No
se qué es más noticioso, si el hecho de la derrota de Rajoy o el que estemos
ante la primera moción de censura exitosa de la democracia. Recordemos que esta
es la cuarta de las que ha habido. La primera fue del PSOE contra UCD (permitió
elevar la figura de Felipe González). La segunda, de AP contra González (hundió
aún más al efímero Hernández mancha) y la tercera, hace más o menos un año, de
podemos contra el PP, que sólo sirvió para el lucimiento de un Pablo Iglesias
que entonces no aspiraba a residir en villas ajardinadas, aunque soñase con ello.
La de ayer, la cuarta, partía con altas expectativas, y las ha superado. Hoy,
salvo enorme sorpresa, caerá el gobierno.
Como
dijo anoche David del Cura en La Brújula de Onda cero, pasadas las cinco de la
tarde Aitor Esteban cogió su tractor y atropelló a Mariano Rajoy, dejándole sin
el poder que ha detentado desde que ganó las elecciones de noviembre de 2018.
No vi la escena en directo, pero ya forma parte de la historia de este país. Si
existiesen los hados y los espectros, que no es el caso, era el momento ideal
para que un aura de poder empezase a despegar de la figura de Rajoy, que era el
investido de poder, debilitándole y dejándolo vacío, mientras que ese espíritu
se encaminaba rumbo a un Sánchez que, a partir de hoy, verá crecer en torno
suyo a la corte de pelotas y aduladores que viven de las faldas del poder.
Rajoy tampoco vio en directo esa escena. Quizás sabedor de lo que iba a pasar,
decidió buscar refugio en la esperanza de que un lugar privado y de puertas
cerradas impidiera a esa aura escapar, pero no fue efectivo. No bastan las
paredes del granito madrileño para retener el poder cuando éste escapa. Cuando
se acabó la sesión de la mañana Rajoy, en compañía de fieles y ministros, se
fue a un restaurante cercano a la Puerta de Alcalá y allí estuvo, en una de las
sobremesas más largas que se recuerdan, hasta las 10 de la noche, demostrando
nuevamente que los horarios de comida españoles no tienen sentido y son poco
productivos. Rodeado de fieles, sopesando la derrota y el qué hacer, Rajoy se enfrentó
ayer a la realidad de sus pesadillas, a la idea de hacer hoy una mudanza exprés
de La Moncloa y a la sensación de que, al contrario que a Sánchez, los pelotas
huían de su alrededor. Muchos de los que le rodeaban y tanto le querían y
apreciaban empezarían desde ayer, sin duda, a no coger su teléfono, a no
responder a sus llamadas y mensajes, a abandonar a aquel que ha perdido el
poder e influencia. Cortes de pelotilleros varios van a tener que hacer
mudanzas casi tan rápidas e intensas como los líderes que dejan de serlo y los
que van a ser, en medio del marasmo de un fin de semana que, para variar, se prevé
tormentoso en los cielos. De lo que no hay previsión alguna es de lo que va a
suceder en la tierra del poder y gobierno. Quienes han perdido la moción aún no
se lo creen y quienes la van a ganar, tampoco, y sin más los primeros que los
segundos. Con 85 diputados y un conjunto de socios con los que no me atrevería
a quedar en un descampado, Sánchez se ve en la tesitura de formar el gobierno más
débil de la democracia, y no se si él mismo esperaba que sucediera lo que ha
pasado. Ayer, por momentos, parecía suplicar a Rajoy para que dimitiera y le
quitase la responsabilidad de gobernar el desgobierno, pero Rajoy primero no le
hizo caso y luego no estuvo, por lo que no le dio esa ventana de oportunidad.
Es prácticamente seguro que a lo largo de esta mañana Rajoy no hará ninguna
jugada extraña y su previsibilidad llegará hasta el momento en el que,
terminada la sesión, ponga rumbo a una Moncloa en la que las cajas de cartón,
como en muchos ministerios, se irán formando y rellenando con las pertenencias
personales de los que, sin saber muchos a donde, se van. Y sin que nadie tenga
muy claro quienes vendrán.
Y
el PNV… si decía que el aura de poder va y viene, el PNV parece ser el arcano
que posee las llaves donde encerrarla a perpetuidad. En dos semanas ha aprobado
unos presupuestos que riegan su territorio (léase sus bolsillos) y luego ha
tirado al gobierno con el que ha acordado esas prebendas, dejándole muy claro a
Sánchez que presidente será él, pero que poder es lo que gestionan en Sabin
Etxea. Pocas veces cinco diputados, cinco, de trescientos cincuenta, han tenido
tanto poder, y lo han usado con semejante eficacia. Hoy en la sede nacionalista
deben estar satisfechos, y los guionistas de series políticas debieran
desfilar, como penitentes rocieros, ante ese gran batzoki para mostrar sus
respetos a los creadores de semejante trama. En lo suyo, y para lo suyo, unos
profesionales como no los hay
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