaraciones que, día tras día, nos asustan y hacen dudar del
futuro de Europa. Es el impresentable de Mateo
Salvini el que esta semana ha copado titulares con sus racistas declaraciones
sobre los gitanos, pero si
uno escarba verá que lo que ahora dice no es sino una réplica de sus manifestaciones
de toda la vida, referidas a todos aquellos a los que no considera como
propios. Así son los racistas, y Salvini lo es. Como ven, no sobran enemigos en
casa, y fuera los tenemos para dar y regalar, así que todo lo que avancemos en
unirnos será poco, y debe ser celebrado como se merece.
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