Ayer
se produjo la esperada llegada de la flotilla del Aquarius al puerto de
Valencia, y sin duda fue un hecho memorable, que dudo que puedan olvidar,
para los algo más de seiscientos emigrantes que viajaban en las tres
embarcaciones en las que fueron repartidos para garantizar, en la medida de lo
posible, un viaje confortable. En el puerto, esperándoles, se agolpaba personal
de auxilio y socorro, funcionarios encargados de la tramitación de su entrada
en España y la determinación del régimen bajo el que acceden y, si se da el
caso, permanecen, y cientos y cientos de periodistas, casi tantos como
inmigrantes, que retransmitían el acontecimiento y aumentaban aún más la
dimensión del mismo.
Casi
a la vez que se producían estas escenas, el panorama era muy distinto en las
costas andaluzas, en las que no se cesaba de contar la arribada de inmigrantes,
el balance de fallecidos y la estimación de los que han podido desaparecer en
las aguas del Mediterráneo. Más
de mil personas, dos aquiarius si lo queremos decir así, han llegado a las
costas andaluzas este fin de semana. No en una flotilla organizada y con
cuidados paliativos, no, sino en un goteo de pateras, balsas y otro tipo de
embarcaciones, que han dejado de ser flotilla para convertirse en enjambre. A
su llegada no los esperaba nadie, salvo la policía y algunos servicios de
emergencia, y eso en los casos en los que, mediante el servicio de observación
y vigilancia, se detectó a tiempo la proximidad de las embarcaciones y sus
pobres ocupantes. En muchos casos esas llegadas se produjeron en sobresalto,
por abordaje a la playa, en medio de lo desconocido. Los inmigrantes, exhaustos
y derrotados tras periplos que no somos capaces de imaginar, tocaban la tierra
prometida de la orilla norte del mare nostrum a sabiendas de que dejaban atrás
lo peor de sus vidas y de que nada puede igualar el horror de lo vivido. Sí, la
misma sensación que anida en cada uno de los que iban en el Aquiarius y barco
anexos. Sin embargo, esta inmigración de pateras apenas ha recibido cobertura
mediática. Nos hemos enterado de ella como suplemento a los boletines y
especiales informativos que nos detallaban lo que sucedía en Valencia y, de
paso, nos contaban que cientos y cientos de inmigrantes eran rescatados en las
playas andaluzas. Y que afortunadamente todos los que han llegado a Valencia lo
han hecho sanos y salvos, pero que se teme que sean decenas los que se han
ahogado este fin de semana en el estrecho mar que dista entre Marruecos y
España. ¿Tiene alguna causa especial este repunte de ápteras procedente de
Marruecos? Algunos ya hablan de efecto llamada ante hechos que son recurrentes y
que no necesitan llamadas de ningún tipo para producirse. Me inclino a pensar
que esta oleada viene a ser una especie de mensaje de bienvenida que las
autoridades de Marruecos le dan al nuevo gobierno español, recordándole, por si
no lo tenía claro, quién es el que controla el estrecho, quién se encarga de
garantizar que los inmigrantes no desborden Ceuta, Melilla o las costas
andaluzas y, por su puesto, actualizando el precio que cobra por esos
“servicios”. Gobierno nuevo, tarifa nueva, por así decirlo. Manteniendo una
tradición de anteriores presidentes, que tiene bastante lógica, el primer viaje
internacional de Pedro Sánchez será a Marruecos, supongo que para renegociar
“precios y cantidades” tras lo cual, a buen seguro, se reducirá el flujo de
pateras que salgan de las costas alauís rumbo a España. No es cinismo lo que
llena estas líneas, no, es la cruda y dura realidad.
Pero
eso sí, una realidad oculta. A día de hoy, lunes, cientos de inmigrantes
despiertan, como pueden, alojados de manera improvisada en colegios, barracones
y otras infraestructuras en las que habitan provisionalmente, fruto del total
colapso de las instalaciones destinada al efecto en gran parte de la costa
andaluza por la avalancha de este fin de semana. Voluntarios y profesionales
son incapaces de afrontar a tanta gente de golpe, y no cuentan, desde luego, con
la presencia de periodista alguno que narre sus vicisitudes, angustias y
problemas, enormes en días como estos. Frente al espectáculo de Valencia, la
sombra sobre Andalucía, y en ambos casos seres humanos desvalidos, un enorme
problema de largo plazo y nuestra falta de respuestas son los protagonistas.
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